Su mente no procesaba lo que había sucedido, tal vez y sólo tal vez se había sentido incluso cómodo con aquel acto mundano hecho por un demonio, tal vez con las ganas reprimidas de complacer por igual a aquella figura pelirroja que muy claramente le había dicho que le visitaría.
Tal vez y sólo tal vez, por primera vez quería romper las reglas.
Despertó adolorido en su cama, aquél camisón antes sucio ahora se encontraba incluso más blanco que antes y su cabello estaba perfectamente peinado, cosa que le asustó un poco, pero no tomó gran importancia a ello pese a extrañarse. Lavó sus dientes antes de meterse a bañar despojándose de su única prenda, pasó el jabón por su piel pálida; cerró los ojos un momento hasta sentir unas manos agarrando peligrosamente su abdomen, los abrió rápidamente encontrándose con nada, absolutamente nada, sus mejillas se tiñeron de rojo y salió rápidamente de sus aposentos no sin antes vestirse con las ropas del día anterior, cambiando sólo la camisa por una de un azul más vivo.Caminó apresuradamente a pesar de no tener que dar clases hasta fin de año, había sido incapacitado ese tiempo a petición de Gabriel y aunque no lo decía, estaba agradecido con él, era un buen hombre a pesar de todo; desayunó con pocas ganas y salió del comedor para dirigirse a la cúpula central, donde se encontraban aquellos vitales tan coloridos que daban luces al interior de la iglesia, estaba cerrada por el momento pues aún faltaban unas horas antes de abrir. Se aproximó ante aquella estatua de Jesús y retiró sus ropas superiores, de uno de sus bolsillos sacó un látigo de color obscuro, respiró profundamente para comenzar el primer azote en su espalda; tenía que arrepentirse de un pecado tan asqueroso y esa era la única forma para obtener perdón.
Flageló su espalda las veces que fueron necesarias hasta que empezaron a brotar hilos delgados de sangre, de sus ojos no caían lágrimas pero si se veían bastante brillantes, sus mejillas habían enrojecido inmensamente al igual que sus rodillas al estar tanto tiempo arrodillado. Se levantó con algo de dificultad y limpió su espalda para luego poner una venda, volvió a colocarse sus ropas y guardó el látigo nuevamente en uno de los bolsillos de su pantalón para luego marcharse intentando no quejarse del dolor; su sonrisa era más brillante de lo usual, eso pensaban aquellos que le miraban en los pasillos, descifrando vagamente a donde se dirigía, a la biblioteca de la iglesia.
Al entrar en aquella biblioteca sólo la cerró con llave, pues era el encargado general de esta y se sentó con algo de fuerza en una de las cómodas sillas, necesitaba descansar en un lugar que no fuera su habitación, se sentía ligeramente mareado y como si en un trance estuviera, sus ojos no miraban fijo sólo desviándose al lugar donde se dirigían, sus manos recargadas en la silla agarraban fuertemente el terciopelo con cierta ansiedad y por último, sus piernas inquietas no cedían ante la gravedad, aún si lo intentaba era la única parte de su cuerpo que parecía incontrolable. Respiró con pesadez casi como intentando no ahogarse mientras sus mejillas enrojecían fuertemente y lo curioso de todo esto es que el día estaba gris.
Se mantuvo en el lugar hasta llegada las 6:06 de la tarde noche, abrió sus ojos azules grisáceos viendo primeramente una biblia en su pecho, al parecer se había quedado dormido y sin mucha preocupación se levantó dejando crujir sus extremidades, ordenó un poco la biblioteca encontrándose con desórdenes incluso más grandes de los que hubiera imaginado, no había entrado en ese lugar desde hace un mes por su apretada agenda, pero no negaba que adoraba ese lugar con su alma y mientras terminaba de colocar los últimos libros una brisa tibia le rodeó, algo que claramente le descolocó pues era ya muy tarde para sentir calor alguno en incluso las ventanas se encontraban cerradas; su corazón lentamente aceleró sus propios latidos y sin darse cuenta otro ser se encontraba acechándolo entre las sombras más oscuras del lugar, específicamente en la sección restringida.
Un dulce llamado le guío hasta aquella sección de la cual sólo él y Gabriel tenían acceso, pasó como abeja atraída por una bella flor llena de polen hasta llegar al ventanal más grande, en el cual la luz de la luna iluminaba sólo la gran mesa que se encontraba en el centro.
Una mano le cubrió la boca mientras que la libre lo estampó contra aquella mesa de fuerte madera, unos ojos amarillos le miraron de forma sumamente depredadora mientras era aprisionado por una cadenas que sólo sujetaban sus tobillos hacia el extremo inferior de la mesa, se sentía aterrado, pero no era un terror que le diera una sensación de miedo, si no uno incomprensible, inentendible, por el momento.
Aziraphale acercó tímidamente una de sus manos al pecho ajeno sintiendo un latido diminuto, pero cálido, sus ojos azules miraron con más calma a los de serpiente, que a pesar de no tener disgusto en sus iris, la expresión era todo lo contrario y con fuerza moderada, Crowley apartó al sacerdote dejándolo acostado por completo, para luego sacar a relucir sus caninos descomunalmente agudos y largos intentando intimidar, pero esta vez no lo logró.— ¿Por qué no tienes miedo?.— Preguntó enfurecido clavando sus uñas muy cerca del rostro ajeno sólo ganándose una reacción reflejo muy calmada.
— ¿Debería?.— Preguntó inconcientemente, con un tono casi extasiado, drogado era la palabra correcta y al fin, aquél demonio lo comprendió, el sacerdote había caído en sus encantos como príncipe de la lujuria y la mentira.
No podía dañarlo psicológicamente, siquiera un rasguño, estar hipnotizado a la merced de un demonio sólo significaba una responsabilidad para este, pero al menos le daría menos papeleo, odiaba matar humanos, era aburrido, sus muertes sólo consistían en que sus cuerpos sufrieran un colapso total hasta detener sus corazones y si era mínimamente sincero, no quería participar en el trabajo para el que fue asignado, probablemente por un humano que detestaba al sacerdote, lo cual le extrañaba, era un ángel en toda regla, un devoto.
De un chasquido ambas cadenas desaparecieron dejando a Aziraphale libre, pero sin moverse de su lugar, sólo observando la oscura figura que le devolvía la mirada, pensando en un plan, algo que realmente funcionara, pues, a pesar de no importarle fallar para el infierno, tampoco podía irse sin al menos hacer sufrir a aquél humano; en su cabeza una única idea se formuló y puede que fuera la opción más óptima.
— Padre, ¿qué tan dispuesto está a seguir mis órdenes?.— Siseó curiosamente, con la intención de recibir una negativa.
— Haré todo lo que usted me pida.— Su voz suave y aquella respuesta sólo puso en más apuros a Crowley, quien pateó una estantería cercana con bastante furia, logrando un pequeño incendio el cual se consumió rápidamente.
— ¡NO!, ESA NO ERA LA RESPUESTA IDIOTA, DEBÍAS DECIR QUE NO.— Habló furioso dirigiéndose peligrosamente a Aziraphale quien de imprevisto acarició su cabellera pelirroja calmandole un poco, pero no lo suficiente.
Agarró de una muñeca al sacerdote guiándolo por toda la sección hasta llegar a un lugar donde la luz de la luna era imperceptible, sujetó con fuerza el cuello de la camisa ajena para luego abrir su boca, desprendió un humo rojizo que se impregnó en su totalidad en el cuerpo humano, aquellos ojos que le vieron con dulzura sólo cambiaron un poco su semblante, teniendo algo de miedo y.. ¿dolor?.
Eso descolocó al demonio que inspeccionó debajo de las ropas ajenas ganando un forcejeo, lo cual, a pesar de todo, le alivió bastante y al encontrarse un par de vendas sus ojos no fueron capaces de expandirse más en sus cuencas; se sentía interesado, muy interesado en aquellas marcas de flagelación que con una de sus uñas volvió a hacerlas sangrar, le encantaba ver sangre, era su gusto más enfermizo, pero esta vez era diferente, se sentía incluso más complacido de verla en aquella piel blanca.Con imprudencia dejó mordidas y rasguños profundos en el cuello, espalda y pecho de Aziraphale quien sólo era callado por una de las manos del demonio, si no era aquello sus labios eran devorados ferozmente, se sentía tan pequeño, tan indefenso, pero aún así deseoso, extasiado por sentir un contacto íntimo a pesar de ser un demonio el que lo estuviera haciendo, se sentía incluso a salvo por esas manos que le producían dolor y sin pensarlo soltó un leve gemido de sus ya rojos labios, desatando el terror.
— No debiste hacer eso, Fell.— Sonrió macabramente e inmovilizó a Aziraphale de cara contra el suelo, posicionándose entre las piernas ajenas, provocando un pánico total en el sacerdote. — No tengas miedo, nos vamos a divertir mucho por tu pequeña torpeza.
(Flagelación: Acto que se realiza al estampar contra piernas, brazos o espalda un látigo o alguno de sus derivados para infringir dolor, esta acción fue utilizada contra Jesucristo antes de su crucifixión, recibiendo en total 300 latigazos.
Extasiado: Estado placentero de estado emocional y admirativa. Según la RAE.)
Nota: No dejes rastros de tus pecados.
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Praying and Sinning
FanfictionMientras en tu devoción rezas por tus pecados, yo te haré cometer los suficientes para no volver a redimirte. Advertencia Esta historia contiene escenas de índole sexual, violenta, actos inhumanos, sbdm...