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CHAPTER 0.07 ❝ El entrenamiento ❞

Todos los tributos se encuentran en un círculo muy tenso, con un trozo de tela prendido a la camisa en el que se puede leer el número de su distrito

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Todos los tributos se encuentran en un círculo muy tenso, con un trozo de tela prendido a la camisa en el que se puede leer el número de su distrito.

Mientras alguien le pone el número doce en la espalda, hace una evaluación rápida: Jeff y ella son la única pareja que está vestida de la misma forma. En cuanto se unieron al círculo, la entrenadora jefe, una mujer alta y atlética llamada Atala, da un paso adelante y empieza a explicar el horario de entrenamiento.

En cada puesto habrá un experto en la habilidad en cuestión, y ellos podían ir de una zona a otra como quisieran, según las instrucciones de sus mentores. Algunos puestos enseñan tácticas de supervivencia y otros técnicas de lucha. Está prohibido realizar ejercicios de combate con otro tributo. Tienen ayudantes a mano si quieren practicar con un compañero.

Cuando Atala empieza a leer la lista de habilidades, no puede evitar fijarse en los demás chicos. Es la primera vez que están reunidos en tierra firme y con ropa normal.

Se le cae el alma a los pies: casi todos los chicos, y al menos la mitad de las chicas, son más grandes que ella, aunque muchos han pasado hambre. Se pone derecha y sabe que, aunque esté delgada, es fuerte; la carne y las plantas del bosque, junto con el ejercicio necesario para conseguirlas, le han proporcionado un cuerpo más sano que los que ve a su alrededor.

Las excepciones son los chicos de los distritos más ricos, los voluntarios, a los que alimentan y entrenan toda la vida para este momento. Los tributos del 1, 2 y 4 suelen tener ese aspecto.

En teoría, va contra las reglas, entrenar a los tributos antes de llegar al Capitolio, cosa que sucede todos los años. En el Distrito 12 los llaman tributos profesionales o solo profesionales, y casi siempre son los que ganan.

La ligera ventaja que tenía al entrar en el Centro de Entrenamiento, su fogoso debut de anoche, parece desvanecerse ante sus competidores. Los otros tributos nos tenían celos, pero no porque fueran asombrosos, sino porque lo eran nuestros estilistas.

Ahora no ve nada más que desprecio en las caras de los tributos profesionales. Cualquiera de ellos pesa de veinte a cuarenta kilos más que yo, y proyectan arrogancia y brutalidad.
Cuando Atala nos deja marchar, van directos a las armas de aspecto más mortífero del gimnasio y las manejan con soltura.

– ¿Por dónde te gustaría empezar? – preguntó Jeff, con voz débil.

Echó un vistazo a los tributos profesionales, que presumen de su habilidad en un claro intento de intimidar a los demás. Después a los otros, los desnutridos y los incompetentes, que reciben sus primeras clases de cuchillo o hacha sin dejar de temblar.

– ¿Y si atamos unos cuántos nudos? –

– Me encanta esa idea – contesta Jeff.

Se acercaron a un puesto vacío. El entrenador parece encantado de tener alumnos; da la impresión de que la clase de hacer nudos no está teniendo mucho éxito. Cuando ve que ella sabe algo sobre trampas, les enseña una sencilla y magnífica que dejaría a un competidor humano colgado de un árbol por la pierna.

  𝙏𝙝𝙚 𝙂𝙧𝙚𝙖𝙩 𝙒𝙖𝙧 - peeta m.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora