8. En picada

354 38 52
                                    

(dos días antes)

Xie Lian

Cuando Xie Lian se despertó el sábado por la mañana, la resaca lo dejó aturdido un momento antes de que unos ruidos extraños lo pusieran alerta. Los recuerdos todavía no llegaban a él a través de la bruma, pero estaba seguro de que había alguien en su casa. Quien quiera que fuera,  estaba golpeando algo
¿Por qué estaban destruyendo su casa que tanto esfuerzo le costó comprar?
El joven se levantó con tanto sigilo como pudo, agarró lo primero que encontró y lo alzó como arma, era un libro. Era tan pobre que sentía lástima por el ladrón, incluso consideró esperar a que se diera cuenta que no había nada de valor ahí, pero igual por su seguridad y la de su casa, avanzó hacia su pequeño estudio, una puerta pequeña en el pasillo.   

La abrió y sin pensar golpeó a la persona en la espalda. Sin embargo al escuchar un quejido familiar, se arrepintió terriblemente. En el suelo estaba Hua Cheng, intentando alcanzar su espalda. Xie Lian soltó apresurado el libro y se agachó junto a él para ayudarle a sobar el lugar que había sido víctima del libro.

—Lo siento, fue... ha... ¡San lang! —Xie Lian intentó disculparse. 

—Lo entiendo, fue mi culpa por merodear en tu casa sin avisar, gege —dijo Hua Cheng sonriendole. Los mechones que se le habían escapado al caer le hacían cosquillas en la cara, ambos estaban muy cerca—. Buenos días, por cierto —añadió con picardía. Xie Lian contuvo el aliento frente a esos ojos carmesí antes de ayudarlo a levantarse. Hua Cheng le soltó la mano en cuanto estuvo de nuevo de pie, dejándole una sensación de vacío a Xie Lian.  

—Buenos días... pero ¿qué haces aquí? 

Ambos se miraron, uno confundido y el otro ofrendido. 

—¿No recuerdas qué pasó anoche, gege? —el tono de Hua Cheng sonaba escéptico, pero debajo había una nota de reproche que inconscientemente puso rojo a Xie Lian. ¿por qué lo decía de una forma tan sugerente?

Cohibido, miró hacia otro lado, pero en la pequeña habitación no había mucho que lo distrajera. O eso creía, porque detrás de Hua Cheng, estaba su escritorio. La pintura desgastada delataba lo viejo que era su amigo, bajó la vista hacia las patas, esperando encontrarlas rotas y pegadas torpemente con durex y qla faltante reemplazada por un montón de chatarra, pero en su lugar encontró cuatro patas en perfecto estado.  

Y otra cosa llamó su atención, el foco que hacía mucho se había fundido por una gotera, había sido reemplazado por otro brillante, todavía tenía los cables de fuera, pero le daba otro toque a esa sombría habitación.

Hua Cheng pareció notar su mirada porque se rascó la mejilla y dijo:

—Ah, es que como ayer hablaste del escritorio que tenía una pata rota y no te dejaba hacer tu trabajo en casa y la luz que seguía parpadeando y, bueno... ya que estaba aquí se me ocurrió ayudarte porque sé que estas semanas vas a estar ocupado con los cursos que te hacen tomar y... 

¿Hua Cheng estaba... nervioso? Verlo divagar de esa manera hizo que el corazón de Xie Lian se calentara. A veces olvidaba que Hua Cheng era menor que él. 

Por cierto... ayer... ¿Qué tanto le contó ayer? 

Con la cabeza punzante y el estómago quejumbroso, Xie Lian solo pudo respirar hondo y rogar que no se hubiera avergonzado ayer. Recordaba que en la noche habían ido a cenar y en el restaurante habían pedido unas bebidas.
Xie Lian no era un buen bebedor, pero Hua Cheng le había prometido que lo cuidaría. Después de dos vasos, todos los recuerdos desaparecieron.¡Ah! Quizá había arrastrado a Hua Cheng hasta su casa estando ebrio ¡Qué pena! ¿Y si se había puesto pegajoso y no le había permitido irse? Sin cara para ver a Hua Cheng, Xie Lian se paró apesumbrado en el umbral y le agradeció de todo corazón lo que había hecho. 

Destellos de ti [Hualian]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora