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Cobrando promesas.

Arylia de Mascherano

— ¿No esperabas verme, amore? —pregunta el italiano frente a mi.

— ¿Cuando llegaste? —ignoró su pregunta.

— Creo que es mejor hablar en un lugar más privado.

Miro hacia donde Isabel y Gina se encuentran, ambas nos miran con atención aunque Isabel es quien peor me mira. Aunque solo se gana la ignorada del día porque su 'mirada asesina' no puede importarme menos.

— Bien, luego me buscas porque tú y yo tenemos una conversación pendiente —digo sería hacia Leandro.

— Como órdenes.

Mi hermano y Alejandro se miran entre ellos con una mirada cómplice.

— No hagan demasiado ruido —exclama Alejandro en tono burlón.

— Tápale la boca si es necesario, Antoni —le sigue el juego Leandro y yo los miro mal.

— Voy a cocerles la boca y de paso castrarlos si siguen hablando. No estoy contenta con ustedes así que mejor cierren la boca.

Antoni se ríe y yo solo ruedo los ojos comenzando a caminar hacia mi habitación con el italiano siguiéndome el paso sin decir una sola palabra en el trayecto.

Al entrar a mi dormitorio todo parece intacto, pareciera como si jamás me hubiese ido lo que provoca que sonría inconscientemente. Miro a Antoni y allá sonrisa se me borra, estoy molesta con él y según mi perspectiva no es para menos.

— ¿Estas molesta? —pregunta mi esposo mirandome y yo suspiro.

— No.

— ¿No? —pregunta incrédulo—. ¿Acaso acabas de responderme cortante?

— Si, acabo de hacerlo.

— Amore... —lo interrumpo.

— ¿Que esperabas? —se acerca a mi y yo coloco una mano en su pecho deteniéndolo—. Llegas como si nada y ni siquiera solo, ¿ella sabía cuando ibas a volver verdad?

Comienzo a atar cabos, Isabel sabía cuando Antoni llegaría y por ello hizo tantos problemas cuando quise venir aquí, porque luego tendría problemas con él. Aunque en estos momentos no pensaba en eso, solo en los celos enfermizos que se apoderaban de mi nublándome el juicio.

— Si, Isabel estaba al tanto de mi regreso y vaya sorpresa me encontré al no verte.

— Si querías encontrarme en nuestra casa me hubieras avisado que ibas a volver en vez de notificárselo a tu golfa.

— De cualquier modo ibas a saberlo, amore.

— ¿Que tan iluso tienes que ser como para pensar que ella iba a decírmelo?

— Cuida como me hablas y el tono que utilizas —me mira serio.

— Yo hablo como y con él tono que se me salga de los putos ovarios, Antoni —respondo de la misma forma.

Levanta las cejas en señal de sorpresa pero no me dice nada al respecto.

— Como sea, Isabel debía comunicártelo, si no lo hizo ese ya no es mi problema, amore.

— Eres un... —apreté los labios callándome antes de decir alguna estupidez.

— ¿Soy un...? —toma mi mano y me pega a su cuerpo—. Atrévete a decirlo.

— Un imbecil, no eres capaz de avisarme nada y te dignas a traer a tu puta a mi casa, la cual parece estar más al tanto de lo que ocurre contigo que yo —me agarra del cuello mientras sus ojos se oscurecen.

𝐀𝐑𝐌𝐀 𝑳𝑬𝑻𝑨𝑳𝑬 -Antoni Mascherano-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora