Capítulo 4: Captive

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Sus ojos se abrieron lentamente obteniendo sólo oscuridad en su campo de visión, sintió náuseas de inmediato al sentir un olor que le descolocó rápidamente e intentó desesperadamente moverse sin ningún éxito, estaba tan aterrado que de sus ojos empezaron a salir finas lágrimas; sus gritos eran inaudibles y el escapar no era una opción, si Dios está escuchando ahora mismo, por favor, otorgale ayuda.
En un hilo de voz intentó formular palabras, saliendo primeramente balbuceos que luego se transformaron en algo más, en oraciones.

Por favor, por favor señor no me abandone, no lo haga, dame fuerzas, a tu ciervo débil que tanto te ha seguido, sálvame del miedo, te lo pido.— Su voz estalló en llanto rezando aún así a pesar de no ser completamente entendible.

Como si el mismo diablo fuera a reclamar su alma, una figura alta la cual sólo se distinguió al abrirse una puerta en esa lúgubre habitación entró, su rostro no era visible y a pesar de que no quería verse vulnerable, estaba aceptando lentamente que no saldría de ahí vivo y simplemente dejó a sus lágrimas seguir cayendo.
Aquella figura masculina se le acercó lentamente hasta quedar cara a cara con el cautivo, su delgada mano retiró las lágrimas ajenas que sin descanso seguían cayendo, el tacto sólo lograba una respuesta miedosa, lo cual realmente no le hacía sentir orgulloso, acunó delicadamente la mejilla llena de lágrimas y la acarició sin ninguna otra intención a párate de calmar al sacerdote, cosa que poco a poco funcionó.

— No soy un monstruo.— Balbuceó para sí mismo Crowley y frunciendo sus espesas cejas golpeó al aire con su mano libre maldiciendo al universo, al mundo en general, aclaró su voz y se dirigió firmemente a Fell. — Tenga cuidado con los reptiles padre Fell, pues no todos son inocentes criaturas de Dios, volveré por ti cada noche y no habrá nada que puedas hacer.

Y de un chasquido, la voz se disipó, Aziraphale despertó asustado en su cama, en su cuarto, miró aterrorizado a todas partes como si hubiera sido testigo de un asesinato, estaba seguro que aquello no había sido una pesadilla, pero necesitaba relajarse y tomar aire fresco; caminó descalzo hasta llegar a aquel patio totalmente verde, miró al amplio cielo nocturno buscando respuestas en las estrellas o en la luna, la cual brillaba inmensamente esa noche, suspiró cansado y dirigió sus orbes hacia el suelo viendo uno que otro caparazón de caracol, recogió en sus manos el más cercano notando con miedo que estaba vacío, anormalmente vacío.
Dió un paso hacia atrás hasta sentir un cuerpo ajeno detrás de sí, decidió no voltear y esperar lo peor, pero a pesar de que no fue asesinado o incluso mutilado, hubiera preferido eso que lo que había sucedido a continuación. Reconoció el olor a vino añejo que tenía aquel extraño conductor de taxi pero no logró girarse a tiempo y en vez de eso fue acorralado contra la pared más cercana, logró ver aquellas iris amarillas de víbora que le causaron un repentino escalofrío y su boca fue tapada nuevamente por la mano ajena.

— Tú no gritarás bajo ninguna circunstancia, nos podemos divertir aquí, si cooperas te daré el beneficio de que nuestros mundanos encuentros no sean tan terroríficos para tu vivo corazón, pero tendremos condiciones sacerdote, condiciones que si incumples haré que el infierno venga exclusivamente por ti.— Susurró sensualmente en el oído ajeno dando una sensación de enfermedad en el tono. — Decirme mentiras, sólo significará un castigo severo y aunque dudo que tu cuerpo no lo disfrute, tu mente lo sufrirá al máximo, nada de trucos baratos ni exorcismos, ningún tercero, nada.

La delgada mano fue retirada de aquellos labios rosas que tantas ansias daba al demonio de morder y besar, pues a pesar de que no es un partidario de hacer su trabajo, no negaba que esta vez se sentía interesado por la presa tan vulnerable que le habían ofrecido, débil de mente, de valentía y por supuesto, de insinuaciones.

— ¿Qué eres?.— Preguntó genuinamente aterrado Aziraphale quien fue aprisionado más contra la pared.

— Soy un demonio y te haré pecar tanto, que olvidarás rezar de rodillas si no soy yo quien esté frente de ti.— Entre abrió su boca dejando ver una larga lengua de serpiente, esta misma se introdujo en la cavidad bucal ajena haciendo así un beso salvaje y lujurioso del cual Crowley sólo tenía el control.

El bochorno del momento sólo se intensificó mientras el demonio alzaba desesperadamente el camisón de color blanco de Aziraphale, su piel blanca fue palpada por las grandes manos ajenas siendo agarrado y estimulado con cierta rudeza; su voz no era capaz de producir sonido alguno, no sabía que hacer, era débil, desgraciadamente débil lo cual le había incapaz de zafarse incluso si su salida estaba a sólo un ataque de distancia, una distracción, algo, incluso una intervención divina le era suficiente, pero nada sucedió.
Un sudor frío recorrió su espalda al sentir aquella mano demoníaca rozar su intimidad, abrió sus ojos con miedo es intentó por todos los medios escapar; tanto intentó que su cuerpo cedió al cansancio y se apoyó de forma lamentable contra el cuerpo ajeno, dándole libertad a aquél demonio que sinceramente no comprendía porque lo atormentaba.

No pudo pensar nítidamente pues su respiración paró abruptamente al sentir la mano intrusa agarrar su sexo y empezar a estimularlo con fiereza, intentando ahogar su propia voz apoyó su boca contra la camisa ajena y con sus manos agarró fuertemente los brazos delgados pero fuertes del demonio quien sin importarle sólo siguió con su "trabajo".
Poco se tardó en liberar aquel líquido espeso del miembro viril ajeno, sonrió ampliamente mostrando sus colmillos agudos como los de una víbora y de repente agarró ambas manos blancas como la nieve para luego ponerlas encima de aquellos rizos rubios.

— No puedes esconder tus delatables gustos de mí, sacerdote, tan transparente como está tela que te cubre, un tela llena de pecado.— Susurró con un siseo constante que paró la respiración del padre.

— Y-yo no sé de que estás hablando.— Su corazón palpitó con fuerza, tanto que parecía querer escapar de su cavidad torácica, el índice ajeno subió su mentón lentamente.

— Claro que lo sabes Fell, tú mismo me lo dijiste, en algo tenías que fallar, algo te tenía que gustar con profundidad, deseas a tu propio sexo y yo te puedo ayudar a cumplir ese deseo.

(Sexo: A pesar de ser usado actualmente para identificar la diferencia entre un espécimen masculino de uno femenino, anteriormente podía usarse como distintivo del miembro viril masculino.)

Nota: La oscuridad es más segura.

Praying and SinningDonde viven las historias. Descúbrelo ahora