Reino norte. Pueblo de Rovkever.
En el aquelarre familiar no había forma de negarse a la herencia, esto lo supe desde que empecé a tener uso de razón, cada suceso, cada evento en nuestras vidas iba a estar guiado por los dioses en los que creíamos, por las entidades que no acompañaban y por nuestro propio hilo del destino. El destino siempre se me hizo el más curioso de todos, tan incierto, pero tan acertado en todas sus predicciones, cuando era más joven siempre quería escapar de él, intentar burlarlo, pero todos esos intentos fueron en vano, siempre acababa sucediendo lo que ya estaba escrito, así que hubo un punto en el que desistí.
Esos poderes y responsabilidades nos habían acompañado por tantos siglos que yo ni siquiera era consciente realmente de cuantos, sólo debía tener un objetivo, cumplir con la misión que nuestras antecesoras nos habían heredado, así por los siglos y los siglos, todo estaba escrito y todo debía ser como debía ser.
No me hacía feliz, madre decía que la felicidad plena no existía, que se componía de momentos que íbamos acumulando en la memoria, momentos felices, divertidos, emocionantes, pero nunca sería diario, que a nosotros nos tocaba vivir de la forma dictada y cumplir con el deber de ocultar el libro, la herencia. Ninguna de mis familiares sabía de dónde venía o había registros de donde podía haber salido, lo único que teníamos presente es que era peligroso. La orden fue, que nunca, en ninguna circunstancia lo abrieramos.
De niña siempre me quedaba mirándolo, sintiendo como su magia hacía mas denso el ambiente de la habitación donde se hallaba protegido, me provocaba terror y curiosidad. Cuando me quedaba mucho tiempo con la vista fija en él podía escuchar aquella música, parecida a la celta, tan envolvente y relajante que te invitaba a acercarte a él, era una melodía tan embaucadora que podía pasar horas en el quicio de la puerta prendada de ella.
─── Romina, cierra esa puerta hija ─── Mi madre nunca me regañaba, siempre tenía esa voz melodiosa y tranquila que me hacía obedecerla con una sonrisa en la cara, y así lo hice, a mi pesar cerré y dejé de escuchar aquella preciosa canción.
─── Esta vez sonaba una melodía muy bonita mamá ─── Tomé su mano para bajar con ella al comedor y así abandonar el viejo ático.
─── Yo nunca escucho su música, sabes que esa es su forma de atraerte.
Al parecer usaba un señuelo con cada mujer de la casa, mi tía nos contaba que a ella le hablaba con la voz de la abuela y así la instaba a entrar a mirar sus páginas. Nunca lo hacían, pero la tentación era diaria conviviendo con él, yo ya lo sentía como i fuera una parte más de la familia, y mi tía decía que eso era muy posible, que bien podría ser la oveja negra.
Las tres vivíamos solas, siempre lo recordé así, no conocí nunca a un padre, un hermano o un tío, los únicos hombres que conocía eran del pueblo o mis compañeros de clase, tampoco se me permitía tener amigos masculinos, salir a jugar con ellos o hacer las tareas de la escuela, ellas decían que el destino me guiaría cuando fuera mayor a la hora de conocer a un hombre a los cuales veían como simples instrumentos para tener una heredera.
Sólo mujeres nos habían conformado desde el inicio de los tiempos, o así lo relató la abuela alguna vez, pues no se conocía varón nacido en la familia Marakov, el aquelarre fue muy famoso antaño en nuestro pueblo, uno de tantos regido por el reino norte, pero como todo, con el tiempo terminaron pasando de moda y siendo unas más.
No entendía muy bien porque el destino debía decidir sobre eso también, sobre que amigos tener, cuales se podían acercar o a quienes les podía abrir mi corazón o no. Siempre respeté las normas a pesar de que con ocho años en aquel entonces no las comprendiera, en casa tenía todo lo que necesitaba, siempre había cariño por parte de ellas, risas y juegos, para una niña eso bastaba, aunque no todo fue siempre igual cuando crecí.
Ni siquiera el destino pudo avisarnos de todo lo que sucedería algunos años después.
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CIÁN y el sello liberado
FantasyRomina ha crecido en un pequeño aquelarre lleno de secretos, de los cuales ella no es consciente, lo único que sabe es que deben proteger ese libro que han heredado por generaciones y que tienen prohibido abrir bajo ningún concepto. Pero no todo ser...