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Lo amaba lo suficiente para creer en él, ciegamente pensaba que aquel novio suyo sería su esposo en un futuro (que deseaba no fuera tan lejano), su corazón latía como la primera vez que él la vio con una sonrisa torpe, sabía que su Preciado novio estaba en cosas muy turbias, pero prefería apoyarlo y seguir a su lado, creía que podía soportar todas esas noches de preocupación.
Vaya que Izana era un hombre atractivo, por fuera era un hombre frío que no dudaba en mirar de mala forma aquellos que se atrevieran a alzarle la voz o hacer una cosa muy estúpida, pero cuando las puertas se cerraban en su hogar, dejaba salir a ese hombre dulce, sencillo, que adoraba abrazar a su novia y ser como un niño berrinchudo que si no obtenía un beso de saludo se molestaba. Ese era el Izana que ella amaba.
Siempre se preocupaba cuando su novio llegaba con golpes o sangre, él albino solía llevarle flores para que el impacto de esas cosas no la hicieran llorar por pensar en el ❝¿Qué hubiera pasado si..?❞ .
Pero las cosas se estaban enfriando, ambos lo sabían, él albino solía llegar tarde a casa, ya ni comía junto a su querida peli-negra, ella lloraba porque sentía que su relación se desmoronaría. Las sesiones de cariño y pasión se habían ido hace mucho, se sentía muy frustrada por no hacer algo para cambiarlo.
La mujer se dio la vuelta en la cama, mirando el reloj eran las tres de la mañana.
