El trayecto se iba volviendo más lento, el camino perdía su firmeza y podían sentirse los hoyos del camino cuando la carreta comenzó a tambalearse de un lado a otro, cosa que no pareció importarle mucho a mi amiga y al otro descarado, si estuviéramos a solas me habría encantado agarrarla de los pelos por su imprudencia.
─── ¿Y ese libro que lleváis tan apretadito las dos que es? Empiezo a sentir envidia de él ─── Renny era de esos tipos que no callaba ni debajo de agua y Aelin era del mismo tipo, fue como viajar con dos cotorras. ─── Además es lo único que va con vosotras, ni equipaje ni nada ¿Qué os pasó?
─── Están huyendo Renny, no seas estúpido ─── El hombre de negro del fondo nos hizo girar la cabeza al mismo tiempo, su voz era profunda, rasgada como la de alguien que fuma demasiado, nadie dijo nada y él prosiguió ─── Ya viste cómo estaba el pueblo que rodeamos, por sus ojos asustados seguramente vienen de ahí, déjalas reposar un rato chico.
Hubo unos segundos de silencio, pero agradecí enormemente que se desviara de tema y ya no estuvieran poniendo atención al libro.
Debes estar muy asustada ─── Primero se dirigió a mi amiga, si no conociera yo esa mirada, claramente había puesto los ojos sobre ella ─── Tratad de descansar un poco.
Ambas asentimos, y por un largo rato nadie dijo nada, al menos en nuestras voces, podían escucharse los sonidos de la carreta y aunque de cerrar los ojos, los huecos constantes en el camino nos mantuvieron a casi todos despiertos. Yo prefería mirar por la parte trasera, como el trayecto recién recorrido se iba zambullendo en la oscuridad de la noche, que esa en concreto era de las más negras que había vivido.
Ya no me parecían tan mala gente, al menos no nos habían atacado, tratado de robarnos o dicho nada extraño, de momento mis sospechas se habían calmado, aunque aún tenía claro que mentían sobre su profesión, pero con suerte nos separaríamos al llegar al siguiente pueblo y ya no habría de qué preocuparse, eso sí, no dejaba de pensarlo, una y otra vez, no me gusta estar aquí, no deseo estar aquí, hasta que tuve respuesta.
"Yo tampoco"
No me inmuté, pues no quería alertar a mi amiga o a los hombres que me acompañaban, pero escucharlo en mi mente, sentir su voz retumbar en mi interior me puso los pelos de punta, era como si cada vez estuviéramos creando una conexión mayor, y no sería tan raro, pues jamás había pasado tantas horas con el libro.
Sin ser del todo consciente comencé a acariciar el lomo de este, casi como si quisiera calmarlo, o calmarme a mí misma, no tenía muy claro a quién iba dirigido. Un consuelo a mí misma tal vez, por no dejar de darle vueltas a lo errática que sonaba la voz de mi madre a través del fuego, de cómo echaba de menos mi casa que seguramente no era más que cenizas, de no haberme despedido de ella cuando podía, de mi casa, de mi pequeño aquelarre, de un momento a otro todo de había esfumado y sólo me quedaba él, el que siempre quedaría a pesar de que nosotras muriéramos de viejas, pues el libro siempre estaría ahí ¿Cuántas generaciones habría conocido? ¿Cuántas habría visto perecer por la vejez o por otras causas? Siempre me hacía me hacía esas preguntas, las cuales ni mi madre ni mi tía podían responderme, pues al parecer ni ellas mismas sabían o eso me hacía creer.
No tardamos mucho en detenernos, el que conducía anunció una pequeña parada para un descanso y a mi no me venía nada mal estirar un poco las piernas, cuando me bajé, aún con el libro en mis brazos, Aelin se quedó charlando con Renny y pude ver como Theodore le estaba dando agua al caballo, que ya se veía demasiado cansado el pobre.
Me quedé esperando a que el cochero se alejase para poder acercarme al caballo, acaricie su cuello varias veces pues era bastante dócil y me daba pena que seguramente ya sintiera dolor en su cuerpo por hacer tanta fuerza, me aseguré de que nadie me viera, o al menos eso intenté antes de susurrar algo sencillo en su oído, un hechizo que aliviaría sus dolores por unas horas. Sus ojos parecían recobrar el brillo y pude percibir su agradecimiento cuando inclinó la cabeza para rozar la mía.
─── Espero que te dejen descansar cuando lleguemos.
─── Se llama Rufus, le gustan demasiado las chicas ─── El hombre del cabello trenzado apareció a mi espalda tan de repente que me hizo dar un respingo, terminó de ponerse una chaqueta amplia y negra antes de volver a hablar ─── No te asustes, no tengo intención de buscarme problemas con una bruja.
No dije nada, pero sí que me pilló por sorpresa y me hizo apretar el libro contra mi pecho, instintivamente ya estaba a la defensiva. Él me miró de lado, y sonrió de una forma que hizo que los músculos se me aflojaran.
─── Soy Alastir.
─── Romina ─── Mi voz salió temblorosa, por el frío y la desconfianza que aún sentía por aquellos extraños ─── ¿Cómo lo has sabido? Que soy una bruja.
─── He visto que le has hecho algo a Rufus, y se ha puesto de excelente humor, además ese libro que tienes ahí tiene mala pinta ─── Lo señaló con descaro antes de comenzar a acariciar al caballo, que curiosamente se sentía de lo más tranquilo a su lado.
─── Pienso lo mismo de él.
"Qué mala"
De nuevo hablando en mi mente, aunque alcé la vista para comprobar que Alastir no lo había escuchado, pero parecía absorto colocando las crines del animal lejos de sus ojos.
─── ¿Habéis trazado un plan para cuando volváis a estar solas?
─── Creo que eso no es de tu incumbencia, Alastir.
─── Tan desconfiada, haces bien ─── Cuando e puso bajo la luz del farolillo es que al fin pude observar las facciones de Alastir. Sus ojos eran oscuros y rasgados, unas pestañas frondosas y una de sus cejas estaba rota en el centro por una pequeña cicatriz, no parecía tener más de treinta y pocos años, era más alto que yo por bastante, y aunque parecía delgado podía notarse algo de musculatura bajo sus ropas.
Claramente no era un trabajador del campo tampoco, si me hicieran apostar por algo, tal vez lo haría por un mercenario y eso no es que me tranquilizara demasiado, a lo mejor y no era tan mala idea mantener la fiesta en paz el resto del viaje.
─── Lo siento, ha sido un día muy pesado ─── Una disculpa disfrazada de una falsa sonrisa, en cuanto nos miramos a los ojos supe que él se había percatado de eso.
─── Da igual, has ayudado a Rufus, con eso estamos bien, es un buen amigo este viejo chico.
─── ¿Tiene muchos años?
─── Unos cuantos, pero sigue teniendo la fuerza y el temperamento de un adolescente ─── Le dio un par de palmadas en el cuello a Rufus y después guardó las manos en los bolsillos, sólo dio un paso y ya estaba mucho más cerca de mi de lo que esperaba ─── Pero para que estemos bien del todo, bajaos de la carreta lo más pronto que podáis.
Mi gesto reflejaba la sorpresa y el miedo de sus palabras, eso y el como me temblaron las manos de pensar por qué me quería advertir de esa forma, si Alastir no era peligroso ¿Entonces lo era Renny? Y yo había dejado sola a Aelin con él, me di la vuelta sin siquiera despedirme para volver a la parte trasera de la carreta, la recorrí al completo con la mirada, y a pesar de la oscuridad pude entender que mi amiga ya no estaba allí y el estúpido de ese chico tampoco.
─── Han dicho que se iban a acercar a los árboles, sabrán los dioses para que, yo no─── De nuevo volví a parecer a mi espalda, y a ese paso iba a conseguir que se me terminara por parar el corazón.
─── ¡Deja de aparecerte así! ─── Tomé aire, apretando el libro contra mi y volviendo a ver a Alastir ─── ¿Hacia dónde?
─── No lo sé ─── Se encogió de hombros con media sonrisa, aún tenía las manos en los bolsillos.
─── Alastir, mira, no me hagas enfadar, si sabes hacia dónde han ido, dímelo.
─── ¿Y qué pasa si te enfadas?
─── Que tú, la carreta y tus compañeros, menos el pobre de Rufus, acabaréis ardiendo como si esto se hubiera vuelto el maldito infierno.
Hubo un silencio de unos segundos, en el que no le aparté la mirada ni pensaba echarme atrás en ningún momento, entonces fue él quien rompió el silencio.
─── Bueno, si es así no me queda más remedio que guiarte, bruja.
───Buena elección.
Le seguí camino abajo, unos cuantos metros hasta que vimos la luz de un farolillo entre las ramas, después se escucharon algunas risas y sentí que el corazón me volvía a latir a un ritmo normal. En cuando Aelin y Renny salieron ante nosotros no tarde en acercarme a ella a paso ligero y tomarla del brazo.
─── ¿Tu eres tonta o qué te pasa? Casi me da algo ─── Mi voz casi se quiebra de imaginar que le hubiese podido pasar algo.
─── Auch, pero que exagerada eres Romina, sólo hemos ido a estirar un poco las piernas, Renny es un chico muy tranquilo─── Movió ligeramente el brazo hasta que me decidía soltarla.
─── Vaya, no sabíamos que te ibas a enfadar tanto, mis más sinceras disculpas ─── Renny a un lado de ella hizo una leve reverencia, que ni siquiera estaba bien hecha y después se volvió hacia Alastir ─── ¿Te ha arrastrado a ti hasta aquí?
─── Que va, yo he venido por mi propia y humilde voluntad.
Bastó que esos dos se miraran para que ambos supieran que mentía. Por mi parte sólo emití un suspiro de alivio y tomé a mi amiga de la mano para volver a la carreta, detrás de nosotras esos dos se reían y cuchicheaban como si nada. Aelin no se libró de un par de regaños mas antes de que llegásemos, pues cuando estuvimos al pie del transporte todos nos quedamos mudos. El farolillo que estaba enganchado al carruaje ya no estaba, podíamos escuchar la respiración del caballo al otro lado, pero por lo demás, solo había oscuridad y silencio.
─── ¿Y Theo y Pol? ─── Renny fue el primero en hablar, Alastir el que le respondió.
─── Estaban por aquí, pero no escucho absolutamente nada, como si se hubieran esfumado.
─── Pero Pol estaba roncando en la carreta, y tiene un sueño muy pesado ¿Cómo puede haberse ido tan rápido?
─── No se han ido, deben seguir por aquí.
Alastir se adentró un poco en el bosque, en un par de segundos le perdimos de vista en la oscuridad, los tres nos quedamos callados y en alerta a cualquier cosa que pudiera suceder, pero realmente no ver nada era una pésima ayuda. Le dije a Aelin que sujetara el libro un momento mientras o encendía una se las antorchas viejas que estaban tiradas en la carreta, me alejé de Renny para que no me viera usar mi poder cuando estaba volviendo con ellos, ya con la luz de la antorcha guiándome fue que todo se fue al traste.
─── ¡Romina, no vengas! ─── El gritó de Aelin me hizo parar en seco y luego correr ¿Cómo no iba a ir a ayudarla, aunque no supiera que estaba pasando? Mis pies ya se movían solos, tan solo se detuvieron cuando la antorcha iluminó toda aquella escena.
El cochero, Theodore, tenía a mi amiga tomada por los brazos, los mantenía a su espalda y le impedía moverse, Renny estaba en el suelo, boca abajo podía ver algo de sangre en su frente, seguramente por que le habrían golpeado, Pol, del que no sabía su nombre hasta ahora, es él que tenía el libro en sus manos, haciendo fuerza contra el cierre y tratando de abrirlo.
─── ¡Espera, no lo hagas! ─── Alcé la mano libre en un gesto de pausa, un tiempo muerto que no estaba segura de si me iban a dar. ─── Es peligroso, la magia que contiene... Podría matarte.
Ni siquiera estaba segura de aquello pues no conocía mas de ese libro que lo que conocían esos propios hombres, a los que les habría parecido valioso y por eso querían conocer su interior, valorarlo y ver en cuanto podrían venderlo en el mercado negro. Entonces lo vi claro, eran ladrones.
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CIÁN y el sello liberado
FantasyRomina ha crecido en un pequeño aquelarre lleno de secretos, de los cuales ella no es consciente, lo único que sabe es que deben proteger ese libro que han heredado por generaciones y que tienen prohibido abrir bajo ningún concepto. Pero no todo ser...