—¿No sientes calor?—me preguntó Allison, guardando sus libros. Carraspee incómoda.—Digo, yo tengo muchísimo calor y tú estás tapada de la cabeza a los pies.
Me abracé a mi misma, recostandome en los casilleros. Me encogí de hombros. Porsupuesto que tenía calor, pero por obvias razones no se podía quitar el suéter.
—En realidad no—mentí, cruzandome de brazos. Ella hizo una mueca, cerrando el casillero.
—Vaya, te envidio—dijo, batiendo su mano para echarse fresco—.Yo no puedo evitar sudar como un cerdo.
Reí bajito.
—Supongo que soy afortunada—dije, sonriendo un poco.
Ella también sonrió, volteando a verme.
—Si que lo eres—dijo riendo. Se quedó en silencio unos segundos, acomodando sus libros—¿Vamos ya al salón?—me preguntó, relamiendo sus labios. Negué con la cabeza, enderezando mi cuerpo.
—Adelántate. Yo iré al baño primero.
—¿Quieres que te acompañe?—me preguntó. Volví a negar.
—Esta bien, no tardó.
Ella asintió.
—Bien, te guardaré un asiento—dijo, comenzando a caminar. Le di una pequeña sonrisa, asintiendo.
Suspiré mirando a ambos lados. Los pasillos estaban vacíos, ya que a esta hora se suponía que debíamos estar en las aulas. Camine rumbo al baño, sintiendo el aire fresco golpearme el rostro, haciéndome suspirar nuevamente. Amaba cuando ocurría esto. Me encantaba el simple hecho de sentir el aire pegar mi cara, sentir mi cabello siendo elevado a causa de la brisa. Era simplemente perfecto. Entre al baño de mujeres, habían unas pocas y se encargaron de mirarme con burla mientras susurraban entre ellas. Otras simplemente se burlaban abiertamente.
Una se acercó a mi.
—Hola, vírgen María—me dijo, poniéndose a un lado de mí. Suspiré.
—¿Que se te ofrece, Ashley?—le pregunté con toda la calma del mundo, abriendo la llave y mojando mis manos.
—¿Ya hiciste mi tarea?—cuestionó. Arrugue mis cejas.
—No me dió tiempo. Entre la mía y la de Tom se me fue—y también porque estuve muy ocupada recibiendo los golpes de mi padre. Lo pensé, más no lo dije. Sentí un tirón en mi brazo, haciéndome soltar un aullido adolorido.
—¿Y crees que eso me importa? Te dije que me la trajeras hoy—siseó con rabia, apretándome el brazo—.Tu deber era tener mi tarea lista para hoy.
—Me estás lastimado...—me mordí el labio inferior al sentir dolor en el antebrazo, dónde ella estaba apretando con fuerza. Moví un poco mi brazo, intentando soltarme, pero fue imposible.
—No, ese era tu deber—dije entre dientes, sintiendo como cada vez más me apretaba. Justamente ahí tenía las quemaduras de cigarrillo que mi padre me había hecho anoche y eso me dolía como el infierno. Me empujó contra la pared, poniendo sus manos en mis hombros de manera agresiva. De inmediato me arrepentí de decirle eso.
—¿Acaso te crees muy graciosa, imbécil?—dijo, clavando sus uñas en mis brazos. Tenía el suéter manga larga que me protegía, pero de igual forma podía sentir sus uñas clavándose en mi piel. Estaba segura que eso dejaría marcas.
—No...
Ella sonrió, sin moverse.
—Eso creí. Mañana tengo que entregar ese trabajo, así que espero tenerlo en mis manos para entonces.
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Un Año Y Tres Meses
أدب الهواةElizabeth Ortega, una joven sonriente que no vacila en poner su felicidad después de las personas. Una chica que se queda callada ante ciertas cosas con tal de no incomodar a nadie. Una chica que a simple vista era feliz, pero, debajo de esa máscara...