Mei llega al Glade con algo que nadie más tiene: sus recuerdos. Fingiendo haberlos perdido, evade ser enviada al laberinto mientras busca respuestas sobre la muerte de su padre y la verdad detrás de todo. A medida que se sumerge en este mundo lleno...
Las alarmas retumbaban a lo lejos, amortiguadas por las paredes de metal del ducto. Mei iba delante, arrastrándose con dificultad por el estrecho espacio, mientras Matt la seguía de cerca, apenas cabiendo entre las paredes del conducto. El aire dentro era pesado y caliente, como si cada respiración costara el doble.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El metal bajo sus manos vibraba ligeramente al compás de las alarmas. Mei se detuvo un segundo, esforzándose por escuchar más allá del latido de su corazón y el retumbar de las sirenas. Sentía el sudor correrle por la frente, pegándole el cabello a la piel. Matt se inclinó hacia ella, susurrando con voz apenas audible.
─ "Creo ya estamos cerca.." ─ Su voz era un susurro áspero, lleno de urgencia contenida.
─ "Muy bien, va bien.." ─ respondió Mei, susurrando también, tratando de sonar más segura de lo que se sentía. Miró hacia adelante, intentando descifrar el camino en la oscuridad. Solo el débil resplandor de las luces de emergencia se filtraba a través de las rejillas del ducto, proyectando sombras distorsionadas que les hacían sentir como si estuvieran rodeados.
Un sonido distante los congeló: pasos apresurados debajo de ellos, el eco subiendo por las paredes metálicas. Mei contuvo el aliento, su cuerpo rígido. Matt apretó la mandíbula, esperando. El tiempo parecía estirarse, cada segundo se volvía insoportable.
Finalmente, los pasos se desvanecieron. Mei exhaló lentamente y continuó arrastrándose, esta vez un poco más rápido.
Mientras ambos chicos avanzaban por los estrechos ductos, una luz intensa resplandecía al final del recorrido, iluminando su camino con un brillo casi cegador.
─ "Allí está..." ─ susurró Matt en un tono apenas audible, tratando de contener su emoción y nerviosismo. Ambos se apresuraron en dirección a la luz, sus cuerpos deslizándose con agilidad por el estrecho espacio, a pesar de la incomodidad que este les generaba. El silencio era casi absoluto, roto solo por el eco sordo de sus movimientos dentro de los ductos metálicos.
Cuando llegaron al final, Mei se asomó con cautela. Sus ojos, acostumbrados a la penumbra del lugar, escudriñaron el área con precisión, asegurándose de que no hubiera nadie cerca. Después de unos segundos tensos, decidió que era seguro. Con manos hábiles, retiró la rejilla con sumo cuidado, sin hacer ruido, y salió con la misma agilidad que había demostrado antes. Matt la siguió de inmediato, pisando con delicadeza el suelo para no llamar la atención.
Una vez fuera, ambos se miraron con complicidad, sabiendo que el peligro aún no había pasado. Sin decir una palabra, comenzaron a moverse por los largos y vacíos pasillos que parecían no tener fin, siempre atentos a los sonidos que pudieran indicar la presencia de guardias o cualquier amenaza inesperada. Las sombras proyectadas por la luz tenue en las paredes parecían moverse con ellos, dándole al ambiente un aire aún más inquietante.