Capítulo 7

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Bajo la égida de la tormenta infernal, lanzamos una andanada de proyectiles contra la abominación alada que surcaba los cielos. A pesar de los estruendosos impactos, nuestras balas apenas surtían efecto contra su resistencia aparentemente inquebrantable. Un hedor nauseabundo impregnaba el aire mientras la criatura, malherida pero implacable, se cernía sobre nosotros.

Con perspicacia táctica, sugerí la retirada. Chris Redfield, firme en su propósito, se refugió en una diminuta caseta, resurgiendo con artefactos explosivos de proximidad en sus manos.

"Estrategia necesaria", afirmó con convicción. "Debemos atraer su atención y dirigirlo hacia el epicentro de la detonación".

Asentí, y con determinación, me aproximé al monstruo volador, desafiándolo con ráfagas de balas que lo persiguieron. La criatura, hipnotizada por el cebo, me siguió, cayendo presa de la trampa mortal que Redfield había urdido. La explosión reverberó en el aire, desestabilizando al monstruo.

Sheva, audaz, descargó su arma contra la bestia, apenas logrando desorientarla. Sin embargo, el monstruo se lanzó tras ella, intentando recobrar el vuelo. Actué de inmediato, disparándole para impedir su fuga. La criatura, debilitada, se arrastró por el suelo, y Chris preparó otra bomba de proximidad con sangre fría.

La danza mortífera continuó, con Sheva evitando hábilmente las explosiones, y Redfield desencadenando una nueva detonación que hizo tambalear al monstruo. Sheva, valiente, saltó en un acto de acrobacia para sortear la bomba, pero esta estalló, causando daño a la criatura. En un momento de oportunidad, Chris lanzó una granada, y decidí ayudar a levantarse a Sheva para poner distancia entre nosotros y la amenaza inminente.

Una estruendosa explosión resonó. La criatura, en un frenesí de ira, se lanzó hacia nosotros, pero se notaba su debilidad. Redfield, imperturbable, apuntó con su arma y disparó, derribando al monstruo que se estrelló sobre el camión que lo transportaba.

En la imponente altitud del terreno, el parásito y el vehículo descendieron juntos hacia el abismo del Gran Cañón. La escena culminó con la explosión del camión al impactar contra las rocas. Un Humvee de la BSAA se aproximó en nuestra rescate.

"¡Suban!", nos instó un militar, ofreciéndonos refugio en la batea del vehículo que resguardaba una imponente minigun. Nos subimos, dejando atrás el caos que se desvanecía en la distancia mientras nos alejábamos en la seguridad de la camioneta militar.

"He oído lo de Irving", expresó el conductor con una seriedad que reflejaba la gravedad de la situación.

Sheva, con una calma que denotaba determinación, respondió: "Sí, pero habrá más oportunidades". Tomando el intercomunicador, se comunicó con el cuartel general: "Sheva al cuartel general".

Desde el otro lado, una voz autoritaria respondió: "Aquí el cuartel general, ¿cuál es su situación?"

"Es muy probable que Irving esté de camino a un yacimiento de petróleo en los pantanos", explicó Sheva con la precisión de una estratega consumada. "Vamos a unirnos al equipo Delta y dirigirnos hacia allí".

"Comprendido", fue la respuesta concisa.

En el horizonte, emergieron rápidamente varias siluetas de motociclistas, acercándose con la velocidad de un enjambre de avispas enojadas. 

"Vaya, ¡tenemos compañía!", exclamé, señalando la inminente amenaza. "¿Es que nunca se dan por vencidos?"

"Hagan lo que sea necesario para detenerlos", ordenó el conductor. "Pero no abusen del gatillo; los cañones se sobrecalentarán, y seríamos un blanco perfecto mientras se enfrían".

Resident Evil: Misterios en AfricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora