El costo de la libertad ─ Cap. 4

264 14 0
                                    

                ─ 𝘕𝘢𝘳𝘳𝘢𝘥𝘰𝘳 𝘰𝘮𝘯𝘪𝘴𝘤𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦 ─

Mei sentía un peso abrumador mientras se preparaba para unirse a los demás. Cada movimiento que hacía con su mochila parecía más lento y cargado de significado. Sabía que el camino que estaban a punto de recorrer no solo era una carrera hacia la libertad, sino también una travesía llena de incertidumbres y peligros. La conciencia de que su llegada había desencadenado una serie de eventos desafortunados la atormentaba. No podía evitar pensar en las posibles consecuencias de su presencia en el laberinto y la posibilidad de que su secreto saliera a la luz.

Al salir de la choza, Mei observó el campamento. Algunos ya estaban listos para partir, con sus mochilas y armas preparadas, mientras que otros aún estaban terminando de organizar sus cosas. Thomas y Teresa no estaban a la vista, y Minho tampoco. El silencio que rodeaba al grupo era denso, lleno de expectativas y temores. Mei se dirigió hacia el lugar donde había visto a Newt, quien estaba sentado en un rincón, con una expresión de profunda reflexión en su rostro. Su postura y la forma en que se mordía las uñas indicaban el impacto emocional que la reciente tragedia había tenido en él.

Mei sabía que debía hablar con él, aunque sus palabras se sentían insuficientes ante el dolor que sabía que él estaba experimentando. Tomando una respiración profunda, se acercó a Newt, con la esperanza de ofrecer al menos un pequeño consuelo.

— “Lo lamento mucho” —dijo Mei en voz baja, sin saber si sus palabras serían de alguna ayuda en medio del caos que los rodeaba.

Newt no levantó la vista. Su mirada seguía fija en el suelo, su expresión era una mezcla de agotamiento y tristeza. Las palabras de Mei no parecían registrar en él; estaba completamente inmerso en sus propios pensamientos. Finalmente, respondió con un tono neutral, casi vacío de emoción.

— “¿Por qué te disculpas?” —preguntó, sin mirarla—. “No tienes nada que ver con lo que pasó.” ─

Mei se quedó en silencio. Sabía que, en efecto, no había sido la causa directa de los recientes eventos, pero la culpa seguía pesando sobre ella. Había guardado un secreto que sentía que había contribuido al desastre que se estaba desmoronando ante sus ojos. La verdad era una carga que no podía soportar más tiempo, y a pesar del miedo, sabía que debía decirlo.

— “En realidad, sí tengo parte de la culpa” —admitió Mei, moviendo las manos en un gesto nervioso, siempre lo hacía cuando estaba nerviosa—. “Llegué aquí por error, y eso pudo haber provocado que dejaran las puertas abiertas. Se suponía que Teresa sería la última en llegar, pero luego aparecí yo, gracias a una nota. Y desde entonces, todo se ha desmoronado.” ─

Newt levantó la mirada lentamente, y sus ojos se encontraron con los de Mei. Era un contacto visual intenso, lleno de la complejidad de las emociones que estaba experimentando. La seriedad en sus ojos era evidente, y Mei esperó una reacción más fuerte, una acusación o al menos un reproche.

— “Entiendo” —dijo Newt, con una calma que sorprendió a Mei.

Mei, confundida, no podía entender la reacción tan apacible. Había esperado gritos, reproches, algo que reflejara la magnitud del desastre. En cambio, la respuesta de Newt era serena y aceptante.

— “¿Eso es todo?” —preguntó Mei, tratando de comprender la tranquilidad de Newt.

— “Sí” —respondió él, sin añadir nada más.

La respuesta de Newt dejó a Mei desorientada. Su calma, en lugar de consolarla, parecía una carga más. La aceptación de Newt contrastaba con el tumulto interno que ella experimentaba. Entonces, Newt cambió de tema, intentando desviar la conversación de la carga emocional que acababa de revelar.

Solo tú y yo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora