8. Trato

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Yudai no podía apartar de la mente los recuerdos de su infancia junto a su padre. Siempre se notó el parecido entre ellos, no solo físicamente, sino también en su personalidad juguetona y aniñada. No lograba recordar momentos difíciles mientras crecía; su padre siempre ocultó sus propias penas para protegerlo. No fue sino hasta que se presentó como alfa, que entendió por qué habían dejado Japón.

"Hyung, ¿quieren dormir en el medio?", K miró fijamente al menor de la manada. No comprendía lo que quería decir. Desde que llegaron podía sentir como si estuviera en una nube, no lograba concentrarse. Debía ser estrés por lo que había pasado con Nicho, quiso creer. "Que si quieres dormir al medio. Jo nos trajo estos futones", trató de enfocarse, las palabras del chico apenas penetraban su mente. Debía de concentrarse, no quería preocupar a los demás.

"Prefiero la orilla por esta vez, gracias, Taki", el menor asintió.

"¿Estas bien?", Harua apareció por la puerta y no pudo evitar soltar un pequeño ruido agudo al ver lo adorable que se veía con la ropa que le habían prestado. La playera era tan ancha que parecía vestido y los shorts se le resbalaban de la cintura por lo que tenía que sujetarlos.

"Te ves adorable Haru~" le extendió los brazos invitando para que el más bajo se acurrucara con él

"No cambies de tema", le apunto con el dedo índice, dejando ver como su rostro se fruncia con enojo. Sin poder evitarlo, Yudai lo abrazo frotando su mejilla contra la cabeza del chico.

"Ah mi cachorrito, gracias por preocuparte"

"Yo fui primero su cachorro"

"Ven acá y no andes de celoso", con una risita suave Taki se unió a los dos.

Quería ser como su padre, a pesar de todo lo sucedido. Deseaba ser para su grupo lo que su padre fue para él. Ansiaba proteger la juventud de esos chicos, permitirles correr libremente, reír sin preocupaciones, velar por su bienestar y procurar su felicidad.

Se encargaría de protegerlos pase lo que pase. Y por esa razón necesitaría la ayuda de aquel chico con yukata que los observaba desde el pasillo.

Era extraño. Bueno desde que se atravesaron con ellos que muchas cosas extrañas le estaban pasando. En primer lugar, siempre fue bueno leyendo a las personas, algo que aprendió durante los meses en i-land y que le ayudaba a prever los movimientos de sus enemigos, hay veces que ni siquiera necesitaba el lazo para saber lo que Euijoo estaba pensando.

Las personas siempre ha sido un libro abierto para él, pero este chico, no tenia idea de lo que se le pasaba por su mente, su cara tenía una expresión en blanco...

Mentía.

Podía leer algo, en sus ojos. Sus grandes ojos marrones destellaban aversión hacia ellos, una hostilidad apenas disimulada. Era como si ocultara un desagrado profundo bajo esa aparente carencia de expresión.

Pero ¿Por qué? Yudai se maldecía a sus adentros por su curiosidad innata, no quería involucrase en la vida de más personas, más difícil se le haría proteger a los que más quería.

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