6 Un corazón quemado

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Existen amores destinados a la eternidad.

Corazones dispuestos a amarse más allá del tiempo.

Almas que se amaron en otra vida, que hacen lo imposible para reencontrarse nuevamente.

La tarde era hermosa, los últimos rayos del sol iluminaban a Louis, estaba en el campo sólo y lejos de todos, nadie que perturbara la paz que sentía en este instante. Disfrutaba del calor, de la tarde, del viento que comenzó a golpear su cara.

— Hola — escuchó la voz de una mujer, giró su rostro y vio a una joven hermosa detrás de él con un gato a su lado.

Le dió curiosidad, era extraño ver a una joven tan hermosa e intrigante como ella, sin alguien a su lado y sola. La muchacha mantenía en su rostro una sonrisa ladina, divertida y llena de vida como ninguna otra joven de su edad.

— ¿La conozco señorita?

Ella jalo al muchacho del suelo y le dió la mano de forma amistosa.

— Usted no, pero yo si — dijo ella — Me llamó Katherine, vivo con mi abuela cerca del río que es propiedad de su familia. Lo ví solo y me quise acercar a usted.

Louis conocía por palabras de su Nana al abuelo de Katherine, era un hombre muy sabio y conocido que se dedicaba a prácticas de magia y ocultismo. Ni siquiera su padre y su abuelo lo habían hecho entrar en razón, vivía alejado de todos.

— Creo que si conozco a tu abuelo, y bueno — expresó el muchacho — ¿A qué viene tu saludo?

— Es solo que... lo ví muy solo excelencia y dije: Este chico, aquí solo debe de tener algo en su mente, en su corazón y necesita con alguien para desahogarse — le dijo Katherine.

Era cierto, necesitaba alguien con quien platicar, pero lamentablemente aquello que lo aturdía era demasiado turbio y perverso. El solo pronunciarlo le daba vergüenza y pena, sentía miedo a lo que los demás pudieran decir.

— Si no me lo puedes decir, puedo leer tu mano.

La joven señaló a la mano de Louis, gracias a su abuelo sabía leer la mano, leía los sueños y preparaba remedios para los males del hombre.

— ¿Eres una bruja? — rió Louis — No creo en esas cosas.

— No soy una bruja, en realidad desciendo de un largo linaje de sanadores. Pero si me quieres llamar bruja lo puedes hacer — dijo la muchacha, para después soltar una carcajada muy chistosa que hizo reír también a Louis.

Él le dió la mano, ella la tomó y comenzó a ver fisuras en ella. Louis estaba nervioso, no podía estar con ella ni menos en esta situación pues la santa inquisición los podía quemar por erejes. Ese sería el fin de los dos, uno muy cruel y sanguinario.

— Veo que tu alma viene de una vida pasada, y en esta has encontrado al amor de tu vida, tu llama gemela — explico la muchacha — Por más que quieran estar juntos, nunca lo podrán. El amor es algo abstracto, que no se comprende y nació así.

Louis estaba confundido, las palabras de Katherine eran extrañas, no entendía casi nada. Aquello que le contó era raro, pagano y condenable.

— ¿Qué es una llama gemela? — preguntó Louis, todo era confusión.

— Una llama gemela, es como un alma gemela, pero la diferencia es que con la llama gemela creaste un vínculo en otra vida, un vínculo que no se puede romper nunca, sientes que conoces a esa persona desde antes — explicó Katherine — Muchas veces cuando dejamos este mundo nuestra alma regresa a este mundo, reencarnamos. Todos somos reencarnaciones.

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