JunLian. El recuerdo de una linterna

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El Banquete de Medio Otoño siempre había sido una razón de júbilo en la Capital Celestial, todos los oficiales competían entre ellos para ver quiénes se llevarían los primeros lugares sin contar al Salón Shenwu, pues todos sabían que el Emperador siempre saldría vencedor. 

Ese año, Xie Lian ya no se encontraba en el cielo, pero recordaba las caras de todos en las pocas competencias en las que estuvo en sus efímeras ascenciones y suspiró largamente mirando sus propias manos. 

Esa festividad tenía más significado de lo que otros podrían creer, pues para el reino de Xian Le era vital lanzar linternas de bendiciones al cielo en nombre de Jun Wu. Los recuerdos vinieron a la mente del castaño, hasta el momento en el que había creado su propia luz que lanzaría al firmamento oscuro.

— ¡Padre! ¡Madre! ¡La he terminado! 

— Xie Lian, hijo mío, no corras así o te harás daño. 

— Si, madre. Tengo mi linterna, es la que deseo enviar al Gran Dios Marcial este año. 

Tanto el rey y la reina se miraron, no comprendían por qué la continua obstinación del príncipe a realizar él mismo algo que podían comprar con cualquier artesano, pero si Xie Lian deseaba eso, nada lo haría cambiar de opinión, por lo que abrieron el camino para que pasara. 

Taizi Dianxia agradeció el gesto y caminó lentamente a la plataforma donde la gente se reunía para esa celebración y subió a lo más alto, sus manos estaban temblorosas, siendo solamente visible en el baile intranquilo de la llama dentro de la pantalla de papel. 

— Querido Gran Dios Marcial, quizás nunca me escuches, pero soy el príncipe que un día guiará al reino de Xian Le... Tus historias y anécdotas me han llenado el corazón cada día de mi existencia y te admiro tanto que mi único deseo es seguir tus pasos.

El pequeño de la realeza presionó la orilla dura de la linterna para no deformarla y la llevó a sus labios besándola diligentemente.

— Tengo riquezas sin igual, pero ¿qué podría ofrendarte si lo tienes todo? Por eso te doy algo que a nadie daré nunca por el cultivo que mi maestro me enseñará, algo que solamente tú puedas tener. 

Las luces fueron llenando el sitio una a una, por lo que Xie Lian soltó la suya casi como si estuviera acariciando la mano firme que siempre provocaba miedo a los demonios por su gran destreza con la espada. 

— Mi señor Jun Wu, si alguna vez escucha a Xie Lian, le prometo que llegaré al cielo un día para verlo. 

El recuerdo perduró en la mente de su dueño mucho tiempo, haciendo que el dios desterrado se acostara en la hierba, sus sueños habían quedado truncos por sus propias decisiones, pero aun así había vivido tres años increíbles al lado de Jun Wu, conociendo la más bella sonrisa y la mente más brillante. 

Su diestra se aferró a sus túnicas blancas a la altura de su pecho, cerrando los ojos para evitar deslumbrarse con el brillo que llenaba el cielo en ese momento, solo visualizando el rostro del Emperador Celestial.

— ¿Acaso usted pensará en mi aún? Dos veces le solicité mi destierro, lo herí, lo traicioné... ¿Imagina cuántos años hice esa ofrenda para usted antes de ascender? 

Las lágrimas cayeron por los lados de los ojos de Xie Lian, había días como ese en el que solo deseaba volver a contactar a la persona que había llenado de calidez su corazón, pero no se sentía digno de hacerlo, por lo que se mantuvo en la misma posición por horas.

No sabía si estaba en un sueño o en un recuerdo, uno en el que se había acostado para descansar un momento cerca de una de las estatuas de Jun Wu. Ya era un joven bastante fuerte y capaz, tanto que lo habían nombrado para representar al Gran Dios Marcial en el festival más importante del reino, lo que era algo increíble para él, pero lo que lo volvió mejor fue un susurro que llegó a su oído en forma de viento cálido como el aliento de alguien.

— Te estaré observando, Xian Le...

En ese momento Xie Lian abrió los ojos sentándose instantáneamente, mirando nuevamente aquellas linternas, sonriendo un poco, entendiendo todo. 

— Usted me miró aquella vez, me acompañó siempre... Gracias, mi señor.

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