Capítulo 9: amar es destruir y ser amado es ser destruido

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Capítulo 9: amar es destruir y ser amado es ser destruido


Edward abrió los ojos y por un instante creyó que estaba ciego. Se encontraba en una total oscuridad, como si el sol se hubiese extinguido y un negro intenso, tan oscuro como el universo, lo culminara todo.

Un tanto desconcertado, intentó moverse, pero al hacerlo notó que no estaba acostado, ni parado, sino que flotaba como si estuviese en el agua, pero no había agua. Movió lentamente las articulaciones de sus dedos, pies, codos y muñecas, notando que se encontraba bien y al levantar un brazo, se sorprendió de verse en plena oscuridad, como si su cuerpo brillara por sí solo.

Al instante que comprendía que estaba en algún lugar especial donde solo el dios de la alquimia podía llevarlo, este le habló.

—Si sigues usando la alquimia sin perder tu humanidad, habrá un caos. Tú crearás el caos.

La voz del dios era como un lienzo duro y fino, delicado, pero a la vez despiadado. No había nada humano en esa voz, pero a Edward le resultaba sumamente familiar como si fuese su propia voz hablándole, tal vez se había acostumbrado a escucharlo.

Ignorando la advertencia del dios, Edward recordó por qué estaba aquí y solo pudo preguntarse qué había pasado con el Comando Central, los militares, Roy Mustang, su hermano y claro, Olivier Armstrong, a quien Edward la había dejado encerrada en una jaula creada con alquimia.

Sabía que él se había desmayado y temía que la alquimia que había usado para desaparecer las armas y encerrar a la mujer de hielo se hubieran desvanecido.

—La alquimia no puede desvanecerse a no ser que tú lo quieras —le respondió el dios leyéndole la mente—. Pero no deberías preocuparte por eso, sino por ti. Si no pierdes tu humanidad, todos morirán.

—¿De qué hablas? ¿Por qué morirán? —preguntó Edward, notando al hablar su voz vacía y extraña, como si estuviera en un lugar donde no hubiera aire—. Hicimos un trato y yo acepté para salvarlos, para que nadie muriera.

Edward intentó enderezarse y al hacerlo dio una voltereta quedando de cabeza. Experimentó la misma sensación que había sentido la primera vez que el dios le mostró el universo. Era como si aquel lugar careciera de gravedad. La sensación de flotar lo fascinaba en realidad, pero en ese momento no estaba de ánimo para contemplarla, en realidad estaba furioso por lo que el dios le había dicho. En su lugar, decidió permanecer cabeza abajo y notó que la sangre no parecía fluir en su cuerpo, como si el peso no fuera un problema en ese lugar oscuro.

—El trato fue tu alma por mi alquimia. Que no puedas manejarla es otro tema, por lo que necesitas perder la humanidad —le explicó el dios, pero Edward seguía sin poder comprender y al parecer el dios le leyó la mente, porque agregó—. La alquimia de un dios no comprende de sentimientos humanos y tampoco soporta el cuerpo de un humano. Para explicártelo de una manera sencilla, tú eres el contenedor de la alquimia y eres un contenedor pequeño para esa alquimia, cuando sobrepase ese poder, la alquimia explotará y saldrá de tu cuerpo. No querrás saber los horrores que pasarán si eso sucede.

—Pues, ilumíname... —masculló Edward sintiendo que hablar con la oscuridad era lo mismo que hablar con una pared.

—No solo matarás a todas las personas que estén cerca y alejados de ti, sino que destruirás tu mundo y posiblemente parte de tu universo.

El solo pensar en destruir una parte del universo hizo que Edward sudara frío. ¿Cómo se podía destruir un lugar tan infinito lleno de estrellas y planetas? Pensar que la alquimia podía abarcar más de la destrucción de su planeta, hizo que le temiera más.

El regreso del alquimista de acero (RoyEd)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora