6. La velada

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Una brecha de coloración índigo se abrió; dentro de ella, una bruma oscura se retorcía como si se tratara de una entidad viviente

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Una brecha de coloración índigo se abrió; dentro de ella, una bruma oscura se retorcía como si se tratara de una entidad viviente. Al poco tiempo, de la oscuridad surgió una persona cubierta con una gabardina de un tono barbecho, una bufanda roja que cubría hasta la altura del dorso de su nariz y un gorro de lana que dejaba únicamente sus ojos al descubierto.

Tras cruzar el portal, Nathaniel apareció en medio de una gigantesca explanada; delante de sus ojos, un nuevo escenario se había dibujado en un parpadear.

Parecía ser una caverna subterránea, cuyo interior fue transformado en una especie de plaza gigante con un estilo similar al de alguna civilización antigua. A lo largo y ancho de la caverna se encontraban diversas llamas de distintos colores, flotando en fila y disipando en su totalidad la oscuridad, como si se trataran de espíritus de luz velando por los presentes. Además de esto, en el centro del lugar había una majestuosa fuente hecha de granito, cuya agua era bioluminiscente. La fuente estaba rodeada de un camino hecho de mármol, el cual a su vez se esparcía en varias direcciones, formando más senderos por los cuales andar. Había varias mesas cubiertas de telas de distintos colores, bastante vistosas a la vista. Estas contenían diversos alimentos, incluyendo fuentes de bebidas.

Una vez que Nathan examinó sus alrededores, fue golpeado por la helada brisa de la caverna que soplaba sin cesar, agitando su bufanda. Sentía como si estuviera dentro de las fauces de un lobo... Tal vez ese era el caso.

No fue necesario levantar la vista para notar el techo de piedra a bastantes metros de altura, con todo y estalactitas incluidas. Desde el suelo hasta la cima había una multitud de elegantes pilares de estilo griego. De estos colgaban estandartes con el símbolo de una gárgola, la cual portaba una máscara de manera ominosa. También notó que lo rodeaba un círculo con distintos puntos, y dedujo que cada uno debía representar algo importante, tal vez a los líderes del Concilio Inhumano.

No obstante, no estaba solo, sino que había varias personas caminando y charlando a lo largo y ancho de la explanada. Algunas de estas personas poseían unas características tan particulares que parecían sacadas de historias de fantasía o ciencia ficción. Se percató de que, al igual que él, todos los presentes debieron haber salido de alguno de los portales que se abrían por varias partes del lugar.

Claramente se había invitado a variopintos individuos adrede. Parecía una especie de gala con un toque retorcido; un evento social donde muchos convivirían, pero no con completo gusto.

Nathaniel no tardó en comprender que todos habían sido convocados por aquellos que se hacían llamar el Concilio Inhumano. Entre los invitados pudo reconocer a algunos héroes que portaban sus trajes, otros que lucían como personas comunes, pero sabía que no existía normalidad alguna en siquiera un milímetro de esa sala. Killian se lo había dicho antes.

—¿Otto? —preguntó en voz baja, llevando su mano hacia su oído para ver si la inteligencia artificial podía contactar con él, pero no recibió respuesta—. Maldita sea.

Inefables: AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora