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Luke siguió poniéndole agua fría en la mano de la chica, quien estaba sumergida en sus pensamientos. Ya llevaban más o menos una hora así. El turno de la chica ya había terminado hace unos cuantos minutos. Lo único que quería era irse a su casa y llorar hasta que no le quedarán lágrimas, pero su compañero insistió en que debería de tragarse la herida, diciéndole que debería ir a un hospital, pero eso no lo permitió.

—Insisto que deberías ir a urgencias... No sé ve bien, lizzy.—dijo él con preocupación, mientras sacaba la mano de la chica con cuidado de no lastimarla del agua fría. Ella negó de inmediato, sin mirarlo.

—Estoy bien así. Gracias por tu ayuda.—dijo, intentando ponerse de pie para así poder irse a su casa, pero el castaño la detuvo.

—No, ya. Está bien. No iremos al hospital, pero por lo menos dejame venderte la mano.—le suplico. Lizzy lo miro con desdén, para después asentir y volverse a sentar en la silla, extendiendo su mano.

Después de un rato, Luke le vendo correctamente la mano de la chica, para después ofrecerse a llevarla a casa, no sin antes decirle las recomendaciones para cuidar su herida, como por ejemplo cambiar la venda al día siguiente, para que así no se le infecte, o tal vez hechar alguna crema para esa clase de quemaduras. Por suerte cuando llegó a casa su padre no se encontraba. Subió a su habitación y se acostó en la cama. Lloró durante horas, y no solo lloro por su herida, también aprovecho llorar por todo lo que le había pasado, sintiéndose la más miserable de todas. Teniendo todas esas cosas en mente, por fin se durmió, con las luces encendidas y los pensamientos tormentosos recorriendo su mente.

Eran las tres de la mañana cuando Lizzy se despertó, con un fuerte dolor de cabeza y la boca seca. Se levantó de la cama, haciendo una mueca al sentir la molestia en su mano derecha. Se restregó los ojos, bajando las escaleras y yendo hacia la cocina en busca de agua, y ahí se percató de que su padre aún no había vuelto a casa. Suspiró con alivió, regresando a su habitación.

Se acostó en la cama después de beber del vaso, cerrando los ojos con la intención de dormir otro poco. Pero su teléfono sonando la hizo abrirlos nuevamente, frunciendo el ceño. Resopló, cerrando los ojos nuevamente, ignorando el molesto aparato. Soltó una maldición al escuchar el teléfono sonar con insistencia, haciendo que una extraña sensación se posara en su pecho. Se incorporó en la cama, tomando el ruidoso teléfono para poder apagarlo, pero el nombre en la pantalla la hizo abrir bien los ojos, despegando toda sensación de sueño de su cuerpo. Ladeó la cabeza confundida, sin entender porqué la estaba llamando, hasta dudo en su debía contestar, pero de igual manera lo hizo.

—¿Si?

Dijo ella con nerviosismo, sintiendo sus pies hormiguear.

"Hola, Lizz"

Dijo la voz de la otra línea, haciendo a la chica temblar ligeramente.

"Q-quería disculparme por lo de ayer."

Ella estaba desconcertada y no estaba entendiendo absolutamente nada.

—Mmh... ¿Con quién hablo?

Su mente trabajaba a toda velocidad, tratando de entender que demonios estaba pasando y porqué la había llamado. Hasta separó el teléfono de su oreja por unos segundos, comprobando que efectivamente se trataba de Tom y no lo había imaginado. Después de una larga pausa, Tom se rió levemente y habló.

"Soy Tom.... Y Estoy en
donde trabajas"

Los latidos de la chica aumentaron al escuchar eso, sintiendo su cuerpo tenso. Eran muchas las cosas que estaban pasando en menos de 24 horas. Solo quería descansar.

Un Año Y Tres Meses Donde viven las historias. Descúbrelo ahora