Capítulo 2: Incantation

64 6 16
                                    

Los pájaros empezaban a silbar por la pronta aparición de la mañana, el sol salió con lentitud atravesando las cortinas blancas de aquella habitación adornada de libros y una réplica de la última cena la cual era acompañada por un crucifijo, este mismo había cambiado su madera pálida por un color inmensamente oscuro.
El rostro del sacerdote fue iluminado por la tenue luz mañanera, abrió sus ojos lentamente dejando en evidencia sus bellas iris azul grisáceo, pero de inmediato sintió un dolor desagradable en su espalda, se levantó con cuidado para luego dirigirse al baño, levantó levemente su camisón logrando ver un hematoma a un lado de su cintura, cosa que le extrañó bastante pues no recordaba haberse hecho daño el día anterior y pese a ese curioso descubrimiento, decidió no tomarlo enserio. Aprovechó para tomar una ducha y empezar el primer día de la semana, claramente enseñando, aunque tuvo una sensación de ser observado la ignoró por completo; se vistió con su típico traje negro, una camandula y por supuesto su alzacuello al cual le había tomado cariño pues lo había adquirido antes de ser trasladado a Roma.

Salió caminando hacia el comedor con su bolso de tartán beige en una de sus manos, saludó con amabilidad a las monjas que igual que él habían despertado hace un rato; se sentó en un lugar vacío y desayunó con gusto mientras repasaba con su mano libre la clase de hoy, muchos niños le saludaban, todo iban y venían como un delicado vals que harían las abejas en una colmena, no tardó mucho en terminar ambas tareas y se levantó para dirigirse a su salón de clases, pero una profunda punzada en su cabeza le hizo dirigirse a un baño cercano. Se apoyó con ambas manos contra el lavabo viéndose levemente al espejo, un sudor frío recorrió todo su cuerpo, como si estuviera enfermo cosa que no era el caso ya que no solía enfermarse en esa época del año.

El dolor aumentó no sólo en su cabeza si no en varias partes del cuerpo hasta que se disipó dejándolo envuelto en un sudor frío y de enfermedad, abrió uno de los grifos para refrescarse el rostro sin notar una presencia ajena que se acercaba desde uno de los cubículos y que desapareció tan pronto subió su mirada, más calmado miró su reloj notando que ya era algo tarde y sin perder tiempo salió trotando del lugar para empezar a buscar su salón; en el camino encontró a cuatro rostros conocidos los cuales, igual que él, iban tarde a su propia clase, eran Adam, Peppers, Brian y Wensleydale, niños y niña que se habían ganado su corazón pero no había tiempo de sentimentalismos y en un golpe de suerte llegaron segundos antes de que las campanas fueran tocadas, a pesar de ser vistos por alguien.

Aziraphale respiró profundamente y sonrió a sus estudiantes los cuales aguardaban obedientemente en sus pupitres.

Muy buenos días niños, espero hayan soñado con los angelitos, sé que muy pronto es navidad, pero debemos seguir practicando los villancicos, será divertido eso se los aseguro.— Sonrió dulcemente remarcandose sus rosas mejillas.

La clase había sido estupenda a pesar de las complicaciones en cuanto a Peppers, quien no colaboraba al sentir que su voz sonaba mucho más femenina de lo normal, pero finalmente cedió gracias al sacerdote; todos cantaban maravillosamente, en su mayoría siendo sopranos y sólo un cambiante, el cual era quien dirigía el coro, no era para menos si su voz parecía la de un ángel cantando cada villancico con sus niños, eso los motivaba a hacer sus mejores esfuerzos y así duraron casi toda la mañana hasta empezar el receso. Todos corrieron felices hacia un pequeño patio al aire libre mientras el de ojos azules grisáceos ordenaba las partituras siguientes, aunque fue abordado por Gabriel quien le cortó su paso hacia el escritorio.

¡Ga-Gabriel! qué sorpresa verte aquí, me asustaste.— Su nerviosismo se hizo presente de inmediato al ser agobiado por por la mirada ajena.

Ahórrate las formalidades, ví que llegaste tarde a clases, no es típico de ti y menos el que te veas con indicios de enfermedad.— Se cruzó de brazos con una mirada poco amigable.

Praying and SinningDonde viven las historias. Descúbrelo ahora