Capítulo 7 ; Cían

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No recordaba hacía cuanto tiempo sentía un dolor de cabeza de esa hendidura, los latidos de mi corazón se sentían en mi frente como martillazos sin piedad, abrí los ojos despacio, aún con vista borrosa pude ver movimiento, las pisadas de los cascos del caballo se unían a la tortura. Estaba en una carreta, oscura y fría. Alcé la cabeza y me hallé sentado, con las manos atadas a la espalda, también me habían atado los tobillos. 

─── ¿Romina? ─── Mi voz estaba áspera, tosí para aclararla y llamarla de nuevo, un par de veces y escuché respuesta.
─── Estoy aquí.

Al fondo de la carreta y con las piernas sobre la banqueta, estaba hecha un ovillo y me miraba con recelo, no la culpaba me había puesto ansioso hace un rato ¿O tal vez hacía más tiempo? No sabía cuánto llevaba dormido. En el asiento de enfrente esta su amiga, curando el golpe que le dieron a ese chico en la nuca, demasiado silencio, todos parecen estar alerta contra mí. 

─── ¿Estás enfadada conmigo? ─── Era una tontería seguir discutiendo dadas las circunstancias.
─── No ─── Hubo un corto silencio, como si estuviera pensando bien en que decir, yo no había quitado mis ojos de los suyos, ella desvió la mirada ¿Tristeza? No identificaba muy bien las emociones humanas ─── Estoy decepcionada, conmigo misma por haberte dejado salir.
─── No te martirices, iba a pasar tarde o temprano.
─── ¿Lo sabías? Es cuenta atrás tuya... ─── Noté un cambio en su voz, curiosidad.
─── Ah ¿Mona te contó sobre eso? ─── Cerré los ojos y dejé la cabeza caer hacía atrás, no estaba para sentimentalismos con tremenda jaqueca ─── Una pequeña broma para meterle miedo, no pensé que mis palabras se hicieran realidad. 

Silencio, no hacía falta decir más, su mirada llena de ira era más que suficiente ¿Habría captado lo que le dije sobre su madre? Pobre niña tonta, seguro se negaba a si misma la verdad, esa manía de los humanos de pensar que en la ignorancia esta la felicidad. Suspiré, penando en que la conversación se había terminado. 

─── ¿Por qué te sorprendió quemarte con la flecha? ─── La pregunta hizo que abriera los ojos de golpe.
───Mmm...─── Me dio miedo despertar con debilidades, nunca me había herido con tanta facilidad, no entendía por qué en ese mundo era así. Ellas me hicieron algo, estaba seguro. ─── No sé, pensaba que despertaría al cien, pero al parecer tengo que recuperarme del encierro.
─── Eso que hiciste es... ¿No estar al cien por cien?
─── Así es ─── La miré de reojo, parecía sorprendida y yo no lo negaría, me encantaba impresionar.
─── ¿Cómo te devuelvo al libro?
Mi carcajada hizo que hasta la amiga se volteara a verme.
─── ¿Y yo que sé? Tu eres la bruja, búscate la vida. 

Me dio la espalda, una actitud muy infantil, cosa que tampoco me sorprendía, la conocía tan bien que ella jamás llegaría a imaginarlo, prácticamente la había visto crecer desde aquella habitación, desde la primera vez que la acercaron a mí, para explicarle para mostrarle, sus ojos brillaban de curiosidad y no tardó en poner las manos sobre el lomo del libro, mirarme con esa cara inocente y preguntar sin parar que pasaría si lo abría. Siempre aparecía por las tardes, a veces lo deducía por la entrada de luz cálida de la ventana, se quedaba asomada en el quicio de la puerta, con miedo, entonces era cuando hacía sonar esas melodías para ella, nunca conseguí que se acercara ella sóla, pero era gracioso ver como cada día buscaba escucharlas. 

Hasta que me harté, si no iba a dar resultado ¿Para que la iba a deleitar y darle el gusto? Ninguna bruja merecía que le diera nada bueno de mí. 

─── Ya se ve el pueblo, vamos a desayunar caliente ─── Alastir avisó desde la parte delantera de la carreta, aún reconocía su voz, seguramente había sido el dueño de esa flecha somnífera. 

La cabeza seguía taladrándome sin piedad, quería tomar las riendas, deshacerme de ese lazo e irme por mi lado, ni siquiera tenía un interés real en matar a la bruja, viva o muerta con el poco nivel que tenía no iba a ser ningún obstáculo para mí. Tenía que buscarlos, encontrarlos y volver a casa. 

─── Nos tenemos que bajar pronto, te pondré esta capa para tapar que te llevamos atado ─── Romina se levantó de la banqueta para tomar la capa negra, agradecía al menos ir a conjunto, no habría soportado que me pusieran una de esas marrones y roñosas.
─── ¿Te da vergüenza que vean cómo llevas a un pobre chico secuestrado?
─── Sí, pobre, pobre chico. 

Pasó las manos por mis hombros haciendo que la capa se deslizara sobre ellos y me la cerró al frente con las manos temblorosas. 

─── No me tengas miedo, hace muchos, muchísimos años que nos conocemos, sé más de ti que tu amiguita, no tienes por qué ser penosa conmigo ─── Alzó la vista para chocar la mía, tenía los labios apretados, seguramente guardándose algún insulto, siempre había tenido muy mala boca. 
─── Mejor compórtate si quieres comer algo hoy, cuando estabas dormido te sonaban las tripas como un muerto de hambre ─── Apretó tanto los cordones del cuello que me faltó el aire por unos segundos. 
─── Qué agresiva.

Su soplido de irritación casi me despeina el flequillo. Me levante con ella y salimos de la carreta, detrás nos seguían su amiga y el chico de las pecas, Alastir estaba acomodando al caballo y quitándole los enganches de la carreta para que descansase, pobre animal, tirando de algo tan grande él solo, pero, aun así, se veía apacible. 

─── ¿Tu amigo está bien? ─── ¿Amigo? Ese Alastir no tenía vergüenza, jamás sería amigo de una bruja. 
─── Se ha despertado con mucha energía, y aunque lo niegue, con hambre también ─── La pelirroja lo dijo de lo más convencida, me hizo chasquear la lengua con molestia.
─── Puedo sobrevivir sin alimento, no soy tan débil como los humanos.
─── ¿Y qué eres entonces, un dios o algo así? ─── El tono de ese hombre detonaba burla y eso me ponía de los nervios, erguí la espalda. 
─── Deberías llamarme dios sí, e inclinarte ante mí. 

Respondió con una carcajada horrible, pero lo peor fue esa sonrisilla complacida que tenía Romina en su cara ¿Lo creía más imponente que yo? ¿A ese humano insolente? Iba a demostrarle como iban a terminar todos de rodillas en mi presencia. 
 
─── ¿Dónde estamos? ─── Ella tiró de mi manga mientras avanzamos hacía lo que parecía un hostal de mala muerte, pequeño, lleno de barro en la entrada y nieve a los lados, ni si quiera tenía una recepción decente. 
─── Las afueras del pueblo, irnos ahora mismo hacía el centro llamaría la atención, más aún con ti chico libro maniatado, debemos mantener un perfil bajo por el momento.
─── Pareces saber mucho sobre esas cosas Alastir ¿Lo enseñaban en trabajos manuales? ─── Me gustaba hacía preguntas inteligentes, cuando usaba el sarcasmo y sabía bien las palabras que usar, a veces se le encendía la bombilla a la bruja.
─── Bueno, a estas alturas creo que sabes muy bien que lo que menos soy es un trabajador del campo ─── Le dedicó una sonrisa que me dio asco.
─── Claramente, pero entonces ¿Qué eres? 

Yo también quería saber, ya me estaba dando curiosidad tanto misterio y vernos interrumpidos por la amiguita y el otro con cara de querer vomitar hasta el alma me hizo rodar los ojos exasperado, había demasiado estúpido a mi alrededor ¿Cómo iba a soportar tanto? Quería pasarme las manos por el pelo, pero recordé que estaba maniatado, y no me quería ver en la vergüenza de ser visto por nadie más de esa forma. 

─── Perdón... ¿Podemos entrar ya? Creo que Renny necesita agua y poder dormir un rato ─── Aelin me miraba con cara de espanto, como si yo fuera el problema ahí, claramente lo eran ellos.
─── Si entremos ─── Romina tiró de nuevo de mí, pasando a Alastir de largo, ambos nos quedamos sin saber esa misteriosa verdad por el momento ─── Vamos, pediremos dos cuartos, uno para los chicos y otro para ti y para mí. 
─── ¿Vas a dejar a... Él con ellos? ─── Buen punto para la amiga, yo tampoco deseaba descansar con esos dos. 
─── ¿Y que hacemos entonces Aelin, lo dejamos con nosotras?
─── Pues si ¿No? Tenéis ese lazo o como se llame ¿No es mejor que lo mantengas a la vista?

Ambas me miraron y yo sonreí como un niño bueno encogiéndome de hombros. 

─── Yo feliz de quedarme con vosotras. 
─── Si ya, bueno pues lo llevaremos a nuestro cuarto─── Mi bruja no parecía muy convencida, pero con librarme de esos dos garrulos yo tenía suficiente.
La posada estaba vacía, el viejo que la regía pareció muy contento de complacer a todos con las habitaciones que quisieran, las chicas escogieron la que quedaba al fondo y cerca de los baños, que ese lugar tan desastroso contara con unos pequeños baños termales fue una sorpresa para todos. 

Los cuartos eran sencillos, cuatro camas individuales que se notaba que iban a ser de lo mas incómodas, algunos muebles viejos y una ventana que daba a un patio trasero lleno de árboles y nieve, me senté en una se las camas y agite las manos levemente, ya no había necesidad de mantenerme así. 

─── Ni hablar, te vas a quedar así mientras nos bañamos y traemos algo de comida ─── Negó con la cabeza y los brazos cruzados, uno de sus mechones rojos se le escapó y danzó por su frente ─── Aelin ¿Te quedas con él un ratito en lo que me doy un baño rápido?
─── Claro, tiene pinta de ser... Bastante tranquilo ─── La chica se sentó en la cama frente a la mía, y el silencio se hizo eco en cuanto la bruja salió de la estancia. 
 
Me quedé viéndola, era de la que tanto hablaba Romina cuando era niña, Aelin esto Aelin lo otro, aunque lo comprendía, la pobre cría no había tenido mas amigos que esta que ahora tenía frente a mí. 

─── Hace mucho que oigo hablar de ti ¿Aelin verdad? Un nombre precioso, en mi mundo significa luz o brillo, según en la connotación que se use, sí que pareces un ser puro y de luz.
─── Sí, mi madre me lo puso por eso, decía que yo fui su luz entre la oscuridad, aunque no recuerdo mucho de ella ─── Sus manos empezaron a toquetear el dobladillo de su abrigo, estaba nerviosa. 
─── Es cierto, la bruja lo comentaba, perdiste a tu madre pronto, es una pena, los niños no deberían quedar solos a merced de cualquiera.
─── ¿A ti te pasó algo así? 
─── Mas o menos, quiero encontrar a mis amigos también, no estar sólo.
─── Pero dices, que vienes de otro mundo ¿Cómo volverás allí? 
─── Mis amigos están aquí, en este mundo ─── Retorcí un poco las muñecas, mostrando la incomodidad de las cuerdas ─── Creo que ya no es necesario que tenga esto ¿Sabes? He entendido que por las malas no voy a conseguir nada. 
─── No sé... ─── Desvió la mirada, seguramente no quería hacer nada que molestase a su amiga, que cervatillo tan leal, casi me enternece y todo.
─── Hey, de verdad, sólo quiero estar cómodo, de todas formas, ya no tenéis nada que necesite, ya estoy fuera del libro así que, estamos en paz ─── Lo pensó por unos momentos, mismos en los que yo no dejé de mirarla, era una humana débil llena de miedos, no me interesaba en lo más absoluto. 
─── Está bien, descansar un rato de las ataduras no tiene nada de malo ─── Asentí, y ella se levantó comenzando a desatarme las manos, nudo tras nudo, lo hacía tan despacio que me desesperaba ─── Oye ¿Te puedo preguntar algo?
─── Que menos por este favor.
─── La madre Romina... ¿Está... Ya sabes? 
─── Sí ─── Hubo un silencio, sus manos se detuvieron antes de continuar con el último nudo ─── Ambas, ella y su tía lo están, pero dudo mucho que ella lo acepte, es muy cabezona y tiene eso,esperanza, bastante inútil en este caso. 

─── ¿Cómo lo sabes?
─── Yo estaba ahí ─── Me sobé las muñecas doloridas, con marcas de las ataduras, me seguía sorprendiendo lo débil que había vuelto ─── Me escondieron antes de enfrentarse a alguien con un poder que las sobrepasaba.
─── ¿Quién er...? 

Romina abrió sin tocar siquiera, nos hizo mirar hacia la puerta y callarnos, llevaba unas toallas en las manos y olía a jabón, su pelo aún goteaba después de ese baño tan rápido.

─── ¡¿Qué hace desatado?! ─── La saludé con una de mis manos liberadas y una gran sonrisa de satisfacción. 
─── Tranquila Romina, él esta muy calmado, ni siquiera a intentado nada cuando le he quitado las cuerdas ─── Aelin se puso delante de ella con las manos por delante, la furia pelirroja no apartaba sus ojos de mi mientras trataba de acercarse.
─── ¡Quédate ahí sentado! ─── La fuerza de su orden me dejó sin aliento, mic uerpo había perdido control y no podía levantarme, la marca de las cadenas en mis manos me quemó por unos segundos. 

Así no funcionaban los lazos, esa bruja me había hecho algo más y yo iba a terminar con ella en cuanto me librara de ello.  

─── ¿Me explicas ahora bien porque te ha dado la repentina seguridad de desatarlo?
─── Estaba tranquilo, ahí sentado como un chico bueno y le dolían las muñecas, todos estamos muy cansados ─── La mirada de súplica de su amiga pareció apaciguar a la fiera, que dejó caer los hombros.
─── Está bien ¿Te ha dicho algo? 
─── Hemos estamos hablando un poco sobre nosotros, conociéndonos educadamente ─── Intervine. 
─── Sólo ha dicho algo sobre que está buscando a unos amigos ─── Aelin bajó la mirada ¿Iba a guardarse lo demás? Que curioso, entonces yo también lo haría, me convenía tener una pequeña cómplice.
─── Vale, ve a darte un baño yo me quedo con él, no tengas prisa ─── Suspiró antes de acariciar los hombros del pequeño cervatillo asustado. 

Cuando se fue, Romina tomó el lugar que tenía con anterioridad, tomó una de las toallas y se comenzó a secar la larga melena como si nada, por mi parte mi crucé de brazos, incómodo con tanto silencio.

─── ¿Qué le has modificado al lazo? ─── Fui directo, estaba seguro de que había usado alguna artimaña.
─── ¿Por qué lo dices?
─── Sabes muy bien porque lo digo.
─── Si pensabas que iba a usar un lazo común y corriente eres mucho más corto de lo que esperaba ─── Me miró con media sonrisa e hizo que el estómago me ardiera ─── Sólo le añadí una pequeña cláusula, en la que debes acatar cualquier orden directa que te dé. 

Fruncí el ceño, era más lista de lo que recordaba, pero, a fin de cuentas no era más que cuestión de paciencia que yo me recuperara y pudiese eliminar cualquiera de sus tontos trucos sobre mí.

─── ¿A quienes quieres buscar? ¿A tu ejercito o algo así? Tienes pinta de líder del mal ─── Dejó la toalla a un lado y sus ojos se clavaron en los míos, como si tratase de descifrar mis gestos.
─── Estoy buscando a mis chichos estrella, y tú me ayudarás a encontrarlos.  

CIÁN y el sello liberadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora