CAP IX: AROMA DE CEREZOS

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POV. OMNISCIENTE

El timbre del ascensor que anunciaba el pasar de los pisos, aparte de la tranquilizadora melodía de violines dentro del cubículo, era lo que lograba entretener a la mujer de cabellos castaños.

La mujer se instruía, mentalmente, para no demostrar al público su severa ansiedad siendo el aglomerado trabajo empresarial su único consuelo.

En el piso siete, las puertas del ascensor se abrieron y demostraron a un apuesto sujeto de cabellera plateada.

Su piel blanca con un tono leve de bronceado, la vivaz mirada color café, y un par de finos labios los cuales le sirvieron una leve sonrisa a la castaña.

— Buenos tardes, señorita Im — saludó, con un tono de voz gruesa, mientras entraba en el cubículo, al lado de la susodicha.

Nayeon sonrió por cortesía, ya que desconocía al sujeto de asombrosa figura.

El sujeto marcó el botón del subterráneo. Eso indicaba que dejarían a Nayeon en su piso y luego el ascensor regresaría al estacionamiento subterráneo. Lo increíble sucedió cuando la castaña se fijó que el ascensor realizaba el movimiento de forma opuesta cuando llegó al piso diez.

— Nunca esperé verla de nuevo, pero me siento complacido con tener una nueva oportunidad— empezó diciendo el hombre.

Nayeon lo observó confundida.

Mientras tanto, en el lobbie del edificio, el pelinegro y colega de la castaña terminaba de facturar algunas compras en la recepción para que algún botones las llevará al penthouse Im.

Desvió su atención a los muebles en la recepción, dándose cuenta que la castaña ya no esperaba allí. Ella siempre solía esperarlo.

Confundido, se acercó al ascensor. El panel señalaba el piso número diez.

Jackson chequeó su reloj de pulsera, contó veinte segundos, y volvió su vista al panel nuevamente.

Piso diez.

El pelinegro endureció las facciones cuando recordó un hecho algo similar.

Él está aquí.

No tuvo que debatirse mentalmente cuando sus instintos le gritaron que debía proteger a la castaña mientras corría hasta las escaleras de emergencias.

Dentro del ascensor, Nayeon tomó una leve distancia del sujeto, sintiéndose impresionada con la facilidad de intimidar del sujeto.

— Diría lo mismo si lo conociera— alegó, en respuesta, la castaña.

El hombre soltó una risita corta que enganchó en una sonrisa genuina.

— Pero si me conoces, Nayeon.— declaró, decidido. — Deberías hacer memoria— aconsejó, estudiando las expresiones de la castaña.

Su rostro de gominola, característico de madurez y belleza pronunciada, sus expresiones faciales, determinadas y llenas de intriga, y sus llamativos orbes avellanas. Todo le recordaba al hombre aquella mujer que algún a vez pudo considerar familia.

Logró suspirar cuando sintió la tensión en las facciones femeninas.

— Es fácil de explicar pero difícil de comprender, Nayeon.— coincidió el castaño. — Tuvimos algunas charlas en el pasado, mejor dicho en tu infancia— admitió.

Por otro lado Jackson, saltaba de escalones a escalones pasando de piso a piso.

Nayeon, dentro del ascensor, se fijó en que el panel se detenía en el piso diez. Parpadeaba débilmente en ese único lugar.

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