ESTA NOVELA ES UN BORRADOR.
Cuando Nayla le rezó a su Diosa la noche anterior a su examen final deseando aprobar, jamás imaginó que su plegaria llegaría a través de su ventana de forma misteriosa, portando unos profundos ojos rojos que la dejarían d...
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─¿Qué es lo que estás haciendo aquí? ─zanjé, rezando dentro de mí para que Penny no tuviese que verla.
─¿Acaso una madre no puede visitar a su hija? ─preguntó con cinismo, acercándose a paso lento hacia la puerta.
No era la primera vez que la volvía a ver, pero me seguía pareciendo increíble que estuviese tan viva y tan bien conservada. Su silueta era la de una modelo, y su cabello rojo rizado estaba más brillante de lo que nunca había estado.
Era difícil creer que mi mamá era una vampyr, y más aún cuando la había llorado por años.
─Tú no eres mi mamá ─espeté con odio, un odio que nunca antes había sentido.
─En eso te equivocas ─llegó frente a mí─. Tú eres mi hija aunque ahora quieras negarlo, solo basta ver ese cabello para saber que naciste de mí.
Tocó mi cabello con suavidad pero mirándome con cierto ápice de malicia.
─No puedes entrar aquí ─exclamé.
─Mírame hacerlo ─frunció el ceño y con fuerza sobrehumana me empujó hacia un lado haciéndome caer.
Maldecí y me puse de pie tan rápido como pude, pero no lo suficiente como para evitar que Rowena entrase a la sala y sorprendiera a Penny que seguía sentada en el sofá. La oí gritar.
Penny estaba sentada con los ojos muy abiertos y muy aferrada a su vientre, mientras miraba a mi madre con una mirada de horror. Como si hubiese visto a un fantasma.
─Hay muchas cosas que le puedo reprochar a tu padre, pero tiene buen gusto en mujeres y sobretodo no pierde el tiempo ─dijo mi mamá con desdén sin dejar de mirar la barriga de Penny.
Caminé y me puse frente a ella de forma amenazante, aunque sabía que ella con un solo movimiento podía herirme, o peor... matarme. Pero no me importaba, en aquel momento en mi mente solo estaba Penny y mi hermanita, y si debía morir por ellas, lo haría sin dudarlo.
─No te atrevas a tocarla.
─Tienes razón después de todo ─dijo lanzando una carcajada y alejándose, yendo hacia la ventana─. No eres mi hija, yo nunca sería tan estúpida.
¿A qué mierdas se refería?
─Mi hija jamás habría dejado que una mujer como esta, débil y ridícula se instalara en mi casa ─escupió tanto veneno que las ganas de agarrarla del cabello crecieron─. Mi hija jamás habría permitido que me reemplazaran.
─¿Acaso querías que te esperara? ─pregunté furiosa─. Se supone que estabas muerta, MUERTA.
─¿Aún no entiendes que todo lo que hice lo hice por ti? ─me miró con desprecio.