JunHua. Los celos de un Emperador

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El salón Shenwu estaba más silencioso que de costumbre, por lo que la mirada carmesí se entrecerró con preocupación al no saber lo que estaba pasando. Entró con cautela mientras acariciaba la empuñadura de su cimitarra, si había algún peligro por delante, E-Ming definitivamente haría su trabajo cortando en pedazos al enemigo.

Aún así, sabía que eso sería casi imposible, pues Jun Wu estaba en el cielo en esos momentos, por lo que nadie pisaría ese lugar sin perder la vida bajo la maestría de su amado con el manejo de las espadas.

Momentos antes había sacado un par de unos al lanzar los dados para transportarse hasta ese sitio y su corazón inerte se sentía incómodo, algo estaba mal, podía sentirlo, la opresión en su pecho cada vez era más grande.

— ¿Shenwu Dadi?

La voz del fantasma resonó en la oscuridad del sitio, nunca estaba en penumbras, así que las alertas de Hua Cheng seguían aumentando hasta que sintió el filo de una hoja fría en su cuello. El portador de ésta se encontraba pegado a su espalda, no había sido capaz de captarlo, así que debería ser la persona que estaba buscando.

— Xueyu Tanhua, ¿por qué has tardado tanto?

Reconocía perfectamente esa frialdad en el tono de voz de su amado, así como el pequeño eco que se hacía cuando portaba la máscara de Bai Wuxiang, por lo que esta vez no jugó descuidadamente, solo cerró los ojos al sentir las pequeñas gotas carmesíes rodando por su piel pálida.

— Estaba solucionando algunas cosas en Ciudad Fantasma.

— Mhm... ¿Será eso verdad?

El brazo libre de Bai Wuxiang rodeó la cintura adornada por el cinturón plateado y tiró de ella con fuerza, perdiendo todo tipo de distancia entre ellos, algo que hizo gemir al Supremo por lo bajo, pues la sorpresa y el deseo se mezclaban ante algo totalmente desconocido para él. No era común que se encontrara con el dios marcial en sus ropas de Calamidad, por lo que infirió que algo pasaba, aunque no sabía exactamente qué podía estar atormentando a su amado en ese momento.

— Claro que es verdad, solo deseaba venir a tu lado.

La Calamidad Vestida de Blanco no estaba de buen humor y eso era palpable, aún así, el azabache no le tenía miedo, todo lo contrario, bajó sus manos hasta el brazo que lo rodeaba y lo acarició lentamente, a pesar de la resistencia que estaba teniendo Bai Wuxiang con ello.

— ¿Qué sucede?

— ¿Te atreverías a dejarme?

Esas palabras se instalaron directo en el pecho de Hua Cheng como si fueran dagas y, sin importarle que Zhu Xin cortara más su cuello, se movió rápidamente para girar y abrazar al otro con cierta fuerza. Su sangre estaba ensuciando la tela blanca, sin embargo, el dios marcial no se movió, seguía indiferente ante aquel gesto cálido que representaba un amor que aún no se podía describir del todo.

— Nunca... Escúchame bien...

Por primera vez, la máscara fue retirada por el fantasma rojo y la lanzó a un lado para acunar el rostro de Jun Wu, a pesar de la oscuridad, parecía que las dos obsidianas brillaban en la oscuridad llenas de incertidumbre, enojo y dolor, pero Hua Cheng se encargó de besar ambos párpados con cariño antes de hablar de nuevo.

— Eres quien le da sentido a mi existir, no puedo pensar en más maneras de hacer las cosas si no es contigo, en todos los escenarios posibles. Bai Wuxiang, eres mi locura, Jun Wu, eres mi sol...

Esas últimas tres palabras hicieron temblar a quien vestía ropas fúnebres y lentamente enfundó de nuevo su espada favorita para después abrazar a su amante de años con fuerza. Imaginar que él también lo iba a abandonar había hecho mella en su corazón, el miedo y el dolor se habían aferrado a su alma como espinas venenosas que lo hacían sangrar, por lo que solo sentir el abrazo firme de Hua Cheng le daba cierta calma.

— Sabes que si intentas dejarme te perseguiré hasta el mismo infierno, ¿verdad?

— Lo sé y te esperaré siempre con una sonrisa, deseando que seas tú el que me lleve a la ruina por tremendo pecado.

Los labios del dios marcial se unieron a los más fríos a su alcance, alzó al Supremo que enredó sus piernas alrededor de su cintura, haciendo una danza apabullante de placer y necesidad que hace mucho no sentían. Los cabellos de Hua Cheng fueron jalados con fuerza para que su amante pudiera morder su cuello con intensidad hasta dejarle marcas que no se disiparían fácilmente y su erección se clavaba contra la otra en una guerra infernal en la que ambos siempre deseaban participar.

— Ni siquiera tú puedes imaginar lo cruel que seré contigo, Xueyu Tanhua...

La lengua de Bai Wuxiang recorrió la yugular del fantasma que tembló por la agresividad y la amenaza de su pareja, no porque le tuviera miedo, sino porque se entendían bien en su propia oscuridad. Después de un par de minutos, la espalda cubierta por la tela roja se estampó contra la gruesa puerta del salón del Emperador Celestial, haciendo gemir dolorosamente al azabache, pero ninguno de los dos mermó sus avances.

— Hazme conocer un destino peor que la muerte, Shenwu Dadi...

Los pantalones fueron retirados con maestría, no era nada sencillo para un mortal, pero para Jun Wu ya era pan comido, pues siempre buscaban los momentos más difíciles para estar juntos debido a sus tareas como líderes de todo un reino, así que, sin preparación alguna, entró en Hua Cheng en el momento en que también logró liberar su dureza, empujando sin ningún cuidado hasta el fondo del Supremo que sintió sus paredes desgarrarse por la fricción.

Los brazaletes plateados llegaron a la espalda de la Calamidad mientras su dueño recibía las embestidas jadeando entre el placer y el dolor, hace mucho que no había sido violentado de esa manera por Bai Wuxiang, pues desde que se había rendido ante lo que sentía por él, las cosas eran mucho más sencillas, pero no podía obviar que esta posesividad y agresividad por parte de él lo estaba haciendo delirar de placer.

— Eres mío, Hong-er... Xueyu Tanhua...

Las uñas negras se clavaron a través de la tela blanca que hacían contraste con ellas, era raro que Jun Wu lo llamara por su apodo de niño, pero eso solo logró que el orgasmo del Supremo se apresurara e hiciera estragos entre ellos, llenándolos copiosamente de semen sin detener los avances de un hombre que estaba dispuesto a destrozar lo que amaba con tal de tatuarse en él hasta el extremo.

— Claro que si... No obstante, tú no te salvas de ello, Jun Wu...

Hua Cheng ya tenía práctica de ser tomado así por el dirigente de los cielos, por lo que se movió de tal forma que parecía que estaba saltando sobre la extensión que lo abría cada vez más, no le preocuparon las heridas, el sangrado, o el dolor que sentirían sus caderas después, solo quería apresar a su amado tan dentro de él que no fuera capaz de respirar si no estaban juntos.

— También eres mío, Shenwu Dadi... Bai Wuxiang...

Ambas Calamidades se besaron de nuevo con intensidad, aplastando la lengua del otro en un juego de poder, mientras los labios se hinchaban por la necesidad apremiante de ambos que solo aumentaba el calor en sus cuerpos y los sonidos lascivos en un palacio que era ocupado por los más altos oficiales celestiales para las reuniones importantes sin saber que en ese espacio su peor enemigo se fundía una y otra vez con su líder.

Todos los estímulos llevaron a Bai Wuxiang a la liberación profusa, misma que hizo arder el canal de Hua Cheng por las laceraciones que lo llenaron por la furia con la que había sido tomado, pero aún así se aferró a su amado evitando que algo de esa esencia escapara, gimiendo de gusto por pegar su frente sudorosa con la ajena, mientras las miradas se cruzaban con la sinceridad máxima en sus corazones.

— Te amo, Jun Wu, eso no cambiará jamás...

— Eso espero, porque sabes que también te amo, Xueyu Tanhua...

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