12 Ginebra

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Ser una perra no es tan complicado.

Eso lo sabía perfectamente Ginebra, digna hija de Gala y hermana de Gibran. Desde que llegó a Gloucester posó su mirada en un solo hombre, en el Duque Benedict. Su madre le dijo que Louis sería un buen candidato para ser su esposo, pero ella no quería a un chico así como su marido además de que realmente no le gustaba. Ella posó sus ojos en él, ese hombre que le robaba suspiros a más de una mujer.

Louis, Gema, Gibran y los demás habían partido hacia el centro del pueblo por lo que Ginebra se quedó sola, en una habitación estaban su madre y la Reina, y en la oficina principal el Duque quien no terminaba de firmar unos documentos.

La joven tenía un plan en mente, no era para nada tonta. Era una chica de grandes caderas, cuerpo bonito y un rostro perfecto. La joven subió a sus aposentos, allí encontró un libro en el que se hablaba del placer de los hombres, y de una magia que sería poderosa para hacer que ellos hicieran lo que quisiera.

Recordó a la chica en los rezos de la difunta esposa del duque, la que su hermano le señaló y le dijo que era amiga del otro chico llamado Anthony. Ella era una bruja, y la podría ayudar si le pagaba lo suficiente, entonces sacó unas monedas para entregárselas si le daba la mano.

— ¿A dónde va jovencita? — le preguntó la ama de llaves de la mansión, en su cabeza solo maldijo porque era la tonta nana de Louis Gloucester.

Ginebra sonrió nerviosa.

Le había mentido a su madre, le dijo que no iría con los chicos porque necesitaba descansar porque se sentía mal.

— Recordé que me dijiste sobre la chica, la nieta del curandero — explicó Ginebra — Necesito un ungüento, me duele mucho la cabeza. ¿Será el mal de ojo?

La nana de Louis no era una mujer para nada tonta, sabía que solo aquellos que necesitaran un trabajo de magia acudirían con la nieta del sanador. La misma Ane Marie que en paz descanse le tenía respeto aquel hombre y a la nieta.

— Yo creo que ya es tarde querida — dijo la nana — Este lugar es peligroso, aquí abunda muchas personas malas que pueden hacerte daño. Deja voy contigo.

La chica sonrió forzadamente, aquella mujer era un dolor de cabeza para los planes propios que quería llevar acabo. Acepto la ayuda, aunque tendría que inventar un pretexto para estar con la chica y no levantar sospechas.

*^*^*^*

Katherine disfrutaba del agua y de la brisa que caía a cuantas gotas.

Estaba por llover, las chispas de la pequeña lluvia empezaban a caer y mojarla poco a poco. La chica recogió unas plantas que necesitaba para la curación de un pequeño quiste tenía una fiebre y gripe que extraña.

A lo lejos una anciana y una joven venían caminando en su encuentro, ambas mujeres llegaron ante ella para pedirle un favor.

— Ginebra — le llamó Katherine — Pensé que no vendrías. No te gusta mojarte y está por comenzar a llover. Son las lágrimas de una mujer las que caen del cielo.

La nana sabía del don de la joven, una chica que desde pequeña siguió los pasos de su abuelo, con el tiempo era ella la que se encargaba de las curaciones y los trabajos del viejo.

— ¿Cómo sabes mi nombre? — inquirió la chica — Por lo visto sabes a lo que vengo.

La ama de llaves estaba intrigada, ciertamente ella no le creyó.

— No necesitas de la ayuda de una bruja, ese hombre será tuyo — dijo Katherine — Aunque no completamente, veo alguien que lo ronda desde hace tiempo es su amante.

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⏰ Última actualización: Aug 01, 2024 ⏰

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