16|Sin opción

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El día llegó con una noticia que Tom no se esperaba en lo absoluto. Edgar había regresado con una información valiosa que muy pronto compartió con él. Se trataba de esa extraña medicina que la novata había mencionado y tuvo el extraño presentimiento que, lejos de ser una cura, era una forma letal de evitar que hubiera más infectados. Tras varios años de investigación estaba a nada de ser obligatoria para los alfas de esa majestuosa ciudad que, por más que le buscaba fallas, parecía no tener ninguna. La famosa cura que Cassian y Keshan habían mencionado sólo se había suministrado a oficiales de alto rango. Luther también mencionó que no era una medicina común y corriente, sino que ella parecía alterar el virus y de esa forma los enfermaba. En los alfas sanos impediría que el virus los mutara por completo, en un infectado posiblemente sería letal.

Tom se había despedido de Luther tras escuchar que estaría investigando más de cerca la evolución de la novata y también se moría por conseguir una muestra.

—Cassian dijo que la conseguiría —Edgar añadió al final de la plática y se fue a buscar algo para comer.

No estaba seguro de poder confiar en esos alfas, al final podían traicionarlos y llevar todo lo que había construido a la ruina. Aunque también ellos podían ser material de investigación, era imposible simplemente secuestrarlos y llevarlos con Luther.

—Kaz —Tom llegó a la cocina donde encontró a los tres humanos y a Cameron charlando animados.

Era tan irreal que le costó darse cuenta de que era algo real, que estaba sucediendo.

Luther concluyó que el comportamiento de Cameron se debía a que su madre era humana y por eso se relacionaba fácilmente con ellos, a diferencia de Edgar, quien todavía se encontraba reacio a acercarse porque, según él, era peligroso. Tom no tenía problemas con los humanos, sus aromas no le causaban reacción.

Aunque si se trataba de su omega las cosas cambiaban.

El omega bajó de un brinco del banco y se encaminó hacia él, nadie les prestó atención cuando se fueron hacia el cuarto y compartieron esa pequeña intimidad que muy pronto se volvió acalorada.

Cuando Tom deslizó sus manos dentro de la chamarra de Kaz, el omega tembló y buscó con más demanda sus labios, profundizar ese pequeño beso que lo volvió loco. Tan loco que sentía su sangre comenzar a hervir.

Lo empujó cuando sus colmillos estuvieron a punto de perforar su carne.

—Saldré un rato.

Kaz asintió para verlo salir por la ventana, necesitaba calmarse, comer, saciar el hambre que sentía y caminó por la ciudad en busca de algo.

O de alguien.

—¡Líder! ¡Tenemos carne de sobra!

Uno de sus compañeros le ofreció comida, la aceptó mientras se acercaba a la fogata y pellizcaba con sus caninos la ternura de la pierna que comía.

Se quedó con ellos un buen rato, escuchando sus historias, había un soldado de Alfa entre ellos, más calmado adaptándose poco a poco.

—El novato nos cayó bien, lo añadiremos al grupo.

Todos los días era recibir esa clase de informes, si se iban, le informaban a dónde, si llegaban nuevos miembros, entonces también se lo decían, si moría alguien, poco les importaba, así que eso no solía informarse a menos de que muriera una gran cantidad de infectados.

—¿Así son los infectados siempre…? —el soldado preguntó.

—Cuando no estamos dentro del frenesí somos personas infectadas que charlan y la pasan bien, ¿no se siente genial estar aquí adentro y no encerrado en esos muros? A veces con suerte encuentras alcohol, otras puedes hacerlo tú mismo.

La Caída de CedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora