58| Desaparecer

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Eran más que mejores amigos.

Raven siempre había tenido ese pensamiento presente en su memoria desde que la relación con Keshan cambió con la llegada de ese bastardo. No sólo le había arrebatado a la persona que admiraba y amaba en secreto, sino que logró arrebatarle incluso un futuro brillante como Presidente de Ciudad Alfa.

Lo conocía desde sus endemoniados cinco años y se mantuvieron juntos desde entonces, pero de un día para otro Keshan le había dado la espalda. Lo hizo sin tomar en cuenta su opinión, sobre todo, sin darse cuenta de que, por mucho que lo ocultara, él tenía sentimientos ahogados en el terror de conocer la realidad y el repudio que traía ver a dos alfas juntos.

—¿Por qué no pude ser yo…? —su pregunta apenas se logró formular—. Si tú lo sabías, ¿por qué fingiste?

Keshan volvió a arremeter en su contra. Los golpes se sentían muy lejanos, como si no fueran relativamente importantes para su cuerpo. No podían compararse con el dolor de ser rebanado vivo.

—¿De verdad quieres que te responda?

—Kesh… —Cassian interfirió—. Está muy herido y Tom todavía no llega. Morirá si ambos lo torturan.

Raven se rio.

—Qué considerado —masculló, colérico—. Siempre tan bondadoso, das asco.

«Crack»

Su brazo se partió a la mitad. Raven no pudo soportar el dolor y gritó cuando Keshan agarró la extremidad expuesta y la arrancó por completo. Los nervios quedaron colgando, balanceándose mientras el dolor punzaba desde su carne expuesta hasta su cerebro. Su carne latía y esa sensación caliente conforme la sangre bañaba parte de su cuerpo ocasionaron que vomitara.

—No te pases de listo. Cassian tiene razón; te espera algo mucho peor cuando llegue Tom.

Una risa profunda y cansada brotó desde su esófago, amarga.

—Es demasiado tarde, todos ustedes morirán, cuando Tenochtitlán llegue a Alfa… Así como pasó con América, todos ustedes terminarán igual.

—¿Qué?

—¿A qué te refieres?

Raven hizo una mueca y enseguida agarró su lengua entre sus dientes y se la partió a la mitad. La sangre escurrió desde su barbilla hasta su pecho, con esa acción había finalizado todo.

Su lengua tardaría unos tres días en regenerarse, por lo que estaba bien. Incluso podía morir y eso sería lo mejor.

Pero nunca apartó la mirada de Keshan, del alfa que odiaba y amaba al mismo tiempo. Lo odiaba tanto que había sido el primero en rechazarlo y condenarlo a una vida aislada, asimismo, fue el primero en proponer su degradación de rango.

También fue quien les daba esas misiones donde incluso Keshan podría morir, sin embargo, sabía que no sería el caso porque era un soldado elite. Y también lo amaba al grado de darle una propuesta donde le regresaría todo lo que le arrebataron si abandonaba a Cassian, por supuesto, Keshan en cada propuesta se negó.

Y entonces creía que lo odiaba más de lo que lo amaba y por eso mismo lo amaba con tanta locura al grado de odiarlo y odiarse a sí mismo por no poder arrancar esos sentimientos que habían echado raíz alrededor de su corazón.

—¿Por qué te haces esto…? —Keshan se agachó a su altura—. Antes tú…

Keshan se atragantó con sus palabras. Raven lo observó colérico, sus ojos inyectados en sangre derramaron un líquido amarillento que entonó la rojez de su línea de agua. La sangre continuaba resbalando por su barbilla y sus manos ejercían fuerza sobre sus ropas empapadas y sucias. Contuvo la respiración, jamás había visto esa postura tan… Herida. Temblaba en la rabia más pura. Lo odiaba.

La Caída de CedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora