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Capitulo 6.- [Parte II]

Se apresuró a colocar el paraguas y la mochila en su lugar. La relación que mantenía con ese muchacho era extraña. Muy extraña. Él seguía llamándolo Principe y volviéndolo loco, pero de todas maneras el le brindaba lo mejor de si, y, además, notó que cada vez que llegaba a su lugar se trabajo, jimin se las ingeniaba para merodear por la entrada. Mientras subía las escaleras, una sonrisa cautelosa se dibujaba en sus labios. Rayos. Incluso llegó al punto de venir un domingo a traerle otra caja de libros y galletas caseras con trocitos de chocolate. Lo único que no le confesó era que se había quedado media noche del sábado en vela, horneándole las malditas galletas. No quería que se agrandara demasiado. Entre el hogar, taehyung, su tarea, la escuela y jimin, podía decirse que había olvidado los rostros de sus viejos amigos.

― Vamos, sal tú primero ― bramó jimin

― ¡Oye! ¿A qué viene tanta prisa? ― protestó el ―. No tenemos que ir a ninguna parte.

― Por supuesto que si ― le corrigió. Le sonreía con picardía mientras subía los últimos escalones.

― Tal vez pare.

― ¿Qué cosa tal vez pare?

― La lluvia.

― jimin ― le dijo con paciencia, siempre siguiéndolo ―. Otra vez te equivocas. Necesitamos que pare. Mañana a la noche habrá una exposición y seria muy triste que a nuestros adinerados visitantes se les mojaran las chequeras, ¿no crees?

El río y abrió una puerta estrecha que había al final del corredor.

― No te preocupes, Principe. Con solo mirarme a mí y a los otros patéticos habitantes de este ―rejunte, el dinero correrá como pan caliente.

Jungkook quedó boquiabierto, pero como era imposible ver su rostro, no pudo determinar si estaba bromeando o no. Ya había empezado a subir algunos escalones.

― Vamos, tortuga. Te lo vas a perder.

― ¿Qué? ― preguntó, mientras escalaba los peldaños que daban al ático. Jimin estaba de buen humor ese día. Lo de ―patéticos habitantes‖ había sido un claro ejemplo.

Se puso de pie junto a una ventana, dándole la espalda. Sin decir una palabra, le hizo un gesto para que se acercara.

― Ven. Mira.

Jungkook obedeció. Comenzó a mirar por la ventana, y desde lo alto del edificio de cuatro pisos había una vista fabulosa. O habría sido fabulosa si no hubiera estado sumida en las sombras.

― ¿Qué?

― Twin Oaks Boulevard ― murmuró ―. Vamos, mira a fondo. Observa cuanto neón hay allí abajo.

― Si, veo.

― Ahora mira la calle. ¿Ves como los colores se separan, se reúnen y se reflejan en una decena de formas diferentes? ― agregó jimin

Jungkook apoyó la cabeza en la ventana, tocando el vidrio con la nariz para concentrarse en la calle. Desde el hogar hacia el sur, había unos seis letreros luminosos. El rojo furioso de Hanrahan’s Bar and Grill, el amarillo estridente de Ernestine’s Checks Cashed, el de rayas azules y blancas de The All Night, All Right Quick Mart, y el verde brillante de Chinese Restaurant, todos se confundían sobre la calle mojada en una masa de flotantes corrientes policromas. Jungkook observaba cada vez con mayor interés; no podía creer que nunca hubiera reparado en lo bello que era el reflejo del neón en la lluvia.

― Es maravilloso ― comentó ―. Convierte una calle insulsa en algo mágico… ― Se interrumpió por temor a seguir adelante con una cursilería. Pero jimin no se rió.

Robó una mirada en dirección a el y notó que también contemplaba la calle. Tenía un brillo especial en los ojos y una sonrisa en los labios. A la tenue luz del ático, jungkook observó cuan delgado estaba su rostro: la piel parecía estirada al máximo sobre los huesos, y tenía la boca quebrada en líneas de dolor.

― jimin ― susurró ―, ¿te sientes bien?

― No ― admitió. No se volvió para mirarlo. Por suerte. ― Nunca más volveré a sentirme bien.

― Sería mejor que te acostaras y descansaras. ― Parpadeó muy rápido para contener las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos.

― Todavía no ― afirmó con vehemencia, aunque no levantó el tono de voz ―. Esta puede ser la última vez. Quiero verlo todo, grabármelo en la mente para no olvidarlo jamás.

Jungkook sabía a que se refería. Se mordió el labio, se volvió y siguió mirando por la ventana. Una lágrima rodó por su mejilla. La dejó caer. Demonios. Jimin pensaba que seria la última vez que vería llover. Trató de olvidarse de eso y tragó saliva. No permitiría que fuera testigo de su llanto, de lo mal que se sentía por él. No le gustaría su compasión.

― Oye, Principe ― murmuró a su oído ―, no dejes que todo esto te afecte. No te traje aquí arriba para hacerte llorar. Solo necesitaba a alguien para compartir esta belleza. Nada más.

Con un ademán rápido, se secó otra lágrima.

― ¿Aunque ese alguien fuera yo? ― Trató de provocarlo para que le contestara algo grosero o gracioso, que lo hiciera enojar o reír.

Pero jimin lo echó todo a perder.

Le rodeó los hombros con el brazo y lo atrajo hacia si. Jungkook rompió en un llanto desconsolado y no habría podido detenerse aunque lo hubieran amenazado de muerte con un revolver en la cabeza. Los sollozos que nacían en lo más profundo de su alma estallaban en el silencio de la sala. Jimin lo hizo dar vuelta y lo cobijó en su pecho. No trató de serenarlo, ni tampoco murmuró trivialidades sin sentido sobre que todo saldría bien y esas cosas. Simplemente, lo dejó llorar.

Por fin, la tormenta pasó. Muy avergonzado, jungkook se apartó de él y se miró los zapatos.

― Lo siento ― masculló ―. No sé que me pasó.

Jimin le tomó la mano.

― Bajemos a mi cuarto ― dijo ―. Creo que tenemos que hablar.

No agregó una sola palabra más hasta que no estuvieron en el santuario de su habitación, a puertas cerradas.

― Toma asiento, Principe

― jimin ― empezó el―, mira, no fue mi intención actuar como un tonto allí arriba, pero… pero…

― Solo ahora lo asumes, ¿no?

Mudo, asintió. Por fin lo asumía: jimin  iba a morir. Ya no estaría allí para agraviarlo, molestarlo o debatir con el, ni mostrarle cosas maravillosas en las que nunca había reparado. Y maldita sea, ¡cuánto lo echaría de menos!

― Si, supongo que sí.

Le sonrió.

― Antes a mi me afectaba del mismo modo.

― ¿Antes?

― Claro. La primera vez que me dieron el diagnostico, no hacia más que pensar que se trataba de una pesadilla, que un día despertaría y descubriría que todo estaba bien. ― Se acerco a el y se sentó a su lado, en la cama. ― Pero las cosas no son así, Principe. Y aunque no lo creas, una vez que lo aceptas te resulta una situación mucho más fácil de manejar.

― ¿Pero cómo puedes aceptarlo? ― De pronto se sintió preso de ira. Contra él, contra el universo, contra la vida, contra todo. ― Eres tan talentoso. Tienes tanto para dar. ¡Un artista brillante! Con tu inteligencia podrías contribuir mucho en este mundo.

― ¿Quieres decir por qué me tocó a mí y no a un cabeza hueca que no tiene nada para ofrecer? ― Parecía divertido.

― A eso mismo me refiero ― gruño ―. Me parece que hay mucha gente despreciable, egoísta hasta decir basta, que no hace otra cosa en este mundo más que ocupar espacio. Algunos viven hasta los cien años y su único aporte es el dolor y la miseria…

Jimin detuvo el torbellino de palabras colocándole un dedo sobre los labios.

― Basta, Principe. Una de las cosas que he aprendido es que ninguno de nosotros tiene derecho a juzgar al otro por lo que aporta al mundo. ― Sacó el dedo, se acercó a el y lo besó.

Jungkook se quedó perplejo. Correspondió el beso.

Se separaron y permanecieron mirándose uno al otro. Fue él quien rompió primero el silencio.

― No debí hacer eso ― dijo el ―. Pero hacia mucho que quería besarte. Desde la primera vez que te vi.

― Yo estoy saliendo con alguien, por decirlo de algún modo ― admitió jungkook de mala gana ― y no debí corresponderte el beso.

― No te asustes, Principe. Sólo fue un beso de amigos.

― ¿Todavía piensas en tu novio? ― No término de hacer la pregunta, que ya se había arrepentido.

Pero, al parecer, a jimin no le importó la pregunta.

― claro que sí. Estaba loco por el.

― ¿Cómo pudo hacerte esto, jimin? ― Cerró los puños con fuerza. ― ¿Cómo pudo volver la espalda a un chico que está…?

― ¿Muriéndose? ― concluyó por el

Jungkook clavó la vista en el piso, avergonzado por su estallido. No era un asunto de el. No tenía derecho a hurgar en su pasado, que, por cierto, habría sido una experiencia dolorosa, amarga. Un plantón es desagradable de por si cuando estamos sanos; ¡ni que hablar cuando la muerte está llamándonos a la puerta!

― Disculpa

― No tienes por qué disculparte. Me gustaría hablarte de el. Cuando dejó de venir a visitarme, ya nadie se atrevió a mencionármelo. ― Suspiró. ― Supongo que fue para no quedar como unos groseros frente a mí. Pero la verdad es que, al no poder hablar más de el, me sentía un desgraciado. Fue como si jamás hubiéramos existido como pareja. Yo quiero hablar de el. Entiendo por qué dejó de venir. No pudo soportarlo.

― ¿Qué no pudo soportarlo? ― repitió jungkook, incrédulo ―. ¿Y tú, entonces? Tú lo necesitabas.

― Cuando lo necesité, estuvo. ― Lo defendió con ternura

Jungkook sintió una extraña emoción que le desgarraba las entrañas. Pero ni el pudo comprender por completo la sensación.

― no es una mala persona ― continuó el ―, me quería de verdad. Cuando mi madre murió, el estuvo a mi lado. Tampoco me abandonó cuando me dieron el diagnostico y tuve que pasar por esos horrendos tratamientos, que no sirvieron para otra cosa que para enfermarme más, y también estuvo a mi lado cuando supe que tenia que internarme aquí.Capitulo

― Pero ahora no está ― murmuró jungkook

― No pudo aguantar más ― dijo. No había amargura ni ira en su voz. Solo resignación. ― La última vez que lo vi me confesó que no podía soportar verme morir. Y yo acepté lo que pasaría. No pudo. Pobre... Ya había soportado demasiado, por eso le dije que no era necesario, que siguiera adelante.

Jungkook no lo entendía. Jimin sonrió, estiró las piernas sobre la cama y apoyó la cabeza contra el respaldo.

― Tu turno. Háblame de tu novio.

― Podrás conocerlo mañana por la noche. Trabaja en el bar de la esquina y vendrá a la exhibición.

― ¿Te refieres a taehyung?

― ¿Lo conoces?

― Claro. A veces trae pasteles o tartas del restaurante. Es muy agradable. Y un excelente jugador de póquer. ― Meneó la cabeza. ― Vaya, cuesta creerlo. Tu y un tipo como taehyung…

― ¿Qué quieres decir con eso?

― Que pertenecen a mundos distintos, nada más.

Jungkook revoleó los ojos.

― Muchas parejas pertenecen a mundos diferentes. Eso no implica que no puedan tener una relación.

― Oye, no hace falta que estés a la defensiva. No quise decir que debas romper con él ni nada por el estilo. No empezarás a lagrimear otra vez, ¿no?

― No ― refunfuñó el―. No voy a empezar a lagrimear otra vez, como dices tú con tanta delicadeza.

― Bien. Cuéntame, entonces. ¿Cuánto hace que salen?

― Nos conocimos cuando yo empecé a trabajar aquí

― ¿Se lo presentaste a tus padres?

― Bueno, no… ― Se interrumpió al ver la mirada compasiva de jimin. ― Pero tampoco es por lo que estás pensando.

― ¿Cómo sabes en qué estoy pensando? ― preguntó solapadamente ―. Dudo que seas adivino.

― No hace falta ser adivino para entender ese tipo de miradas socarronas ― espetó jungkook, aunque en realidad no sabía lo que él había querido decirle ―. La única razón por la que no se los presenté es que no quiero que se entere que fui arrestado. Mis padres se lo dirían, sin duda.

Jimin se sorprendió.

― Es una broma, ¿verdad?

El negó con la cabeza.

― Ojalá. La verdad es que, con este asunto estoy con el agua hasta el cuello y no sé cómo salir. ― Necesitaba su consejo. Se dio cuenta de que confiaba más en él que en cualquier otro amigo que hubiera tenido. Ignoraba cómo sabía que podía confiar en él, no era algo sencillo de determinar, pero estaba absolutamente convencido de que jimin era un amigo con todas las de la ley y que jamás traicionaría su confianza.

Entonces, le contó todo.

Jimin escuchó con atención, su rostro impasivo mientras se confesaba. Nunca se le cruzó por la mente que él tenía problemas mucho más graves que los de el. Tenía la sensación de que lo habría matado si se callaba ahora. El escuchar sus problemas los ponía a ambos a la misma altura. Eran amigos y los amigos comparten tanto las buenas como las malas.

― Déjame ver si entendí bien ― dijo él cuando terminó ―. cree que estás trabajando aquí por generosidad. ¿Verdad?

― Verdad.

― Y mañana a la noche conocerá a tus padres.

― Correcto. Y me aterra la idea de que destapen la olla sin querer.

― ¿Qué ellos la destapen? ― señaló jimin, incrédulo ―. ¿Estás loco? Tendrías demasiada suerte si alguien de Lavender House no descubre todo. Ya sabes que no nos sobran las voluntarios. Es muy factible que Polly o la señora Thomas digan que esperan que el Departamento de Libertad Condicional mande a un ejército más como tú.

Jungkook gimió.

― No había pensado en eso. ¡Oh, Dios! ¿Qué voy a hacer?

― Bueno, yo no soy muy buen consejero.  ― Pero ― continuó él ―, por tratarse de ti haré una excepción.

― Oh, qué deferencia de su parte. Oh, señor, Genio de todos los Genios, le ruego que me diga qué debe hacer este humilde mortal para salvar su pellejo en esta situación.

Jimin sonrió mostrando todos sus dientes.

― Debe enterarse de la verdad por ti.

▪︎Nunca me olvides▪︎ [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora