22 de diciembre - Cliché

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***ADVERTENCIA, MENCIÓN DE CONSUMO DE DROGAS EN MENORES DE EDAD Y SEMIDESNUDOS, SE RECOMIENDA DISCRECIÓN***

—Vámonos de aquí, Near. Sólo conseguirás perturbar a L—un Mello de 17 años regañaba a un joven albino de 15, ambos entraban a una habitación en el último pasillo al fondo del último piso del ala oeste en el orfanato. Allí era donde L dormía cuando no se encontraba resolviendo casos, se suponía que estaría esa tarde aún en Wammy antes de partir a Estados Unidos, sin embargo, no se encontraba.

—Si ninguno de los dos toca nada y deja todo en su lugar no hay por qué preocuparse de que se entere—Near inspeccionaba el cuarto completo, era fácilmente el doble de grande que cualquiera de los otros. La verdad era que aquel espacio extra era bien usado como almacén a la par que dormitorio con pocos muebles. Había una cama, un ropero demasiado amplio, un par de muebles de una y dos plazas, un sencillo escritorio y varios estantes con todo tipo de objetos pertenecientes a casos en todo el mundo. También baúles y papeles por todas las paredes. La habitación de un genio loco.

—Oye mira esto ¿no eras tú el que quería saber más sobre L? Aquí tiene un diario—antes de que Mello tomara el cuaderno cuyo lomo rezaba descaradamente Diario el otro le tomó la mano.

—No es tan simple, para empezar L no tendría un diario ni lo escondería de forma tan descara. Sólo es un señuelo para cualquiera que entrara en esta habitación—Near inspeccionó el librero, era bastante macizo y un tanto grueso.

— ¿Señuelo eh? Si se toma la molestia para tener un señuelo en la misma Wammy es porque lo que esconde es algo personal, no de sus casos—Mello alcanzó a ver un tomo viejo y de apariencia polvosa, al pasar un dedo no se manchaba—este tomo no es que esté empolvado, así lo pintaron—sacó el libro de pasta dura y al abrirlo estaba con las paginas cortadas a manera que dentro yacían tres objetos.

—Lo veo y me cuesta creerlo—dijo el albino sentándose a los pies de la cama. Abre la bolsita que despide cierto olor llegado de bajos países.

—Si haces lógica, no había otra manera de que se mantuviera cuerdo todo este tiempo—abrió la ventana.

—Eso no tiene lógica...¿qué tiene de especial para necesitarlo al punto de esconderlo? —rellenó la pipa y Mello le pasó el encendedor. Aspiró y después se lo pasó al otro.

—Es lo que vamos a averiguar—Mello dio una fuerte calada y sostuvo el aliento como hizo Near. Al soltar el aire empezó la tos y después de varias repeticiones las risas incontrolables. Se acostaron en el suelo, uno junto la cabeza del otro y todo daba vueltas y a determinado momento no sabían ni que pasaba ni en que momento porque ya no estaban en esa habitación, ambos estaban donde sea.

Incluso en el aeropuerto a punto de tomar una avioneta con dirección a Lisboa, todo bajo el filtro blanco y negro creando el escenario romántico perfecto. Con Mello gritándole a Matt que ponga los nombres de él y Gevanni, acaeciendo un intercambio de palabras donde reclama al rubio, con las caras muy juntas, que debe subir con él abordo.

—No, Mello, no, anoche dijiste...

—Anoche dijimos muchas cosas. Dijiste que por primera vez yo tendría que pensar por los dos y es lo que he hecho. Tienes que subir a ese avión con Gevanni que es quien te ha buscado y sido leal siempre.

—Pero Mello, escucha...—su cabeza llena de humo trataba de pensar a toda prisa sin mucho éxito, la determinación en esos ojos era férrea.

—Escúchame tú—le tomó los delgados brazos— ¿Tienes idea de lo que te espera si te quedas aquí? Créeme los dos acabaríamos en un campo de concentración.

—Dices eso para que me vaya...

—Lo digo porque es cierto y es cierto también que perteneces junto a Gevanni, eres en quien confía, no te ha fallado como yo. Sino estás con él lo lamentarás, tal vez no ahora, tal vez no hoy, tal vez no mañana, pero lo harás, tal vez toda la vida.

— ¿Acaso nuestro amor no importa? —sus ojos lagrimeaban y se sentía incapaz de apartar la mirada, quizá porque sería la última vez que los vería.

—Siempre nos quedará parís...—en ese momento deseó con todas sus fuerzas poder unir sus labios con el rubio que lo instaba a regresar a aquellos brazos, sabiendo que sería ese beso no dado lo que se llevaría a la tumba...

Ambos chicos comenzaron a carcajearse tumbados en el piso de la habitación de L, al inicio sólo era un piñizco lo que tomaron para prenderle fuego, pero ya iban por la segunda recarga y sus interpretaciones de las distintas escenas de películas románticas los destornillaban de la risa. Abrieron el baúl de ropas y el armario de L y sacaron cuanto necesitaban para vestirse de época. Cuando Mello encontró un collar con forma de corazón comenzó inmediatamente a quitarse el chaleco de cuero junto los pantalones (se quedó el calzoncillo de cuero) y cubriéndose con una bata de seda que seguramente perteneció a una ladrona o victima de algún caso le arrojó un lápiz y libretilla de anotaciones a la cabeza de Near para que le prestase atención.

—Near quiero que me dibujes como a tus putas francesas—el dialogo no era así, las risas y sonrojos no se hicieron esperar—usando esto—Mello se colocó el collar y lo acarició con sensualidad—usando sólo esto y mis calzoncillos.

Se tumbó en el sillón de cuero y Near hizo muchos movimientos y florituras imitando a Linda mientras Mello a cada mirada cambiaba a una pose peor. Near no podía respirar por la carcajada contenida, el rubio le arrebató la libretita de anotaciones donde apenas podía distinguir rayones y rayones tratando de capturar sus curvas.

De un instante a otro comenzó una lluvia torrencial que entraba por la ventana. Eso hubiera sido suficiente para espabilarlos y hacerlos correr fuera de la habitación rezando por no ganarse una expulsión o castigo. En cambio, cuando sus intentos de cerrar la ventana fallaron y se resignaron a estar mojados y volados empezaron una última interpretación. Una escena que no puede faltar en ninguna relación romántica con cliches.

— ¿Por qué no me escribiste? ¿Por qué? —Near arrastraba las palabras y su lengua se enredaba, pero era un gran interprete—Para mí no había acabado. ¡Te esperé por siete años! —y tan pronto comenzaba a sentir todo lo que decía. Mello le creía— Y ahora es muy tarde.

—Te escribí 365 cartas. Te escribí una carta por día—ambos estaban empapados.

— ¿Me escribiste?

— ¡Sí! —claro que lo haría—No había acabado. ¡Aún no ha acabado!

Y envueltos en la lluvia que entraba por la ventana, con varios pipazos en el sistema Mello jaló a Near a un beso apasionado donde el agua de la lluvia se filtraba entre sus labios. Lo cargó de las piernas apoyándolo en el escritorio, tumbando todo y haciendo un desastre peor aún.

Así los encontró L cuando regresó de su caso en Amsterdam, cansado y nada preparado para ver a dos adolescentes comiéndose las bocas luego de encontrar su tesoro.

N/A: de acuerdo, muy fumado pero es lo que tengo ¡cumpli!

PD: Di no a las drogas

Mes Meronia 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora