Hong-er. La muerte agridulce

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La lluvia había comenzado a caer, primero eran gotas que acariciaban la piel, pero se volvió un torrente de agujas punzantes que calaban hasta los huesos de un fiel soldado que había visto su reino caer.

Para Hong-er, eso era lo que menos le interesaba, pues su apego hacia Xian Le era nulo, siempre lo trataron como a un monstruo solo por ser de un origen distinto y por su heterocromía particular; sin embargo, lo que más había desgarrado su alma era la manera en que Taizi Dianxia había caído en la desgracia después de ese suceso en el que hubiera querido evitar su sufrimiento.

Ya había pasado tiempo desde que se habían separado, pero el joven azabache seguía defendiendo el humilde templo de Xie Lian contra las turbas enardecidas de ciudadanos inconformes por su aparente "incompetencia". No obstante, Hong-er no aceptaría ver caer de nuevo a su salvador, ni siquiera en una figura de piedra, por lo que su terquedad y fiereza lo llevaron a salir victorioso en muchas ocasiones.

Pero la crueldad del mundo siempre es enorme, a nadie le cabe duda y más cuando una decenas de flechas se clavaron en la espalda de aquel único devoto fiel del dios favorito de los cielos. Un grito desgarrador se escuchó en lo más alto, la sangre se mezclaba con la lluvia que cada vez hacía más presencia en el lugar, mientras que las carcajadas de los asesinos cubrían todo como el velo de la noche.

— Dianxia... No lo olvidaré... Solo espéreme un poco más...

Los ojos juveniles se dieron cuenta que la última flor blanca de pie quedó frente a sus ojos, así que con una sonrisa acarició sus pétalos, casi ensuciándolos con la tos mortal llena del líquido vital que abandonaba su cuerpo. Otros hombres lo pateaban e insultaban, clavando más las flechas que lo habían perforado, pero Hong-er renunció a la idea de que esa inmaculada belleza fuera manchada por la estupidez e inmoralidad de las personas, así que la protegió casi hasta el final.

Una vez solo, sintiendo el ardor quemando sus pulmones cada vez que respiraba, con la debilidad propia de estar a punto de abandonar la vida, se volvió más valiente y besó aquella compañera diaria a la que siempre cuidó y protegió, ese simbolismo del blanco brillante para su corazón anhelante, todo por su único dios.

— Volveré... No es el fin... Dianxia...

Imagen de inspiración: https://twitter.com/Young57440489/status/1729475303217799176?fbclid=IwAR2Djc2pk3UtuBudk2nWHbThxjfQkQBnxIcCcBeIbmYj0IQSp3SltJ8JIX4

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