Capítulo 3

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Capítulo 3

En la mañana del día siguiente, Black se sentía exhausto del viaje. Estaba demasiado cansado para levantarse y se quedó durmiendo otro rato más, sabía que su amigo no lo iba a venir a visitar por estar con su novia.

Dina tampoco lo quiso despertar aquella mañana, le dejo el desayuno en la cama y le dio un beso en la frente. Aprovecho de bajar a la sala y dejarle una nota en el refrigerador para que hiciera algo en el almuerzo y a su vez que tenía una reunión y no podía faltar, así que llegaría en la tarde- noche.

—Señora Dina, ¿cómo está usted? —Ella le sorprendió que Sam le dijese eso, siempre la llamaba por su nombre y refiriéndose de tú a tú.

—Bien, cariño. Voy a trabajar —dijo Dina apurada.

— ¿Y Black? —El simple hecho de preguntar por su hijo la hizo dudar, ya sabía que habían peleado la noche anterior pero tampoco podía meterse en problemas, pues ellos mismos lo tenían que resolver solos.

—Está durmiendo, Sam.

Dina salió de la casa hacia el restaurante. Sam no se movió de la casa de Black hasta que este saliera. Tendría que pensar mucho en que decirle para no alterarlo, conocía a su amigo como la palma de su mano. Quería decirle al menos "lo siento por ser tan tarado contigo".

Las nubes empezaban a juntarse creando en sí, una nube gigantesca de color grisáceo. Empezaba a caer gotas de lluvia. Se sentó postrado en el mueble viendo como la lluvia caía y caía. Se dispuso a preparar un chocolate caliente, tenía demasiado frío y estaba congelándose por dentro. El chocolate era perfecto, pues le calentaba el cuerpo y se sentía muchísimo mejor.

No sabía qué demonios le iba a decir a Black, tenía que convencerlo de alguna manera. Solo que ya las cosas estaban demasiado complicadas, y la reconciliación era muy difícil de ver.

Las cosas no se iban a quedar a medias y era mejor perdonar que ser orgulloso, pero por supuesto que Black no lo entendía así de ese modo, él sabía que ya las cosas estaban hechas.

Fue hasta la habitación llevando un chocolate. A todo el mundo le gustaba el chocolate, pensó Sam, quizás me perdone, se dijo para sí.

—Siempre tan insistente —comentó su amigo luego de media hora.

—Lo único que tienes que hacer es dejar esa paja de jugar y tomar y escucharme —Black no le prestaba atención, estaba jugando un juego de peleas muy entretenido y quería seguir haciéndolo—. Como gustes, Black. Me voy entonces. Si quieres hablar ya sabes dónde estoy. Samuel se retiró con el ceño fruncido.

Se fue a su casa con una profunda tristeza. Lo bueno era que la rabia se le había quitado un poco, pero aun así le dolía profundamente que Black fuese tan idiota como para molestarse por nada. Si tanto le afectaba que Sam fuese feliz, ¿entonces por qué no le decía a su amigo lo que sentía? Podía sonar un poco extraño si le decía lo que sentía.

Black no quería decirle nada por miedo a ser rechazado y aparte tampoco quería romperle el corazón a la novia de Sam. Casi nunca expresaba lo que sentía por dentro, para él era mejor quedarse callado que soltar todos sus sentimientos.

—Sam, ven a comer, cariño —dijo su madre cuando el chico había pasado media hora acostado en la cama con el ceño fruncido y mirando al techo tratando de comprender qué demonios le estaba pasando y por qué su amigo era así con él.

No quiso saber la respuesta a su duda y se fue a comer. Su hermano no mencionó nada y comieron en silencio. La mesa que siempre se hablaba de cómo les fue en el día, pero esa vez no decían nada. El silencio era más fuerte que el pensamiento de cada uno. Su madre se preguntaba constantemente que le pasaba a su hijo, y su hermano igual.

Black & Sam © (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora