dime

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-Buenas tardes, señor decano

La bata del chico se escurrió de los hombros. Tenía la mejilla apoyada en la almohada floja envuelta por el vestido de fiesta. Los aromas lo abrazaban como sus parejas no podían hacerlo. Reconfortado por esa simpleza de la soledad en su propio auto durmió el trayecto entero de su casa hasta la ciudad dónde vivía Axel. No era la voz gruesa como actor de cine quien decía esas palabras. Enfocó su mirada a esa mujer, que sonreía con las manos en las caderas, inclinándose levemente hacia él, dándole un amplio margen de lo sensual que podía ser una camisa de sus días de la universidad en su cuerpo.

Ella sonrió orgullosa de lo que estaba sucediendo. Santiago apretó los dientes con obstinación y desvió la mirada.

-Ahora usted también está proyectando-se quejó Axel-. Pero no debería sorprenderme.

El tipo se bajó rápido del carro dando un tremendo portazo. Santiago le dio una mirada a Anika que no le dio importancia a la vergüenza de Axel.

-Tranquilo, oh gran autoridad- la sonrisa de Anika tembló, como si deseara reírse de verdad-. Ya llegamos a la casa del muchacho.

Pero a pesar del supuesto exceso de confianza, sintió el terror de conocer a esas personas. ¿ O era el miedo de Axel?.

-Ok, ambos están proyectando y no me gusta sentir tanto miedo a algo que ya he hecho en el pasado. ¿ Que tanto? No es la gran cosa.

No tenía que serlo.

-Amigo, es diferente a lo que has hecho. No es tu mujer ante la ley ni tienes la aprobación de la familia. Es... Es más que eso.

-¿Que es lo peor que puede pasar?

Oh Dios.

Ambos se tensaron de inmediato. Fue un aluvión de malas sensaciones, casi como un ataque de pánico total. Anika lo jaló al exterior sin mucha educación y Santiago casi se lastima la rodilla si no fuera por como ella lo sostuvo por qué las piernas no le respondieron debido a los nervios.
Respiró hondo. Ese no era él, no era un estúpido que se dejaba ganar por el terror y el pánico. Era más que eso, se hacía valer por su frialdad a la hora de operar a los que nadie quiere operar. Hizo acopio de su mejor determinación y trató de caminar unos pasos.

No tuvo que hacer un gran esfuerzo. Diez personas estaban a pocos metros de distancia, todos mirándolo a él y a Anika como si fueran irreales, producidos por un raro espejismo.
Allí estaba. Parado a media llave, con la camisa arrugada, el cabello despeinado y una expresión de terror por más que quisiera evitarlo. La primera en hablar fue una mujer que probablemente podía ser la abuela de Axel, quien lo miró de pies a cabeza.

-Oigame- dijo con una expresión de disgusto-. ¿Mi hijo tuvo otro problema?

Pudo sentir algo parecido a la traición y decepción, tan hondo como si él fuera quien se hubiera enterado de algo vergonzoso que nunca le contarian. Ah, claro que recordaba esa cara, llamó a la mujer durante la primera semana de clases, en el primer semestre, después de la novatada que hubo dónde casi murió Axel ahogado.

-No, no estoy aquí por eso.

-Tomás-la mujer se giró al chico-. ¿Te van a expulsar de la universidad?

(Tomas? Te llamas así? Axel Tomas)

No es nada bueno que diga ese nombre

Hay que decirlo de todas formas .

Bueno, al diablo.

Expuso su cuello, la mordida todavía fresca y pulsante. Su cabello la hacía picar de una forma en que no necesitaba traer a colación. Recibió la mirada de todas esas personas y se desató el mismísimo caos.
Fue rodeado por hombres y mujeres de diferentes edades mientras Axel era interceptado por sus padres que le gritaban lo que Santiago suponía, gritaría cualquier padre en esa situación.
Dios, él era capaz de darle la paliza de su vida a su hijo mayor si le saldría con un chiste como ese. No, era difícil de imaginar.

Caída en desgracia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora