Del otro lado de la puerta, nos encontramos con un camino inundado de agua que nos obligó a avanzar con dificultad, el agua alcanzaba hasta nuestra cadera, pero no nos detuvimos. Este pasadizo nos llevó hasta una aldea oculta en las entrañas del pantano, habitada por nativos cuyas miradas nos recibieron con desconfianza y recelo. Entre ellos, destacaban dos individuos de gran estatura, enmascarados y portando mazos de púas adornados con cráneos humanos, una representación macabra de su cultura nativa.
El entorno estaba cargado de un silencio tenso cuando decidimos romper el hielo a punta de disparos. Las balas resonaron en la atmósfera húmeda, mientras los aldeanos tradicionales caían uno tras otro. Sin embargo, los dos individuos enmascarados parecían inmunes a las balas, avanzando con una determinación que sugería que eran guardianes de algo más grande.
Uno de ellos se lanzó hacia nosotros con un mazo en alto, pero logramos esquivar su ataque con destreza. El otro, más astuto, se acercó sigilosamente a mí, listo para asestarme un golpe mortal. Chris actuó con rapidez y disparó varias veces en su pierna, haciendo que se arrodillara momentáneamente. Aproveché la oportunidad para intentar arrebatarle su mazo, pero subestimé su fuerza. Con un movimiento imprevisto, me lanzó al suelo con violencia, aunque las púas de su mazo no lograron causarme daño.
Agarré mi pistola y disparé repetidamente al enemigo, pero las balas apenas lo afectaban. Noté que todas las balas perdidas eran en vano, yo aún estaba tendido en la superficie arenosa y estaba desesperado. Fue entonces cuando noté a un soldado caído junto a un tubo de madera, y a su lado, una pistola. La necesidad de un arma más potente se hizo evidente. Me dirigí rápidamente hacia el cadáver, tomé la pistola y en ese preciso instante el enmascarado se lanzó en mi dirección. Logré dispararle en el pecho a quemarropa, y cayó muerto sobre mi.
Empujé su cuerpo a un lado, pero el impacto de la pistola me había causado una pequeña lesión en la mano. Observé el arma con respeto, reconociendo su potencia, se trataba de una Smith & Wesson modelo 29.
Me puse de pie, notando que unos aldeanos con arcos y flechas me rodeaban. Preparé mi metralleta y comencé a disparar en mi circunferencia, eliminándolos uno por uno en un acto desesperado por preservar mi supervivencia en medio de la hostilidad de la aldea nativa. Cada bala desataba su propia sinfonía de caos en aquel rincón olvidado del mundo.
Fijé mi atención en cada movimiento de Redfield mientras se enfrentaba al enigmático individuo, y a medida que avanzaba, los infectados se aproximaban silenciosamente desde las sombras. Decidí abrirme paso en la penumbra, desplegando con precisión una granada cegadora para brindarle asistencia. Con destreza, empuñé el revólver y apunté con firmeza al infectado más imponente, allanando así el terreno para enfrentar con mayor eficacia al resto. La extraña peculiaridad de algunos infectados, cuyas cabezas estallaban al ser derrotados, revelando un ominoso parásito en su interior, evocaba recuerdos inquietantes de los habitantes de la Isla.
Tras la resolución de aquel enfrentamiento, continuamos nuestra travesía con determinación. Un puente se erigía como un desafío en nuestro camino, y gracias a la colaboración magistral de Chris Redfield, logramos cruzarlo al girar una manivela que habilitaba la plataforma con un resonar metálico. Persiguiendo la sinuosa senda, nos elevamos en un teleférico que nos condujo a un rincón del paisaje aún más envuelto en sombras.
En ese nuevo escenario, presenciamos una execrable escena: un militar de la B.S.A.A. colgado en el borde de las aguas pantanosas. Tres individuos, vociferando en su idioma ancestral, observaban la dramática ejecución. De manera repentina, un gigantesco cocodrilo emergió de las aguas y devoró al soldado de un solo bocado, generando un estremecimiento entre nosotros. Chris, en respuesta, desenfundó su arma y disparó contra los infectados, desatando así una intensa lucha. Nos enfrentamos con tenacidad a cada ser infectado que cruzaba nuestro camino, abriéndonos paso entre la vorágine de caos.
Al aproximarnos a un majestuoso puente y a una imponente puerta que debíamos cruzar según indicaba el mapa, la estructura se fracturó súbitamente, y yo caí al vacío. Afortunadamente, Redfield, con una habilidad innegable, logró sujetarme de las manos justo a tiempo.
—No te sueltes, soldado —gruñía mientras sostenía mi vida con firmeza en el abismo.
Detrás de él, un infectado se preparaba para atravesarlo con una lanza. Actué con velocidad sobrehumana, solté una de mis manos, empuñé mi pistola con destreza y disparé, haciendo que el individuo cayera al agua, donde fue rápidamente engullido por el cocodrilo, pintando las aguas de un rojo intenso.
—Gracias —murmuró Chris.
Saqué mi cuchillo de caza, lo hundí en la madera del puente con decisión para asegurarme y, con la colaboración firme de Redfield, conseguí remontar y ponerme a salvo en la firmeza del camino que se extendía ante nosotros.
Avanzamos con cautela por el intrincado camino, sorteando los peligros que se manifestaban a cada paso. Fue entonces cuando divisamos a lo lejos otra manivela, esta vez anclada a un mecanismo que, según nuestras suposiciones, podría levantar el puente que se encontraba detrás de nosotros. La necesidad de asegurar nuestra ruta y prevenir cualquier contratiempo nos impulsó a enfrentar una vez más a la horda de infectados que se interponía en nuestro camino.
La escaramuza se desató con una intensidad renovada. Los disparos resonaron en el aire, mezclándose con los rugidos guturales de los infectados. La neblina del lugar parecía intensificar el caos, pero nuestra determinación prevaleció. Redfield, con su experiencia táctica, dirigió el combate con destreza, mientras yo me sumergía en la refriega, desatando disparos precisos que encontraban su blanco con letal eficacia.
Al llegar finalmente a la manivela, enfrentamos la doble tarea de activar el mecanismo y protegernos de los ataques implacables de los infectados que persistían en su afán de detenernos. Chris giró la manivela con vigor, mientras yo, con la pistola en mano, repelía los asaltos constantes de los seres hostiles. La tensión en el aire era palpable, pero la coordinación entre nosotros permitió que la maquinaria resonara con el chirriar metálico característico, indicando el ascenso del puente que bloqueaba nuestro camino de regreso.
—¡Vamos, no podemos quedarnos aquí mucho tiempo! —exclamó Redfield, alentándome mientras enfrentábamos juntos la arremetida final de los infectados.
Nos apresuramos a cruzar el puente recién levantado, con la satisfacción de haber superado otro obstáculo en esta pesadilla en la que nos hallábamos inmersos. La travesía nos llevó a terrenos desconocidos, cada paso resonando con la incertidumbre del siguiente desafío que aguardaba en la penumbra.
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Resident Evil: Misterios en Africa
FanfictionAtaque bioterrorista, al principio no entendía el significado pensaba que era igual a un ataque terrorista normal, pero luego supe diferenciarlo al saber que en mi país también habían realizado un ataque similar. Lo que no esperaba era que acabara c...