𝐅𝐄𝐕𝐄𝐑 𝐃𝐑𝐄𝐀𝐌 | 𝑇𝑜𝑚 𝐾𝑎𝑢𝑙𝑖𝑡𝑧.

TEN.

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ADVERTENCIA CAPÍTULO EXPLÍCITO.
⏤͟͟͞͞ CONTENIDO ADULTO +21.
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Oggi a me, domani a te.
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Christina suspiró.

— Acaba de una vez, Tommy. — Vireó sus ojos.

— Dime algo que no sepa. — El azabache se burló.

Había dejado atrás su juego de palabras comenzando a rozarse de una forma un tanto frenética sobre el trasero de la fémina, volteandola y dejándola de cara a él.

Bonito culo, muñeca.

Tom deseaba hacerle gritar su nombre en alto. Había pasado demasiado tiempo esperando por un momento como ese y simplemente no lo podía dejar desperdiciarse así como así.

— Y dime Tommy, ¿planeas follarme? Por qué si sigues así, voy a comenzar a pensar que hablas mucho, pero haces poco. — La ceniza se relamió sus belfos con gesto victorioso.

Y cuan equivocada estaba al pensar que podría salir impune de todo ese maldito embrollo.

— ¿Necesitas una prueba cuestionable sobre ello, amor? — El ojiónix le arrebató el almohadon, para así despojarla de sus bragas.

Escaneó vigorosamente la contextura que se le presentaba. La última vez que la vió aún eran unos estúpidos mocosos aniñados. Tom había extrañado el poder apreciar su desnudez desde un primer plano.

Sus cuerpos habían madurado considerablemente.

— Menudos melones. — El azabache suspiró con fascinación, poco después, sus falanges comenzaron a ejercer un pequeño recorrido pecaminoso hacia su tan deseada flor de loto.

Christina era un matojo de nervios.

¿Por qué la desnudaba con la mirada? Pareciera que fuese a ser el último pedazo de pan en el planeta Tierra.

Fue entonces cuando un pequeño chillido escapó de su boca, la había sorprendido con su feroz y abrasadora lengua, con la cual había recorrido su abdomen descendiendo hacia su ingle y deteniéndose sobre su vulva.

— ¿Por qué eres tan malditamente exquisita? — El Kaulitz chasqueó su paladar y la atrajo hacia su cuerpo alzando su cintura por sobre el colchón. — Joder, estoy caliente.

Introdujo dos almohadones por debajo de la espalda baja de la muchacha para que la mantuvieran arqueada frente a él.

Dándole así una perfecta visualización hacia el hermoso monte que la descubría.

— Tom... — La ojiesmeralda se entretuvo en entrever su delicioso abdomen arquitectónicamente esculpido. El Kaulitz había trabajado tanto en su cuerpo, que ahora lucía como algún actor de ensueño.

— ¿Mgh? — La observó de reojo al notar su encantador tono rojizo, sus mejillas cubiertas por el anhelo grabado en sus frentes. El vaho que desprendía el vapor de sus bocas al encontrarse.

La forma en la que Tom le tocaba.
La forma en la que le hacian sentir sus caricias y su salamería.
Le fascinaban.

— Tus ojos, son hermosos. — Desvió su mirada ligeramente avergonzada.

— Sé que te vuelvo loca, pero disimula un poco muñeca, que se te cae la baba. — Se rió entre suaves carcajadas que deleitaban a sus afinados oídos.