Capítulo 8 ; Romina

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Aún estaba con la toalla en la mano, mirando al hombre frente a mí, ese que hablaba tan confiado y que decía las cosas como si, si o sí se fueran a cumplir de la forma en las que el las dictaba. 

─── No ───Volví a terminar el secado de mi pelo como si nada.
─── ¿No? ─── Me lanzó su miradita, esa con las cejas alzadas que me confirmaba lo engreído que era. ─── ¿Así sin más, sin querer saber quienes son o por qué los estoy buscando?
─── No sirve de nada que lo sepa si antes de que empieces tan siquiera a buscarlos ya estarás en tu lugar de nuevo.
─── ¿Y cual es mi lugar?
─── En el libro, por supuesto.
─── Nunca volverá a suceder, ese será tu sueño húmedo cada noche.
─── ¿Cómo que húm...? Déjalo ─── Rodé la mirada, no iba jedar que me pusiera de los nervios de nuevo.

Tenerlo desatado o no ya no importaba, ahora que había comprobado que el lazo surgió su efecto podría tenerle controlado en lo que pensaba como devolverlo al libro, agradecí enormemente que Alastir lo recogiera después de todo lo que ocurrió en aquel momento sólo podía pensar en que casi pierdo a Aelin y en el maldito Cían libre. 

Suspiré y dejé la toalla sobre la mesilla, no estaba segura si estaba más cómoda cuando hablaba o con su silencio, pues este me hacía dar vueltas a las cosas, a todo lo que había pasado en veinticuatro horas, el día anterior sobre esa misma hora estaba llegando a la farmacia, a trabajar como en un día cualquiera, y en ese instante estaba lejos de casa, con el libro abierto y sin noticias de mi madre.  

En parte le creía lo que me dijo Cían, pero otra parte de mí quería que no fuera cierto, pues si no lo había sentido si no lo había visto, podría no ser real, podría ser una artimaña decían para que me vuelva vulnerable y poder manipular mis emociones. 

─── Entonces ¿Iremos a comer o no? Es muy aburrido quedarme aquí viendo esa cara que pones.
─── Servirán desayuno pronto, esperemos que vuelva Aelin ─── Yo misma me escuchaba cansada, me dolía cada músculo de mi cuerpo y a pesar de haber aprovechado el agua caliente aún no me sentía bien. 
─── Y mientras esperamos ¿Por qué no me dices que cláusulas trae este bonito lazo que nos has puesto? ─── Claramente no iba a pasar hasta saberlo.
─── Son tres, la primera ya la conoces, lealtad mutua hasta el rompimiento del lazo, que normalmente se rompería por mutuo acuerdo, si los dos lo deseáramos, pero este depende de la segunda clausula. Obediencia, diseñé el hechizo para hacer que el otro contrayente del lazo básicamente tuviera que seguir cada orden que le diese. Y eso me lleva a la tercera, el lazo solo puede romperse si yo deseo que lo haga ─── También incluía algunos detalles como el deber no separarnos para que no perdiera efectividad, pero esa parte preferí omitirla con él. 

─── ¿Qué clase de porquería me has puesto? ─── Sus pupilas se habían dilatado tanto que sus ojos parecían totalmente negros, tenía la mandíbula apretada e irradiaba violencia por los poros. 

─── Quieto ─── No se movió, pero aún me seguía mirando de esa forma que me ponía la piel de gallina.  

─── ¿Quieto? ¡¿Cómo un maldito perro?! ─── Los músculos de su cuerpo se tensaban a medida que trataba de moverse, estaba haciendo tanta fuerza que los dedos de sus manos ya estaban totalmente hundidos en el colchón.

─── No puedo dar órdenes sobre tus emociones, decirte que te tranquilices, que te alegres, cosas así no surtirán ningún efecto. Solo tengo poder sobre tus acciones físicas por resumirlo más fácilmente.  

Resopló, como un toro enfurecido y me quitó su mirada, ahora la tenía fija en el suelo parecía pensar, maquinar y yo decidí alejarme un poco, acercarme al mueble con espejo y terminar de arreglarme el pelo en una trenza, en el reflejo aún podía verle tenso, de perfil su mandíbula se veía más marcada, adornada por esos cabellos revueltos y negros como el ébano y aún que el sol ya estaba entrando por la ventana, seguían sin verse sin una mota de otro color.  

Aelin entró unos minutos después rompiendo el incómodo silencio, para cuando estuvimos los tres juntos Cían había cambiado su semblante a uno más relajado, como si no hubiese estado enfadado unos minutos atrás. Cuando fuimos a comer se comportó como cualquier persona normal, hablaba con Aelin sobre las medicinas de su mundo, como la magia había avanzado tanto que las hierbas ya casi no se usaban, los curanderos tenían su propio poder, un consejo más en su reino que se dedicaba a la salud del pueblo, también mencionó de pasada a sus amigos, no dio detalles, sólo que tenía ganas de encontrarlos y que todos habían "caído" en este mundo.  

Cuando le preguntamos sobre esa caída o por qué él había terminado sellado en un libro volvía a comer y sonreía, no nos dio respuesta. Seguía reservándose muchas cosas y una parte de mi me decía que no confiara en él.  

─── Vamos Cían, nos has contado un montón de cosas de tu mundo ¿Y no nos dirás sobre tus amigos? ─── Aelin era muy insistente, Cían le había dado alas a su imaginación contándole tantos detalles mágicos.
─── No puedo contaros todo, perdería todo el encanto de mi misterio.
─── ¡Pero que malo! Romina, sonsácale la verdad, algún truco debe haber. 
─── No recuerdo ninguno así ─── Me limité a terminar mi caldo, que quería pensar era de pollo, por que a simple vista no lo parecía ─── No te dejes embaucar, tiene un piquito de oro.
─── Gracias. 
─── No es un cumplido, Cían ─── El muy descarado me sacó la lengua.
─── No me estoy dejando embaucar, solo quiero saber mas cosas ¿Es que tu no? ─── Mi amiga parecía mas animada, y eso en parte me alegraba, pero a veces se dejaba llevar por la inocencia, por la curiosidad y a mi me tocaba ponerle un poco el freno.
─── Si, pero ya has visto, no va a soltar palabra de lo que nos interesa.  

Aelin arrugó la nariz volviendo a su plato, al fin se había dado por vencida, al menos durante un rato, seguro que si tenía la oportunidad de volver a estar a solas con él lo acribillaría a preguntas de nuevo.

─── ¿Por qué no han venido Alastir y Renny? ─── Se me hacía raro que aún no hubiesen aparecido.
─── Antes he visto a Alastir en el pasillo, me ha dicho que el pobre Renny aún se encontraba mal... Es más, quiero ir a por unas hierbas para el dolor de cabeza que debe de tener ─── Me hizo esos malditos ojos de cordero degollado. ─── Hay por aquí cerca, no me mires así.
─── Más bien no me mires tu así, con esos ojitos que consiguen todo ─── Le apunté con la cuchara. 
─── Qué relación tan hermosa ¿No podríamos hacerla de tres? ─── Interrumpió Cían.
─── No ─── Respondimos ambas a la par. 
─── Debería salir, conseguir esas hierbas y algo de ropa, a pesar de habernos bañad seguimos con la misma, y seamos sinceras yo llamo menos la atención ─── Aelin tenía razón, yo sabía que la tenía, pero mi miedo de que alguien pudiera hacerle algo seguía latente en mi pecho.
─── ¿Por qué no esperas a que Renny se mejore y vas con él? Tengo que reconocer que el chico se ha portado bien contigo ─── Me encogí de hombros y a ella se le colorearon las mejillas de un bonito rosado, claramente le gustaba el muchacho y de momento, tanto él como Alastir se estaban comportando.  
─── Bueno, entonces voy a agarrar las hierbas del jardín trasero, el anciano de la posada me dijo que tiene algunas medicinales ahí.  

Asentí y me quedé viendo como salía del pequeño comedor, casi no comí nada, aun tenía el estómago revuelto por todos los nervios que habíamos pasado, por la incertidumbre que causaron en mí las palabras de cían sobre mi madre, daban vueltas a mi cabeza tanto como lo hacían mis tripas.  

─── Tienes mala cara, bruja ¿Algo te revuelve la conciencia? ─── No había dejado de mirarme, estar sentado frente a mi contribuía a ello pero, comenzaba a ser incómodo.
─── Nada de tu incumbencia.  
─── ¿Así nos vamos a llevar? Vamos mujer, si vamos a pasar tanto tiempo juntos, deberíamos tener un lazo más ameno.  
─── Tienes mucha esperanza de que vas a pasar bastante tiempo conmigo fuera de ese libro.
─── Tu y yo sabemos que es una realidad ─── Apoyó los codos en la mesa para inclinarse hacia mí y bajar la voz ─── No tienes ni idea de como devolverme ahí, y averiguarlo te va a llevar muchísimo tiempo, más aún con lo torpe que eres.
─── No soy torpe ─── Me ponía de los nervios, siempre encontraba la forma de menospreciarme, como si supiera todo de mí.
─── Claro que lo eres, con ocho años tu madre te pidió que le recogieras unas hierbas del jardín, pero que tuvieras cuidado porque había llovido, obviamente no lo tuviste cuando apareciste con barro hasta la cintura y heridas en las rodillas, ni una simple tarea podías hacer ─── Era cierto, ese día me resbalé a la entrada del invernadero y caí en un charco de barro, me herí las rodillas con las piedras del fondo del fango ¿Cómo podía recordar esos detalles ─── Que cara más graciosa ¿No lo recuerdas Romina? Yo siempre estuve ahí. 
─── Pero estabas en la habitación, todo aquello ocurrió en la cocina ─── No estaba en su rango de visión, no al menos en el de ese ojo que siempre decoraba la portada. 
─── Ahí dentro tenía mucho tiempo para desarrollar mis habilidades y ampliar mi visión en algunas partes de la casa ─── Me dedicó una sonrisa de superioridad y yo me dejé caer en el respaldo de la silla.
─── Entonces conocías y escuchabas todo lo que pasaba, en toda la casa. ¿Todo? ─── Se calló un par de segundos que se me hicieron eternos, antes de responder pude ver como los ojos le brillaban, mis mejillas se encendieron al instante.
─── Todo, hasta las cositas que hacías en tu habitación. 

Me puse encendida y mi primera acción fue tirarle una cuchara que no tardó en esquivar poniendo los antebrazos sobre su rostro, su risa floja me puso más nerviosa de lo que estaba ¿Qué tanto había escuchado? No lo quería ni pensar, resultaba que jamás tuve intimidad en mi casa, tenía ganas de esconderme bajo la mesa y a la vez de tomarlo por el cuello y zarandearlo.

─── ¡Eres un pervertido! ─── Me llevé las manos a la cara y me puse de pie para darle la espalda, no quería que se burlara de lo roja que estaba.
─── Oye no me culpes, tampoco es como que tuviera otra cosa que hacer ─── Escuché como también se levantaba y se ponía a mi lado, le miré de lado aún con las mejillas ardiendo ─── A mi también me gustaría darme un baño ¿Por qué tengo que ser el único que sigue cubierto de tierra? Tengo las botas empapadas por la nieve.
─── ¿Y quieres que te deje en un baño termal al aire libre sólo para que te puedas escabullir, no es así? ─── Me quité las manos de la cara y crucé los brazos.
─── No me voy a escabullir a ningún sitio, menos si me das la orden de sólo bañarme y volver ¿Qué pasa, bruja, no confías en tu propio hechizo? ─── Se inclinó para mirarme de cerca con esa sonrisa socarrona, me sacaba de quicio. 
─── Estoy muy segura de él ─── Bufé, pero dejarlo sólo me seguía poniendo nerviosa, era muy listo, había manipulado a Aelin con facilidad, necesitaba de alguien que le echara un ojo y no fuera tan voluble ─── Está bien, le pediré a Alastir que vaya contigo, así no estarás solito, podrás hacer otro amigo ¿Quién sabe y te lleves tan bien con él como con mi amiga? Pareces tener don de gentes. 

Comencé a caminar para salir del comedor, tras de mi escuchaba sus pasos pesados y sus quejas.

─── No, ese tío no. Me lanzó una flecha ¿y si hubiera fallado? Tendrías un Cían muerto.
─── Dudo mucho que te hubiera matado, tiene muy buena puntería, fue de mucha ayuda en realidad ─── Le escuché burlarse por lo bajo, pero seguí adelante.

Cuando cruzamos el umbral que daba a la recepción le detuve poniendo el dorso de la mano sobre su pecho, antes de protestar se dio cuenta de lo mismo que yo, se escuchaban un par de voces masculinas hablar con el dueño del hostal.
 

─── No tengo a nadie alojado ahora mismo, la cosa ha estado realmente mal este invierno, con estos temporales las personas evitan viajar ─── La voz del anciano sonaba tranquila, no entendimos porque mentía hasta que escuchamos al siguiente.

─── La corona está muy interesa en encontrar a esas personas señor, si les viera nos ayudaría mucho que lo reportara al soldado o caballero mas cercano.
─── Claro que sí, no se preocupen, en mi hostal somos fieles seguidores de la corona, si veo a esas personas no tardare en avisar ─── Hubo un corto silencio antes de que el anciano continuase ─── No quiero hacerles perder más tiempo,seguro que tienen muchos sitios a los que ir.

Al parecer los soldados entendieron el mensaje pues los escuchamos salir, miré a Cían, estaba tan sorprendido como yo de que el dueño nos hubiese encubierto de esa forma. Cuando sentimos que ya no había nadie es que salimos y nos acercamos al mostrador.

─── Señor ─── Alzó la mano y no me dejó decir nada más.
─── No pasa nada, ya me han llegado noticias de lo que paso en Rovkever, la corona se ha vuelto salvaje y despiadada desde que los Montgomery subieron al trono, no voy a dejar que entren aquí a desbaratar todo mi hostal para llevarse a unos muchachos, volved dentro ─── Su vista se veía cansada, el pelo canoso era escaso por su frente, adornada por unas grandes arrugas, pero a pesar del cansancio evidente, pude ver el brillo de la lucha en sus ojos.
─── Gracias, no le daremos problemas ¿Verdad? ─── Miré a Cían, estaba curiosamente callado.
─── Por supuesto, si ellos caballeros vienen de nuevo yo mismo me encargaré de ellos.
─── Eso no... Eso no es precisamente no dar problemas ─── Me disponía a regañarle cuando escuché una risa baja por parte del anciano.
─── Estoy seguro de que lo harías chico, estoy seguro. Venga, id a descansar.

Con un movimiento de sus manos nos echó del lugar, pero fue agradable poder ver esa pequeña sonrisa en su rostro. Fuimos hasta la habitación donde Alastir estaba con Renny, el chico seguía tendido en la cama, pero al menos ya estaba despierto, Cían se quedó apoyado en la puerta con cara de fastidio mientras yo me acercaba.

─── ¿Cómo sigues, Renny? ─── Me arrodillé al lado de su cama, Alastir estaba sentado en la de al lado a mi espalda.
─── Ya me duele bastante menos.
─── Me alegra saber eso, Aelin fue por unas hierbas para ayudarte, está muy preocupada por ti, así que no me la asustes ¿Vale?

Asintió, aun se veía algo débil, el golpe fue muy fuerte y podía verse la sangre seca cerca de su nuca. Le acaricié los cabellos de la frente antes de levantarme y girarme hacía el otro.

─── Necesito un pequeño favor, Alastir.   

CIÁN y el sello liberadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora