Historias de capítulo único en las que tus ideas, desde las más bonitas hasta las más sentimentales, serán plasmadas a través de mis dedos.
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-¿Con qué integrante quieres...
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Título: Sabor dulce, soju de melocotón
Podría decir que el mismo día que la conocí, caí profundamente por ella: su cabello extremadamente corto, por el que tantas burlas recibía pero a ella tanto le gustaba, sus ojos color avellana, las manos tan pequeñas que tenía, y esa personalidad tan característica, risueña, libre. Era muy difícil no quedarte embelesado mirándola, al menos era lo que yo pensaba, que había caído desde el momento que la vi por primera vez. Mis amigos me habían invitado a algo que llamaron "cita grupal", prometiéndome que no intentarían nada ni me presionarían a hacer algo que no quisiera, tan sólo comer, beber y disfrutar. Creí firmemente que me aburriría y me iría el primero, pero cuando ella apareció con una amiga suya por la puerta de la sala que habíamos reservado decidí que me quedaría todo el tiempo que ella estuviese, sin duda alguna. Ni siquiera necesité hablarle por mí mismo, un simple cruce de miradas hizo que todo fluyese por sí solo, el resto lo comenzó ella al completo: una amena conversación, miradas de soslayo, algún que otro choque de copas al brindar, y unas sonrisas coquetas por mi parte.
Desde ese día habían pasado meses y meses, y habíamos mantenido un contacto muy unido, además de porque estábamos en la misma universidad, porque ambos habíamos conectado de forma bastante amistosa, al menos así lo veía ella. Aquel día, veinte de noviembre, cruzando por los pasillos para ir a clase, antes de doblar en una esquina conseguí distinguir su voz entre las risas de dos personas más, y mi nombre era el protagonista de la conversación.
—¿Jeongin? —dijo ella. Escuchar mi nombre salir de sus labios era cautivador. —No, es más como mi mejor amigo, puedo hablar con él prácticamente de todo. Además, le saco un año, no sé, sonará a estupidez, pero me da la sensación de que es un bebé. —
Al principio me apoyé en la pared para seguir escuchando, con la sonrisa de mi rostro totalmente borrada aunque no hubiese dicho nada malo.
—Pero Sayu, literalmente os lleváis nada y menos, ¿qué tendrá que ver eso? —respondió su amiga, a lo que asentí aunque no fuese parte de la conversación. —Además, se nota que tú le gustas, y un montón he de decir. —
El silencio pareció mucho más largo desde mi punto de vista, tan sólo escuchaba mi pulso mientras me comía las uñas de los nervios que me causaba la espera.
—No, lo siento, no puedo verle románticamente. —
Podría decir que me lo esperaba, podría decir que todo seguía y que conservar la amistad que tenemos era mucho mejor que cualquier otra cosa, pero no podía decirlo en voz alta sin asimilarlo al completo: me habían roto el corazón sin siquiera saberlo, porque la inocencia que me caracterizaba me había hecho creer que tenía una mínima oportunidad con ella. Qué fe, ya que ahora no podría ni mirarla a la cara sin querer echarme a llorar o correr por la vergüenza, o por la aguda presión que notaba en el pecho. Ese mismo día habíamos quedado en la cafetería para comer y más tarde ir a la biblioteca, pero el estar solos en esa situación hizo que el nudo que tenía en el estómago le escribiese un corto pero conciso mensaje: "me voy a casa, me encuentro mal". Nada más llegar al piso que compartía con dos amigos más me fui a mi habitación y me tiré a la cama con la persiana cerrada y las luces apagadas. La pantalla de mi móvil se iluminó al recibir un mensaje, aunque lo aparté al instante para poder ver el fondo de bloqueo de mi teléfono: ambos, Sayu y yo, salíamos caminando por la calle. Ella reía y yo la miraba sonriendo. La foto nos la habían hecho sin que nos diésemos cuenta, por ello era tan única y tan real, y por ello me dolió todavía más.