Axel sabía muchas cosas. Era un excelente estudiante, amiguero pero de escasos recursos económicos. Todo eso, no se comparaba con la vida del decano.
El estudiante tomó su ropa del suelo y empezó a ponerse la camisa de cirugía, que tenía un olor penetrante a alcohol y fiesta. Sus manos se movieron muy rápido, así como los dedos de un guitarrista al momento de tratar de adecentar su cabello revuelto.
Eso despertó recuerdos de como lo acariciaron con diligencia. Tenía esbozos de lo ocurrido la noche anterior, la mujer seguía dormida y disfrutaba de la cama del decano.—Terminaron los exámenes— dijo con la garganta seca y adolorida—. Y disculpe, uno tiene derecho a divertirse.
La mirada del decano continuaba atenta a cualquier movimiento de Axel.
—No fue intencionalmente. Solo estaba sorprendido de verlo en ese lugar.
El hombre al que solo sus colegas o amigos tenían el derecho de llamarle por el nombre y mirarlo a la cara como un igual. Axel tuvo miedo y vergüenza. ¿Sería expulsado?
¿Cómo iría a la universidad?
—Tampoco deseaba involucrarte— la voz del decano lo lleno de alivio.
—Las cosas se salieron de control— hizo un esfuerzo por calzarse el zapato—. Yo no actuó así, ya sabe.
Nuevamente, el aluvión de imágenes lo dejó paralizado: él avanzando con el decano y la jugadora fuera del bar; subirse a un auto fuera de su alcance y terminar unido con personas que jamás le darían atención.
Unidos literalmente.
El pavor creció en desmedida. Oyó al decano gemir del dolor y preocupación.
—¿Es verdad eso?
Se giró para ver al decano. Todavía acostado y con las sábanas escondiendo el cuerpo desnudo.
—A partir de la mordida...¿Se puede sentir y comunicarse mentalmente?
—Correcto.
— Aún así usted lo permitió
Su voz sonó estrangulada. Apartó lo desconocido que intentaba salir en forma de lágrimas de incomprensión.
—Los tres participamos. No hay víctimas ni culpables.
—¡Cómo puede decir eso!— hizo lo posible por bajar la voz, al ver a la jugadora moverse entre sueños—. La escuela dice cosas muy diferentes.
El decano se sentó en la cama, hizo un gesto de dolor y abrazó una almohada contra su pecho.
—¿Cuántas cosas que aprendes en la escuela, las puedes aplicar en la vida real?— frunció sus labios y se encogió de hombros. — Bienvenido a la vida real, Axel.
Axel miró a su alrededor, ignorando la intensidad de emociones revueltas que el decano no dejaba entrever en su rostro pero el vínculo jamás mentía.
—¿Que haremos?
Él tendría que contárselo a sus padres. Cosa que se le hizo perturbadora. Era demasiado joven para estar vinculado y tampoco le atraía la idea de vivir en una casa lejana a la residencia de estudiantes y compartir experiencias con dos desconocidos.
Observó al decano mientras este meditaba en silencio acerca de la situación en la que estaban. Para ser un Omega en sus cuarenta y tantos se conservaba bien. Plus, decían los rumores en la universidad, que este ya no vivía con sus hijos después de la infidelidad de su alfa.—No hay nada que pueda hacerse. Tú y esa mujer me marcaron.
Axel pudo ver con claridad la marca en el cuello del hombre. Sonrió con cierta satisfacción, algo en su interior brillaba con orgullo. Luego recordó dónde estaba, con quién estaba.
No era un Omega de su edad, no era un compañero de clases. Era la máxima autoridad de su carrera, la persona que decidía si seguías o te ibas de la universidad.
Retomó la compostura, el decano revisaba su celular mientras la mujer seguía dormida, ajena a todo lo demás.
La mujer que el decano no conocía. En absoluto.
—Doctor, Ella es Anika Herrera.
El decano lo vio como si fuera un loco. Capaz lo dijo como si él fuera el loco, incapaz de reconocer a una figura tan famosa.
—Ya sabe, Anika Herrera— dijo con más obviedad.
Solo se necesitaba el nombre y apellido para que cualquiera la reconociese. El decano la miró como a cualquier otra alfa, a excepción de que está también le mordió el cuello.
—¿Me he perdido de algo?
Axel le iba a responder, pero su propio celular sonó en la mesita de noche del decano. El tiempo se detuvo.
Intentó no verse desesperado, pero al final falló. Fue demasiado rápido al tratar de alcanzar el celular mientras el decano lo taladraba con la mirada. En la pantalla estaba el contacto de quién lo estaba llamando.
—Anda. Contesta, puedes salir de la habitación, si necesitas privacidad.
El hombre era tan seco que casi puso los ojos en blanco. ¿Ese tipo se convirtió en su Omega?
—Ya voy, ya voy— gruñó a la pantalla del celular antes de salir de la habitación y atender la llamada.
ESTÁS LEYENDO
Caída en desgracia
RomansaSantiago Xavier, tenía todo para ser feliz. Cómo decano de la facultad de medicina y un buen sueldo supuestamente estaba todo arreglado. Lo malo era descubrir a su mujer con otro hombre. Anika Herrera según la prensa seguía siendo la mejor futbolist...