30| Sin escape

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La alarma hizo retumbar las paredes del búnker.

Kaz abrió sus ojos, reincorporándose de manera abrupta una vez y el corazón le saltó fuera del pecho. Tom ya estaba mirando por la ventana lo que sucedía.

—¿Qué pasa? ¿Qué es ese ruido…?

—Humanos —informó Tom—. Están barriendo la zona.

—¿Qué…?

—Debemos irnos.

Tom no perdió el tiempo, salió del cuarto e informó a todos que debían irse tan rápido como pudieran. Kaz tardó mucho tiempo en percatarse de que, los únicos que huirían, serían los infectados.

Corrió detrás de Tom, sin detenerse a pensar mucho en el frío y la desnudes de su cuerpo, tan sólo arrastró la sábana y envolvió su parte baja. Afuera, las chicas se encontraban también en paños menores, Juliana estaba sin sostén y playera, y parecía no importarle que todos observaran sus senos en algún punto al verla por primera vez. La ignoraron.

—Ustedes se quedan —Tom los formó en una línea recta—. Ustedes dos vienen con nosotros.

—¡Espera! ¡¿Por qué no podemos ir con ustedes?! ¡¿Vas a volver?! —Kaz se aferró a sus manos, Tom muy pronto las entrelazó y le dio una respuesta afirmativa—. Tom…

—Llevaré a todos a una zona nueva y también buscaré un nuevo lugar para todos nosotros. Volveré por ti, Kaz.

—Cuídate allá afuera, por favor, Tom… Cuídalos a todos.

Tom le dio un pequeño beso en la frente antes de salir corriendo. Cameron y Edgar lo siguieron sin despedirse, mientras que Keshan esperó hasta el último momento para salir.

—Esto significa que Alfa se está expandiendo, tenían un plan sobre unificarse primero con Cedra y de ahí tomar esta zona de infectados como parte de ambas. El plan se tenía que llevar a cabo tras finalizar las tormentas de nieve y parece que es el momento. Los búnkeres son demasiado peligrosos para los infectados y encima tienen en sus manos unas bombas con feromonas que explotan sobre el pelaje de algunos animales y los usan de carnada. Lo mejor es huir. Si ellos vienen aquí no los ignoren, y… y en caso de que se los lleven —Keshan les dejó su placa, una llave y una nota—. Denle esta nota al soldado que los recluta, él sabrá acatar órdenes. Ustedes, cachorros deben soportar, ¿entienden? Ni una palabra. Nada. Cassian y yo estamos muertos y ellos nos salvaron cuando los infectados nos atacaron, ¿entienden? Desde entonces perdieron el equipo y no pudieron regresar, esa es la verdad.

Los cachorros hicieron un saludo y se pararon rectos.

—¡Protejan a Will!

Kaz giró su rostro hacia William, el omega estaba pálido, sin fuerzas, temblaba tanto que poco a poco se deslizó por la pared y cayó hecho un ovillo en el suelo. Las lágrimas se unieron al sudor de su frente, como si ahora mismo los dos líquidos jugaran carreras en su piel. Kaz se arrodilló, esperando saber por qué tenía tanto miedo y llevando su mano hacia el rostro de Will, apresó su boca y lo obligó a respirar por la nariz, en un intento por aliviar la crisis nerviosa que tenía. Le indicó varias veces que inhalara y exhalara, que llenara de aire sus pulmones y relajara sus músculos porque se haría daño. Alejó las uñas que herían su carne y, cuando el omega se encontró mejor, se lanzó a sus brazos y rompió en un llanto que le congeló lo estremeció al punto de querer llorar también.

—¡No podemos ir a Alfa! —William continuó repitiendo las mismas palabras hasta que la puerta sonó.

—Está bien, está bien —July susurró en un intento fallido por calmar a William—. Está bien… Will.

La Caída de CedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora