04: January

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"El día que alguien más se entere de lo nuestro, me suicidaré."

Qué irónico pensar en las palabras que escuché aquella noche. A pesar de todo lo que pasó después, espero que viva saludable muchos años, y que no siga pensando en esas cosas ahora. Ya no tiene por qué.

Aquella conversación fue un punto de inflexión importante en mi condición mental y emocional. A partir de ese momento infectaron mi cerebro, no solo la idea de ver nuestro secreto hecho público y expuesto al juicio de las masas cual artículo de museo, sino el ser consciente de que un escándalo podría llevarse a Jun-san lejos de mí como consecuencia.

También comencé a percibir, de forma tardía, que su actitud despreocupada y compuesta me había cegado a los vidrios rotos que perforaban su pecho, y desde esa noche prometí que jamás volverían a serme desoídos; pero vivir consciente de ellos cada vez que Jun-san estaba con Tsumiko o sus familiares infringía un inquietante pánico dentro de mi ser.

La respuesta que di a Tsumiko en el restaurante aquella noche fue consecuencia de ese pánico, y a pesar del orgullo inicial que sentí después de hablar, más temprano que tarde había entendido que pedirle que se divorciara fue una estupidez total.

En ese momento, espeté sin pensar mientras asumía que la razón de nuestro encuentro era el acusarme en lugar de informar su sospecha, y fui incapaz de sopesar las consecuencias.

Porque "divorcio", no es el sinónimo burocrático de ruptura. Es un proceso legal cruento que involucra abogados, familiares, testigos, evidencia; y ella no había documentado ninguna prueba de nuestra infidelidad todavía.

Si lograba encontrarla, descubrir quién era "la amante" y exponer la relación que teníamos ante un juzgado o nuestras familias, la reputación de Jun-san quedaría acabada, todo el mundo sabría de sus pecados, y no sería impropio de él cometer lo que había sentenciado.

Para una persona normal, este sería el desenlace más lógico y justo. Para mí significaba perder el eje que hacía girar mi Tierra.

En los siguientes meses, mi hermana y yo no volvimos a encontrarnos para cenar o pasar el rato. Aquella fue la última vez.

En enero, hablamos solo dos veces, una para asegurarle que estaba vivo y otra para coordinar detalles sobre el cuidado de nuestra madre.

En febrero hablamos dos o tres veces más, pero impedí a toda costa que tratáramos directamente aquel tema, aunque me hicieron saber que seguía intentando averiguar con quién se veía su marido. El ambiente entre nosotros era cada vez más tenso.

Tampoco podía encontrarme mucho con Jun-san. Tsumiko al parecer pretendía enamorarlo otra vez intentando diversas estupideces que no iban a funcionar jamás.

Recuerdo la carcajada que dejé escapar el día que Jun-san me contó. Nada funcionaría, porque Jun-san nunca le quiso. 

Jun-san se le había acercado solo para justificar las visitas recurrentes a la casa de nuestros padres, donde también vivía yo. Luego empezó a salir con ella para ocultar de su familia las salidas conmigo, y finalmente se casó para justificar mi presencia bajo su techo en Tokio, donde podría continuar los estudios hasta que mi salario de médico especialista me permitiera la independencia.

¿Cómo puede ser que vivimos casi dos años los tres bajo el mismo techo y ella nunca descubrió lo nuestro?

No crea Usted que felizmente asentí y dejé pasar toda esta locura frente a mi cara sin mover un dedo, o que el jueguito del romance prohibido me parecía particularmente excitante.

Lógicamente, estaba en completo desacuerdo, y me repugnaba cada segundo de ello. Siempre detesté los melodramas y está claro que hubiera preferido no tener que ser "el otro", ni el secreto de nadie. Pero, ¿qué más podría haber hecho? ¿Qué otra opción tenía yo? ¿Renunciar a él?

Era un cómplice que aborrecía cada segundo de su delito.

Mi única aspiración en aquel tiempo era Jun-san. Mi único pensamiento era Jun-san. Mi único temor era por Jun-san. Por supuesto que aceptaría cualquiera de sus condiciones si con ello garantizaba tenerle junto a mí.

Su crianza lo convirtió en un hombre lleno de terror e inseguridades por su sexualidad, la religión y la imagen pública, y nada se ha escrito de los cobardes, pero yo no aguantaba ver al mío sufrir.

"Eterno fugitivo, huyendo de todos, incluso de mí mismo. Solo Zaishin es mi hogar."

Solía decirme esas cosas en las madrugadas que sentía su tristeza mojar mi pecho. Nunca supe por qué lloraba en el silencio de mi presunto sueño, pero era imposible ignorar la hemorragia continua que escurría de su alma. Las lágrimas de Jun-san usualmente eran mi droga más placentera, pero este tipo de lágrimas solo provocaban en mí el instinto de cortar cabezas por él.

Tan solo si hubiera alguna...

A veces, ni él mismo sabía lo que quería o por qué actuaba en cierta forma. Era difícil entender el desastre que intentaba ocultar con su antifaz de colores, pero era la persona de la cual creía haberme enamorado, y aprenderme los Misterios de un Rosario nunca bastaría para que lo nuestro fuera visto como algo más tolerable que una abominación. Yo solo no bastaba para existir impunemente a su lado, y arruinar esa vida, y la mínima seguridad que lo protegía, era una decisión que no le correspondía a Zaika Shin.

Ya que no tenía el poder suficiente para liberarle, mi parte estaba en aceptar si quedarme con él o no, y yo elegí lo primero. No tenía más opción que mirarle desde fuera, a través de los barrotes que separaban mi cuerpo de su cárcel personal, por más que nos doliera.

Verlo casarse con alguien que no fui yo y hacer de padrino sonriente en su preciosa boda católica fue quizás de las cosas más difíciles que he enfrentado jamás, pero alejarme por completo de Jun-san no iba a ser una opción.

Tampoco sería una opción perderlo todo ahora por culpa del capricho que tenía Tsumiko de exponer los esqueletos ocultos en nuestro armario. El destino es inquebrantable y ella solo nos sirvió como personaje de apoyo para hilar los pedazos de una historia tan ridícula como la nuestra.

Nakano Tsumiko no me quitaría a Nakano Jun. No iba permitirlo.

Hacia mediados marzo, Tsumiko incluso había empezado a alcanzar títulos de mayor prestigio en la Iglesia que nuestras familias frecuentaban, pensando que algo como eso le conseguiría puntos con los Nakano, y le ayudaría a convencerlos de investigar más. Asistía diligentemente, y hacía todas esas cosas que la gente que va a iglesias hace. Hasta arrastraba a su Mizoguchi-san, tan escépetica como yo, en esos asuntos.

Me estaba quedando sin paciencia.

Y en los últimos días de abril, cuando confirmé que seguía en su afán de detective, haciendo todo tipo de preguntas a sus vecinos, ya no pude aguantar más. Llegué a la conclusión más racional a la que podría llegar una persona que ha perdido la noción del bien y el mal por culpa de una inyección de adrenalina: La cabeza que debía rodar, era la suya.

No bastaría separarla de su esposo si el proceso nos delataba, y aquí va mi cuarta confesión, la que seguro está imaginando. ¿O quizá era la quinta? Creo que perdí la cuenta: Fui yo quién asesinó a mi hermana.

Yo, Zaika Shin, maté a Nakano Tsumiko el día 2 de mayo de 2014.

(...)

mmm no estoy muy satisfecha con la narración de este cap así que puede que lo edite más en un futuro

Hanzai no ShitaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora