VII. "Mar rojo"

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"Yo, ya no quiero curarme, solo...quiero perder la memoria"

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Si que dolía, peor que cualquier cosa, no sé si fue una ballena o un submarino lo que me aplastó. Duele todo el cuerpo, cada centímetro de él sin excepción alguna, podía sentir como cada fibra de mi cuerpo gritaba por un descanso.

No solo quería dormir, quería que mi tonto cerebro dejara de pensar tanto. A veces estamos atrapados en nosotros mismos, en nuestra miseria y dolor en la espera de que alguien nos salve, pero soy muy pocas las veces que eso sucede, están ocupados salvándose ellos mismos así que...toca hacer lo mismo.

El tiempo se volvió el doble de relativo para mí, paso mucho desde la muerte de Dante; volvimos al hospital, todos nos recibieron muy gustosos, tome los próximos días para descansar y concentrarme en mi recuperación y los pasos a seguir. No tenía intención de morir , al menos no por ahora.

El tiempo siguió su curso para mí, cada primero de Enero iba a la tumba de Dante a dejarle flores, se volvió una costumbre algo constante que hacía sin falta y cuando menos lo espere no podía percibir bien el paso del dichoso señor tiempo.

No había muerto; aún no, pero muchos los míos si lo habían hecho, cuando menos me di cuenta solo quedábamos pocos en aquella habitación de hospital. Se había vuelto una fría habitación, las risas habían disminuido ya no quedaba casi nada.
Ocupaba mis días en ir a funerales , ya había perdido la cuenta de todos aquellos actos fúnebres a los que había asistido en los últimos tres años, como unico y especial acto de locura que podía añadir me dedique el tiempo de pedirle a mis hermanos una libreta, en dónde coloque cada uno de los nombres de todos aquellos que entraron a este hospital pero que lamentablemente no pudieron salir por aquellas mismas puertas, tres años de nombres estaban escritos en cada página que guardaba celosamente, odio la forma en la que mi cerebro se castiga a si mismo aún sabiendo que no es mi culpa por dentro me decía a mi misma "Si ellos sufren, yo no puedo ser la excepción".

Nombre número veinticinco; Marcus Palacios, estaba aquí el día que yo llegue a este hospital, tres años luchando para que solo dejara de respirar así como si nada, por culpa de estás cosas es que a veces cuestiono el propósito de todo y termino renegando incluso de lo más pequeño...Maldito cáncer; jodete, así logres encontrar la forma de matarme igualmente ¡JODETE!.

- ¿Has comido algo, Alice? -

Vale esto de ser sacada fortuitamente de mis pensamientos tan a menudo no es de mi agrado, y ahí estaba Joshua recostado en el marco de la puerta observandome con esos jodidos ojos de lastima, como si yo fuera un perro al cual se le rompió la pata y estaba tirando en medio de la carretera, ok es una mala comparación, pero no pueden cumplarme ahora en este momento me encuentro más que frustrada.

- No tengo hambre - respondí

- ¿Por qué deseas hacerle daño a tu cuerpo solo porque tu corazón duele? -

- Es médicamente imposible que el corazón duela -

- Entonces...¿Porque estás llorando? -

Maldición, no me había dado cuenta en qué momento las lágrimas había empezando a salir sin control. Tenía razón; dolía, dolía más que cualquier cosa en este mundo.

- Alice - Susurró - Todo estará bien, no te pasará nada -

- No lloro por eso - resople

- ¿Entonces? -

- Yo, ya no quiero curarme, solo...quiero perder la memoria -

Quiero olvidarme de mis amigos, porque aún duele, aun me duele que murieran.

20 Cosas en mi lista antes de morir... © EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora