Capitulo 7

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Advertencias: Ninguna.

La luz en tonalidades naranjas golpeaba mi cara, era una sensación única de calidez; un atardecer

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La luz en tonalidades naranjas golpeaba mi cara, era una sensación única de calidez; un atardecer. Siempre creía que era demasiado inteligente para cuidar mis emociones e impulsos, nunca tan cursi para ser tonto. Fukuzawa cargaba un rifle, ese hombre tenía tantas armas para escoger cada día y nunca las usaba.

Era tonto verlo limpiar sus armas y nunca usarlas.

“¿Por qué no las usas?” Pregunté en voz baja.

“¿Eres un idiota?” Su respuesta fue otra pregunta, sabía que seguiría un sermón “Las armas son para gente idiota que no puede hablar o solucionar problemas”.

Lo miré aburrido “Estuviste en el ejército, mataste personas”.

“Por eso soy un idiota” Esa respuesta era más que absurda e incoherente.

Un arma. Tengo una Glock 45 debajo de las tablas debajo de mi cama, no porque sea idiota, es porque soy inteligente, demasiado, y no quiero morir. Suspiro por tercera vez antes de golpear mi lápiz contra las hojas de reporte. Mi sujeto de pruebas, Roxy falleció después de que su corazón explotara, y hasta ahora era el único que funcionaba a niveles neuronales.

—Debería quedarme solo con las bestias de cuatro patas y dejar de aspirar a uno pensante —muerdo la goma de mi lápiz—. De acuerdo, hoy veré sueros para el laberinto y mañana la estructura del ala B.

Escribo cosas, datos y sugerencias para el ala B del laberinto, si Dios es malo tendremos nuevas personas que meter.

“Son como las pruebas en ratones” la frase favorita de Fukichi.

Entre algunos papeles que Rimbau, veo algo en ruso, ese tipo ni siquiera era ruso. Fyodor es la única persona rusa en la base.

“¿Por qué le escribiría algo a Fyodor? Esa rata te traiciona sin esperar nada a cambio” lo leí una y otra vez “El legado de Dios está bajo tierra”. Pero la carta todavía no llegaba a sus manos débiles, todavía no la había visto.

—Iré a dar una vuelta —digo en voz alta mientras abro la puerta.

Un soldado se acerca corriendo a mí—. ¿Necesita algo, señor?

—Ah, no nada, quédense aquí, no tardaré —sé que estos hombres no tienen la obligación de seguirme, son más ayudantes que escoltas—. No dejen que nadie entre mientras no estoy.

—Sí, señor —su rostro rígido era como el de cualquier otro militar, pero él me mira con curiosidad. No se mueve de su lugar sin importar lo que otros digan, pero incluso este hombre que debe obedecerme me delatará si ve algo extraño.

Camino lentamente, como si solo quisiera desestresarme del trabajo, fingir ser alguien más monótono es mejor que ser el blanco de un militar si me ve actuar preocupado—. Iré al piso de abajo —apuro el paso hasta el elevador, pongo mi tarjeta de identificación y entro en él. “El legado de Dios está bajo tierra”, no sabía que él era fanático religioso.

No, habla sobre armas, hay armas, tal vez metralletas o algo que él escondió, pero ¿Por qué a Fyodor?, ¿Él era su aliado? No, Imposible. Además, ¿Dónde escondes armas aquí?

Mientras voy al sótano, observó los botones del elevador, el piso inferior, por debajo del sótano donde está Mori son letras, es el piso más subterráneo. “יהוה”. Eso significa Dios en hebreo, lo presiono y cuando él elevador se detiene salgo. Todo está muy oscuro pero alcanzo a distinguir una palanca, la levanto y las luces parpadeantes iluminan un poco más la sala, no hay nada.

“Quizás eso no significa nada” veo de reojo un arma, gemela de la mía, probablemente Rimbaud también la robo cuando empezó el caos. Suspiro y la sujeto con delicadeza, todavía tiene dos municiones. Mis pisadas son el único sonido hasta que me paro sobre algo, algo metálico diferente al suelo. Es una compuerta.

Me agacho y la levanto con mucho esfuerzo, pesa más del nulo peso que levanté la única vez que fuí a entrenar con Fukuzawa—. Ojalá no haya ratas.

Pisadas que no son mías resuenan cautelosamente detrás de mí—. Señor, no tiene autorización para estar aquí, solo el coronel —es ese militar que me custodia—. Debo pedirle que ponga las manos arriba y camine hacía mí lentamente. Le diremos al coronel lo que sucedió.

—Vas a matarme, ¿Cierto? —mi voz es un susurro tembloroso. Sé que en cuanto me dé la vuelta va a disparar.

Escuchó un quejido bajo—. Este es el problema con los intelectuales como tú, saben todo antes de decírselos —suelta un suspiro exagerado—. Sí, te ejecutare, diré que intentaste escapar y me asignarán a otro científicos que cuidar o como guardia.

No alzo los brazos, simplemente me doy la vuelta, él ni siquiera me ve como una amenaza, él cree que simplemente podrá dispararme y llevar mi cuerpo a algún contenedor.

Mi mano sujeta fuertemente el arma, y antes de darme cuenta le disparo a una persona. Él no era uno de mis experimentos, no, tampoco era alguien que me odiaba, o que yo odiara…era una persona y yo lo mate.

Mi corazón late tan rápido cuando lo veo caer, sus manos aprietan su propio cuello tratando con todas sus fuerzas de detener el sangrado. En sus ojos veo algo que siempre ví en los míos: miedo. Mis piernas tiemblan, caigo de rodillas al verlo escupir sangre por la boca. Lo veo retorcerse unas veces antes de perder la fuerza y quedarse completamente quieto. Él murió.

Llevo ambas manos a mi boca, para evitar que el ruido agudo de un grito ahogado salga, pero no lo hace, es solo una respiración. Fukuzawa se equivocó tanto conmigo.

Volteo todavía conmocionado, la escotilla está abierta y puedo ver letras escritas en una calcomanía “Arma Termonuclear, propiedad de la Secretaria de Defensa Nacional” debajo de eso escrito con plumón dice “El legado de Dios”.

Mi mirada regresa al cuerpo frente a mí, y no puedo evitar acercarme y tratar de reanimarlo, lo intento dos minutos antes de alejarme nuevamente, tirando la pistola de lado.

Soy un mentiroso, soy alguien malvado, soy un asesino. Soy igual a los demás.

—Sí soy un idiota —mi garganta arde, hay un nudo gigante en ella—. ¡¿Qué debería hacer?! ¡¿Por qué te fuiste y me dejaste aquí en el infierno?!

Cierro la compuerta, casi abrumado por el chillido del metal, la peor parte es que ni siquiera puedo llorar, ni quejarme mucho, debo volver arriba y seguir trabajando, debo seguir sobreviviendo.

Cierro la compuerta, casi abrumado por el chillido del metal, la peor parte es que ni siquiera puedo llorar, ni quejarme mucho, debo volver arriba y seguir trabajando, debo seguir sobreviviendo

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Volví de la muerte llamada bloqueo por estrés, de verdad, la universidad es una patada en el alma que me quita toda creatividad, amo mi carrera pero es agotadora.
Cómo sea, les recomiendo que vayan a las otras líneas de brasas de un nuevo amanecer para poder leer las joyas que escriben mis amigas. Denles muchísimo amor porque ellas mantienen esta saga.
-Honey

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⏰ Última actualización: Dec 22, 2023 ⏰

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𝗕𝗿𝗮𝘀𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝘂𝗻 𝗻𝘂𝗲𝘃𝗼 𝗮𝗺𝗮𝗻𝗲𝗰𝗲𝗿 [𝗥𝗮𝗻𝗽𝗼]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora