4 Benedict

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El agua fría mojaba su cuerpo, quería olvidar aquella sensación que sintió al observar el cuerpo de Louis, era perfecto, hermoso y muy excitante poder usarlo, pensó. La idea de tomarlo, de poseerlo, de ser suyo lo tenía vuelto loco. Benedic tomó su virilidad con sus manos y comenzó a jalar de arriba hacia atrás, era riquísimo lo que sentía imaginando al muchacho debajo de él con su virilidad en sus manos y la boca como punto final.

Benedict era un pecador, uno muy maldito.

Finalmente después de tocarse logro venirse, se sintió culpable por hacerlo pero la idea de poseer al muchacho lo volvía loco. Louis le recordaba a él un joven del que se enamoro en la guerra años atrás, con el que despertó sus más bajos deseos lamentablemente murió en batalla.

— Ane Marie — llamo a su mujer, no la vio dedujo que se había ido a la iglesia.

Era domingo, las mujeres como su mujer iban a misa para borrar los pecados, las culpas y chismear. Bueno, la diferencia con su mujer es que era una mujer intachable, perfecta y muy bella. Después de vestirse el Duque Benedict bajó para desayunar, allí lo vió.

Estoy mal

Muy mal

¿Cómo puedo pensar eso?

— Señor — dijo el joven, hizo un gesto de acercarse a él y le dió un beso en la mejilla.

Lo observó, Louis lucía recién levantado igual limpio y con un pantalón demasiado ajustado que hacía resaltar todos sus atributos. Benedict quedó maravillado, el cuerpo de Louis era exquisito en cualquier tipo de vestimenta que se pusiera, el joven seguía ahí mirándolo con una sonrisa genuina.

— ¿Está bien?

— Si Louis, tu madre creó que fue a misa.

— Si mi madre va a misa todos los domingos, la acompaño pero me pidió que me quedara aquí con usted — dijo Louis sonriendo y con algo de pena — Volverá por la tarde, porque va al internado del pueblo y visita a los niños sin familia.

Louis ponía a Benedict al tanto de lo que sucedía en el pueblo, lo que su madre hacia y demás cosas.

Louis veía en Benedict una figura imponente, fuerte y soberbio. Eso le gustaba, sería su ejemplo a seguir de hoy en adelante. Las historias que su madre le contaba de él, se quedaban demasiado cortas a lo que veía.

— ¿Le gustan las manzanas? — pregunto Louis, Benedict asintió. — En mi huerto plante frutas, verduras y tengo un árbol gigante, si gigante de manzanas. Esta temporada ya maduraron y quería que usted fuera conmigo a recogerlas.

— Está bien — dijo Benedict — ¿Es tu pasatiempo aquí, Louis?

El muchacho asintió, después de desayunar ambos se lavaron las manos y los dientes. Salieron de su hogar, se encaminaron hacia lo lejos, Benedict iba detrás de Louis y por un momento lo observó nuevamente. Inmediatamente se golpeó la cabeza, se adelantó para no mirarlo más, la forma en la que lo estaba haciendo no era lo correcta.

— Es hermoso — dijo Benedic — Lo has trabajado bien.

— Créame que no es tan sencillo, no cualquier mano puede trabajar la tierra — dijo el joven con una sonrisa.

Hubo un momento en que ambos se miraron, Louis contempló el rostro de aquel hombre con curiosidad, entre una de las cejas tenía una marca como un golpe que pensó que posiblemente se había hecho en la guerra. Tocó la frente de su padre adoptivo con su mano, sintió un escalofrío como electricidad cuando hizo contacto.

Un vago recuerdo llego a su cabeza.

Se vio a si mismo, delante de otro joven que lo intento proteger de una bala, una que le quitó la vida. Era como un sueño, como si hubiera existido en otra vida.

El Amante Del Duque Donde viven las historias. Descúbrelo ahora