3: Aprendiendo a ser un héroe

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Los bateristas siempre viven en un mundo externo a los demás miembros de una banda

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Los bateristas siempre viven en un mundo externo a los demás miembros de una banda. Tienen su propia percepción de la realidad, donde solo existen ellos, sus baquetas y su instrumento. Se pierden en el tiempo, sobresalen con su percusión, impidiendo que los demás instrumentos se escuchen y otorgándose la libertad de tener solos donde no deberían.

Un mundo diferente, donde su frecuencia siempre vibrará diferente a los demás. Hay gente viviendo en ese plano, aun cuando no toca la batería, una realidad donde jamás ha vibrado con los demás, un mundo donde no están en coordinación con lo que los rodea. Marginados de su propia existencia, ansiosos de pertenecer a algo que los hiciera sentirse en casa.

Golpeó los tambores y los platillos con toda la fuerza que poseía en su cuerpo y se detuvo bruscamente al notar que el ritmo dejó de tener sentido y simplemente estaba haciendo ruido. Soltó las baquetas, dejando que la circulación de la sangre de sus manos volviera a fluir. Estiró los dedos, aturdido, y sacudiendo su rubio cabello hacia atrás.

«Mucho ruido por hoy», pensó.

Se levantó de su asiento de cuero y se encaminó al baño para lavarse el sudor de la cara y mirar su reflejo a los ojos. Bufó y humedeció el espejo a propósito para poder dibujar dos pequeños relámpagos que se entrecruzaban. Salió del baño y se dirigió a la sala de su hogar que se encontraba completamente silenciosa. Pese a ser época navideña, su padre trabajaba, pues su deber era con la ciudad y no podía tomar muchos descansos.

Se sentó en el sillón y encendió la televisión, retozando junto al árbol de navidad que había decorado con su papá. Pasó de canal a canal con el control remoto, buscando algo bueno que ver. Se hubiera detenido en algún especial navideño para pasar el rato, pero de pronto las noticias saltaron frente a él, llamando su atención y generando ruido en su mente.

A pesar del infernal invierno de Chicago, las situaciones descabelladas no paraban y el peligro siempre acechaba a los inocentes.

El muchacho revisó la puerta y las ventanas, asegurándose de que estuvieran bien cerradas para después salir disparado hacia la parte superior de la casa, refugiándose en su habitación y cerrándola con seguro. Corrió la cortina de su ventana y sacó del interior de su camisa un colgante con un diamante celeste, decorado con una pequeña figura de metal que recreaba el cuerpo de un pequeño dragón que posaba sus garras sobre el diamante. Se retiró el collar del cuello y lo extendió hacia adelante, con el puño cerrado. Agarró aire y entonces gritó:

¡Volt Max!

El colgante brilló de un vivo azul, iluminando el cuarto. Su puño se abrió y el collar salió disparado hacia su torso, irradiando luz y lanzando relámpagos. Cientos de piezas de metal salieron catapultadas del diamante, agrandándose y acoplándose al cuerpo del rubio, cubriéndolo por completo. Cuando la luz dejó de iluminar el cuarto, el joven retiró la cortina y abrió la ventana, saliendo disparado hacia el patio trasero, aterrizando sobre un árbol cubierto de nieve y dando pasos largos sobre los distintos árboles a su disposición, dirigiéndose hacia la calle principal. Aterrizó en la banqueta, cubierto por las nubes y las sombras de la noche.

Inefables: AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora