El día tan esperado finalmente había llegado.
Marina estaba impaciente.
Las criadas habían hecho un trabajo impecable.
Un maquillaje sutil que hiciera resaltar sus llamativos ojos, el cabello recogido de lado y un velo que no cubría su rostro sino que dejaba ver su hermoso peinado.
El vestido era un tanto revelador, ya que dejaba sus hombros y escote al descubierto.
Madame Giselle se había decidido por el collar de diamantes rosados.
Rina se miró al espejo. Estaba más que satisfecha por el resultado.
“hoy brilla más que nunca, su majestad se enamorará en cuanto la vea”
Ella sonrió de forma tímida tratando de ocultar sus mejillas rojas con las manos.
“¿Tú crees?”
“ ho ho los jóvenes son tan adorables”-exclamó la mujer mayor entrando a la habitación.
“¡Señora Abigail!”
“A partir de hoy, llaméme simplemente Abigail, su majestad es mi señora y yo una simple doncella”
“Espero con ansias trabajar con usted”
Abigail se acercó a ella con un cofre en las manos.
“Esta anciana ha servido a dos emperatrices, pero desgraciadamente ambas partieron a una tierna edad. Mi deseo es que tenga una vida larga y gloriosa. No se olvide de mí cuando parta de este mundo. Espero que tanto usted como sus descendientes puedan visitar la tumba de alguien tan insignificante como yo. ¡Oh no! su majestad no puede llorar”
Se apresuró a secar las lágrimas de Rina para que su maquillaje no se arruinara.
“Tienes que vivir mucho más, tienes que conocer a mi hijo. No vuelvas a hablar sobre morir”
Abigail rió. Aunque le había enseñado los deberes y el actuar de una emperatriz, aquella joven tenía todavía un corazón demasiado blando.
¿No debería hacer un esfuerzo más por caminar a su lado y cuidarla?
“Está bien majestad. Centrémonos ahora en la boda, he traído lo más importante.
Ninguna mujer ha lucido esta joya tan espléndidamente como la emperatriz Rosenia, pero creo que finalmente ha encontrado a su dueña”Dentro de aquel cofre había una tiara plateada, decorada con pequeñas joyas de color rosa claro. La forma en la que estaban colocadas se asemejaba a las flores de cerezo. Y en el centro, la más grande de ellas resaltaba entre el resto, dándole un toque sofisticado.
Marina agachó la cabeza. La corona fue colocada delicadamente sobre ella, ahora estaba completa.
No sólo sería la madre de la nación, sino también la esposa del hombre al que amaba.
Debía estar a la altura y convertirse en una gobernantes sabia y amada.
La puerta sonó interrumpiendo sus pensamientos.
“¿Estás lista?”-era el emperador.
Rina se emocionó al verlo en el traje del novio. El blanco le sentaba muy bien, la capa roja y la corona le hacían lucir imponente, contrastando con su gentil sonrisa.
Habría pensado que observaba un ser divino.
“No puedo creer que sea tan afortunado al casarme con alguien tan hermosa.”-dijo sosteniendo su mano, plantándole un beso.
“¡Theo!”
Aún no se acostumbraba a ese trato.
Aunque los últimos meses él se había portado muy atento y amoroso con ella, todavía la ponía nerviosa tenerlo tan cerca.
Parecía mentira el hecho de que pronto serían marido y mujer.
“¿Qué haré si mi esposa sigue siendo tan inocente? Estoy haciendo un gran esfuerzo por contenerme hasta la noche de bodas”-le susurró traviesamente al oído.
Aquello solo hizo que de sonrojara más.
“¡Vámonos ya!”- Alegó halándo de la manga de su camisa.
“Como lo diga mi emperatriz”
Él colocó su brazo para sostener el de ella escoltándola.
Por el camino no pudo decir nada, cada vez que volteaba a verlo él le sonreía dulcemente.
Tenía un rostro peligroso con el que cualquiera caería.
Pensar en tener que pasar la noche con él hacía que su corazón latiera a mil.
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“Entran sus majestades el emperador y la emperatriz”
Todos los nobles se pusieron de pie ante la llegada de los novios.
“Oh dios mío ¿como pueden verse tan bien juntos?”
“Que vestido mas impresionante, ya sabemos quien liderará la moda esta temporada”
“Su majestad se ve también muy guapo hoy”
Ambos parecian venir de otro mundo. Como si fuese una ilusión.
Un final de cuento, donde el príncipe y la princesa se casan y viven felices por siempre.
Rina camino de la mano del emperador al altar, fingiendo no sentir los innumerables ojos sobre ella.
Cuando pasaron al lado de Luciana y el duque, la miró de reojo y sonrió.
Si ella no la hubiera animado con el compromiso, muy probablemente este momento habría quedado en sus fantasías.
Tras un largo discurso del juez, de procedió con los votos matrimoniales.
“Yo, Theobald Iriena juro por los cielos amarte por el resto de mi vida. Compartir contigo tantos los buenos como los malos momentos, si tú caes yo seré tu apoyo, seré quien seque tus lagrimas y te acompañe en tu alegría. Cuidaré de tí y tu felicidad será mi prioridad, hasta que el cruel destino decida separarnos”
“Yo, Marina Deviatan juro por los cielos amarte por el resto de mi vida. Compartir contigo tantos los buenos como los malos momentos, si tú caes yo seré tu apoyo, seré quien seque tus lagrimas y te acompañe en tu alegría. Cuidaré de tí y tu felicidad será mi prioridad”
Una pequeña niña se acercó a ellos sosteniendo los anillos.
Rina tomo el anillo con cuidado y lo colocó en el dedo de su majestad.
A su vez el también tomo el anillo mas pequeño y lo puso suavemente en el dedo de ella.
“Ahora los novios pueden sellar su unión son un beso”
Marina levantó la mirada.
Solo un beso, un pequeño beso y nada podría separarlos.
Aunque estaba nerviosa por besarlo, tragó saliva.
Él puso su mano en su rostro y se fue acercando. Posando sus labios sobre los de ella, como quien besa una flor.
Rina creyó quevya habia acabado, pero la otra mano sostuvo su cintura.
Nadie mas lo notó, pero aquella lengua se introdujo en su boca de forma brusca quitándole el aliento.
No duró mucho pero fue intenso.
Incluso tuvo que tomar aire y aparentar estar tranquila, cuando en realidad quería salir corriendo a esconderse.
“¡LARGA VIDA AL EMPERADOR!¡LARGA VIDA A LA EMPERATRIZ!
la multitud vitoreó y aplaudieron a la pareja.
Aquel momento de felicidad sería algo que nunca podría olvidar
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su majestad, en ésta vida soy yo quien decide
काल्पनिक"Tu eres la única a la que he amado todo este tiempo" Luciana se sorprendió de escuchar aquello de los labios de su cuñado el emperador. Tras la muerte de su hermana la emperatriz, Luciana se ve obligada a casarse con su esposo. Siendo su objeto de...