CAP VIII: EL HIELO ANTES FUE AGUA

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POV. OMNISCIENTE

Las paredes de mármol y concreto le daban un aspecto elegante al inmenso pasillo, el cual desfilaban puertas de un gran grosor tallados con las mejores maderas que se podían encontrar en la zona. Sin olvidar la existencia de la variación de artefactos decorativos como lámparas de pergaminos, cerillas bañadas en oro e inclusive el bordado de hilo de plata en las cortinas. Todo esto, manifestando que quien habitaba esa residencia glamorosa estaría portando una considerable riqueza.

Para nuestra protagonista, los cuadros de los audaces hombres y mujeres que posaban con sus vibrantes orbes cobrizos le daba una cierta pista de donde estaba.

El Reino Imperial Lobuno.

Este sitio era conocido por ser el Palacio Real de los hombres y mujeres con linaje lobuno, gobernado por el Rey Imperial Sehun. Uno de los monarcas que tuvo la dicha de concebir junto a su Reina Omega un par de príncipes en jerarquía Alfa.

Myoui Mina nunca consideró estar dentro del palacio en sus años de adolescencia mucho menos ahora que era calificado como la prófugo más buscada en caso que decretaran oficialmente su muerte.

Su corazón aleteo inseguro dentro de su pecho, su piel se erizó mientras los pensamientos gobernaban su mente en un puñado de ideas contrarias.

¿Qué hacia allí? ¿Cómo había llegado a ese lugar? Eran una de más miles preguntas que se hacía la joven Alfa. 

De repente, sus agudos oídos captaron movimiento a su derecha. Eran pasos tras pasos, como si de un ejército se tratara.

El miedo incrementó al darse cuenta que se acercaban a una de las puertas que alineaban el pasillo. No tendría escapatoria alguna si la pillaba tal ejército.

Observó astutamente a su alrededor, debía encontrar un sitio en el cual ocultarse. Se dio cuenta del arco que separaba un salón del otro. Saltó de una pared a otra impulsando su cuerpo, atleticamente, hasta tomar el borde del marco y enroscar sus piernas a éste.

— Mi señor hemos cumplido con discreción su misión fuera del castillo— habló un hombre vestido de verde musgo y blanco. El sirviente principal le hablaba al hombre que caminaba en el medio totalmente apresurado. — Me temo que el señor Hoseok también se enteró de huida— este hecho, detuvo al hombre.

Mina distinguió desde su escondite al hombre. El cabello negro como la noche oscura recortado hasta las orejas, un definido rostro blanco y un par de atractivos orbes cobrizos.

— ¿Cómo que Hoseok lo sabe? — replicó, inquisidor, el pelinegro.

El sirviente pidió ayuda a sus colegas pero estos fallaron al desviarle la mirada.

— El señor Hoseok, pidió un cabello y salió detrás suyo, no sabemos si fue hasta donde usted se hallaba pero nos exigió su dirección o de lo contrario nos enviaría a morir— expuso, asustadizo el sirviente.

Los nudillos de Mina competían con los del hombre, puesto que apretaba los puños con suficiente fuerza.

— Si Hoseok nos los mata, lo haré yo.— ordenó, disgustado, el pelinegro.

Ofuscado, suspiró mientras buscaba alguna alternativa al desastre que podía ocasionar Hoseok si se enteraba  de...

Ni siquiera deseaba pensar en esa probabilidad.

— Veré que hacer, pero no quiero que vuelva a ocurrir, eunuco Jiwon— alegó, el príncipe.

El sirviente asintió tras reverenciar al hombre.

— Cómo usted ordené, mi señor— dijo el eunuco.

— Señor, debe asistir a la sala real— le recordó otro de los sirvientes.

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