44| Mutación

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—Es una locura. Una completa locura. ¡No podemos permitir que unos monstruos entren a la ciudad y poner en peligro a todos. Celine, por lo que más quieras… por favor reacciona.

—Lo que más quiero está justo en esos brazos que lo sostienen como si fuera el ser más preciado de todo el mundo —Celine señaló a Tom—. Mi hijo confía en él y si él lo hace yo también. Soy su madre, debo hacerlo.

—¡La madre de un hijo que diste por muerto desde hace 20 años, Celine!

Tom veía el semblante de Kaz, sus hipitos salían de su boca conforme entraba en ese sueño profundo. Se agachó un poco para lamer las heridas de sus labios y llevarse todas sus heridas, así como hincarse para curar su rodilla. Sabía que los humanos lo veían y continuaban apuntándoles con esas luces molestas que no podía atrapar. Dejó de escuchar la pelea de los humanos y se concentró en Kaz.

Lo abrazó tanto como pudo y se irritó al sentir que sus ojos ardían, algo estaba apresando sus pulmones. No podía respirar bien y su vista borrosa sólo empeoraba esa extraña cosa que no le dejaba respirar. Mejor ocultó su rostro entre el pecho de su omega e intentó escuchar los latidos de su corazón.

El pálpito calmó poco a poco ese dolor, Tom inhaló sus feromonas como si fuera el único oxígeno que necesitaba para existir como una criatura cuyo propósito era el de estar a merced de este pequeño omega.

—Tom… Parece que es difícil que ustedes dos se queden aquí, perdóname, no puedo ir en contra de las leyes de esta ciudad incluso si se trata de mi hijo.

—¿Qué es un hijo? ¿Para qué sirven las leyes? —Tom se puso de pie—. Tú tienes la misma sangre que Kaz y te pareces a él, ¿eres la humana que él buscaba?

—Es mi bebé —su madre llevó sin preocupación su mano hacia el rostro de Kaz—. Estuvo aquí —tocó su vientre—. Creció por 9 meses en mi vientre y después di a luz a este niño tan precioso. Y sí, Tom, yo soy la humana que Kaz buscaba.

—No entiendo, ¿cómo un humano puede caber en tu estómago? ¿Te lo comiste?

Celine soltó una carcajada.

—Me lo quise comer a besos de lo precioso que es, sin duda alguna. Entonces… ¿nos vamos?

—¡Celine…!

—Te amo, Yuuren, fuiste el único que logró sacarme del hoyo donde estaba sumergida tras pasar por ese infierno. Pero no voy a abandonar a mi hijo ahora que lo encontré de nuevo.

—¿Qué hay de nosotros? ¿De todo lo que hemos construido?

—Seguirá de pie, cariño. Además, sólo iré de vacaciones y regresaré tan pronto y hable con mi hijo. Necesito hablar con él… Es mi hijo, el bebé que perdí gracias a que no fui lo suficientemente fuerte para protegerlo y no puedo dejarlo. Iré con ellos y volveré en dos semanas, lo prometo.

—No puedes…

—Mírame hacerlo.

Tom le tapó la nariz a Kaz para que dejara de respirar. Era la forma más rápida de que reaccionara y cuando abrió los ojos y lo observó perplejo, le señaló a su madre.

—Kaz, la humana que te comió y después te vomitó dice que vendrá con nosotros.

—¿Pero de qué hablas…?

—¿Estás despierto, cariño? No pueden quedarse aquí, pero me rehúso a dejarte ir —Celine sostuvo las manos de Kaz y peinó su cabello—. Iré contigo a donde sea que ustedes dos vivan y después volveré a Ritan, ¿sí? No soporto la idea de alejarme de ti.

—No tengo problema con eso… ¿pero no tienes aquí una nueva familia? Abandonarla de esta forma tan abrupta es cruel, mamá.

—¡Pero…!

La Caída de CedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora