6. Luz

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El viento aullaba a través del bosque, chocando ferozmente contra las ramas, arrastrando los copos de nieve por todo el lugar. El paisaje blanco resplandecía por el reflejo de los pocos rayos de sol que lograban atravesar la fortaleza de nubes que había en el cielo ese día.

Era un día de invierno como ningún otro y lentamente las nubes terminaban por apagar el cielo junto a la nieve que caía con fuerza.

La cabaña escondida en medio del bosque iluminaba los alrededores contrastando la cálida luz de su interior con el frio paisaje del bosque.

El chico, cuyo caminar resonaba ante cada paso que daba sobre la nieve recién caída, estaba envuelto en varias capas de ropa de lana, tratando de protegerse del intenso frío. Su aliento se convertía en pequeños cristales de vapor con cada exhalación, y sus mejillas estaban ruborizadas debido al impacto del aire gélido contra su piel. Nada de eso impidió que lograra su cometido, simplemente le preocupaba que se mojara el paquete guardado en su bolso.

Frente a él, estaba la puerta de madera de la cabaña, los pilares que la sostenían tenían enredaderas cubiertas por nieve y pequeñas luces. Pronto sería navidad, pensó.
Levanto el brazo, pero antes de que sus nudillos tocaran la madera, la puerta de abrió por si sola. Entró, quitando la nieve de su ropa, despojándose de su abrigo y sus botas. El ambiente era cálido y con aquel aroma a hierbas tan familiar que impregnaba su nariz.

Camino hacia el lugar donde sabía que encontraría a quien estaba buscando.

Hasta el final del pasillo, doblando a mano izquierda estaba el estudio principal, un lugar lleno de plantas, donde sobresalía un caldero en medio de la habitación, como si estuviera viendo un anime en la vida real y a la derecha, el gran estante que albergaba distintas botellas llenas de líquidos de colores, de los cuales no les gustaría conocer el contenido de ellos.

Todo era demasiado llamativo, pero no era la primera vez que estaba en ese lugar. Aunque el gato que dormía sobre una almohada en la silla mecedora nunca lo había visto.

Lo que si ya conocía y hace bastantes años era el chico parado frente al caldero, más específicamente frente a un atril, leyendo quien sabe que cosa, pero lo suficientemente interesante como para no despegar la vista sobre el libro, y quien murmuraba la pegajosa melodía de una canción, posiblemente kpop.

Alto, pero no tanto como él, aunque notablemente mucho más fuerte. Sus brazos eran del porte de su cabeza si es que lo pensaba bien. De cabello castaño lacio, ojos grandes y labios gruesos. Vestía una yukata, si es que se podía decir que la vestía porque el kaku obi estaba suelto, haciendo que una parte de la tela se deslizara por sus hombros, exponiendo su pecho de paso.

"¿No debería darle la bienvenida a tu invitado?"

"¿No deberías molestar a tus mayores cuando están ocupados?", el muchacho frente a él ni siquiera hizo el intento de girarse a mirarlo, pero ya estaba acostumbrado, después de todo lo conocía desde pequeño.

"Te traje lo que pediste", dejó el paquete sobre la mesa que se encontraba en medio de la habitación, entre medio del desorden de papeles y hierbas esparcidas por el lugar. "Una tacita de té no me caería mal Fuma-san", el mencionado se giró con las cejas alzadas dejando por fin el libro de lado.

"¿Dónde quedó el chico tímido que ni siquiera me podía mirar a los ojos?", Fuma despejó la mesa y le sirvió una taza de té verde. "Jo-kun has cambiado"

"He crecido que es diferente"

"Eso es evidente", ambos compartieron sonrisas cómplices a la vez que se servían el té.

"¿Qué estas inventando ahora?", la vista de Jo se dirigía hacia la caldera que burbujeaba soltando un aroma a lo que podría familiarizar con el almizcle.

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