Capítulo 2 ; Romina

24 2 3
                                    

Aún seguía mirando al mismo lugar cuando escuché los pasos apresurados de mi madre por el pasillo, primero se asomó a mi puerta, con una mirada comprobó si estaba bien y después se giró directamente al dormitorio oscuro frente a mí, se ajustó la bata y tomó el libro en sus brazos volviéndolo a colocar en el atril como si nada. A este punto había recuperado un poco la compostura y ya me había puesto de pie a pesar de notar mis piernas temblando ligeramente, nunca había ocurrido algo así.

─── Desde esta mañana vengo notando esa energía ─── La escuché decir a medida que yo entraba en la habitación ─── Enciende las velas.

Acaté la orden sin decir nada, las encendí con los dedos mientras veía a mi madre con la mirada fija en el libro, después lo volvió a coger, revisando el sello que tenía a un costado y lo mantenía cerrado, yo miraba junto con ella, pero nada parecía fuera de lo normal.

─── ¿Lo ha hecho él? ─── Me crucé de brazos, el dormitorio estaba bastante frío a esas horas de la noche.
─── Sí, percibo mucha ira a su alrededor. Cerremos con pestillo, mañana hablaré de esto con tu tía, y tú, por nada del mundo entres esta noche ─── Era una orden directa, por su tono podía interpretar la preocupación, ambas lo estábamos.

Me encerré en mi cuarto y dejé una vela encendida para no sentirme incómoda en la oscuridad, aunque no pegué ojo en casi toda la noche.


. . .

─── ¿Y se abrieron las puertas, así como en una novela de terror? ─── Aelin más que asustada estaba fascinada cuando le conté mi susto de la noche anterior.
─── Si, y nunca había hecho nada de eso, tú sabes que como mucho apaga las velas, hace sonidos y poco más, esto fue muy extraño.

A primera hora la farmacia no tenía muchos clientes, siempre aprovechábamos el tiempo organizando la nueva mercancía o hablando como en aquel momento, ambas sentadas tras el mostrador con la mirada perdida en la puerta al exterior. Mi madre salió de la casa conmigo por la mañana, cosa que me dejaba más tranquila pues dejarla allí sola me habría tenido de los nervios. Cuando iba comentarle a mi amiga lo que mi madre me dijo sobre el libro la campana de la entrada sonó.



─── Tía Rebeca ¿No volvías por la noche? ─── Su cabello rubio relucía con las luces de la farmacia, aunque no tanto como sus labios rojos y ese atuendo tan elegante que solía llevar.
─── Qué formal Romina ¿Es que no te alegras de verme?
─── Sabes que sí, pero no te esperaba hasta la noche ─── Le regalé una sonrisa mientras volvía a una postura más relajada, si estaba aquí ya no habría de que preocuparse.
─── He adelantado mi vuelta, ya me estaba aburriendo por allí ─── Le restó importancia con un gesto de su mano antes de continuar ─── ¿Dónde está tu padre Aelin? He venido a hacerle un pedido.

Aelin le dijo que estaba en la trastienda y como siempre mi tía entró como si fuera su casa, ambas nos reímos por lo bajo, sabiendo lo nervioso que se ponía el señor Hondell en la presencia de Rebecca, sobre todo se sonrojaba cada vez que ella le lanzaba alguno de sus piropos. Cuando mi tía se fue nos dejó con una simple despedida de su mano, no fue hasta minutos después que el padre de Aelin salió, estaba pálido y yo sentía que algo no iba bien.

─── Necesito que vayáis a por un pedido a las afueras del pueblo, parece que el transporte ha tenido problemas y no van a poder llegar hasta aquí ─── Su tono era serio y seco, aunque Aelin no pareció notarle nada cuando le respondió.
─── ¿Y no pueden arreglarlo? Si son muchas cosas vamos a volver cargadas por un largo camino.
─── No. Quiero que vayáis ahora mismo, por favor, salid ya.

Nos miramos un par de veces en pocos segundos, no entendíamos muy bien la insistencia, pero terminamos por hacerlo, cruzamos el pueblo a pie, disfrutando de los primeros copos de nieve, aún no cuajaba, pero seguro que por la noche lo haría y podrían amanecer con las calles teñidas de blanco.

─── Debe ser un pedido muy importante para que nos haga caminar tanto con este maldito frío ¿Por qué se habrá puesto así? ─── Aelin caminaba abrazada a su cuerpo, envuelta en un grueso abrigo marrón y una bufanda en tonos crema.
─── No lo sé, pero tenía mala cara ─── Yo iba a su par, envuelta en mi abrigo negro y largo, parecíamos dos señoras batallando contra el viento que se empezaba a levantar.
─── Seguramente porque es algo muy caro, si no, no me explico por qué la urgencia.

Asentí, aunque no estaba muy segura de ello, desde que le vi la expresión sentía un mal presentimiento en el pecho, una presión que no cesaba a medida que nos íbamos alejando del pueblo. Llegamos al punto más alejado, donde tan sólo quedaba un camino de tierra viejo que conducía a unas granjas abandonadas y aún más alejadas, no había nadie allí, ni siquiera los restos de que hubiese habido alguien.

─── ¿Seguimos un poco más? Tal vez esté más adelante ─── Ella estaba tan desconcertada como yo, su padre no nos habría mandado tan lejos si no estuviera seguro de que aquí estaba.
─── Esto es muy raro, creo que deberíamos volver.
─── ¿Tienes un mal presentimiento o algo así?

CIÁN y el sello liberadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora