Capitulo 1.- [Parte II]
A pesar de sus ruegos, él sólo se limitó a mirarlo a los ojos y decirle que esa vez tendría que asumir plena responsabilidad de sus actos. Por supuesto, después vino el sermón respecto de que a los diecisiete años ya no era un nene y que, si había cometido la estupidez de dejarse llevar por los actos y las opiniones de quienes se llamaban amigos, ahora tendría que pagar las consecuencias. Y la madre había hecho causa común con su marido
- Además, como ya te dije, la jueza quiso sentar un precedente conmigo.
Una vez más, Hoseok murmuró algo solidario pero jungkook casi no lo oyó. Sólo tenía presente el rostro de la jueza y la horrenda humillación que había vivido mientras estuvo en el estrado, consciente de que la vergüenza no sólo había dañado su imagen sino también la de sus padres. Las lágrimas acudieron a sus ojos, parpadeó con furia para contenerlas. Ni loco lloraría por esto.
- ¿Eh? - preguntó, cuando se dio cuenta de que su amigo acababa de formularle una pregunta.
- Quiero saber dónde queda el hogar.
-Oh, del otro lado de la ciudad.
- ¡Caramba, qué castigo! ¡Se nota que no han tenido piedad contigo! Bueno, no te olvides de trabar las puertas al cerrarlas - le aconsejó -. Oh, disculpa. Olvidaba que no podrás usar tu auto. Pero, sea como fuere que llegues allí, ten cuidado. Esa parte de la ciudad es de temer. - ¿A qué hora tienes que ir?
- A las cuatro en punto - contestó jungkook. Se le fue el alma a los pies. Se había ilusionado con la posibilidad de que Hoseok se hubiera ofrecido a llevarlo. Demonios. - Espera un momento. - Apartó el auricular de su oreja. Afuera se oía la voz de su madre que la llamaba desde abajo. - Hoseok, mamá me reclama. Tengo que irme. Volveré a llamarte bien termine de cenar, ¿de acuerdo?
- Ni te molestes. No estaré en casa, ¿recuerdas? Esta noche se reúne el equipo. - rió con cierta vergüenza. - Supongo que tú no podrás ir ¿no?
- No, claro - respondió jungkook-. Además de todo lo sucedido, estoy confinado. Al menos por un tiempo.
- Muy bien, entonces te veo mañana en el colegio. ¿Pasarás a buscarme? ¡Oh! Lo siento. Me olvidé otra vez. Supongo que te llevará tu madre, o algo así. De todas maneras, yo iré con Taehyung. Hasta mañana.
Jungkook se estremeció. Santo Dios, qué humillante era toda esa situación. No sabía por qué de pronto le resultaba tan difícil hablar con Hoseok, pero así se presentaban las cosas. Tal vez fuera porque, a pesar de que su amigo siempre cacareaba alguna palabra compasiva, tenía la impresión de que, en el fondo, su mejor amigo se alegraba de verlo con el agua hasta el cuello. Pero ése era un razonamiento despreciable.
Bien cortó, se dirigió a la puerta.
- Bajo en un segundo, mamá. - Jungkook no deseaba abandonar el santuario de su cuarto. Se apoyó contra la pared y contempló su habitación, digna de la realeza, como había dicho mi padre alguna vez. Sin embargo, en los últimos tiempos se había sentido muy lejos de la realeza; más bien, como escoria.
Enfrentarse a su madre era lo último que quería hacer en ese momento. Las caras largas y los sermones que ya había soportado le alcanzaban para toda la vida. Después, fijó los ojos en su escritorio y en la computadora que sus padres le habían regalado para su decimoquinto cumpleaños. La biblioteca, con sus estantes blancos repletos con sus viejos libros favoritos de ciencia ficción y novelas de amor, prácticamente había caído en el olvido; siempre estaba demasiado ocupado como para dedicarse a leer. Sonrió con tristeza. Ahora tendría bastante más tiempo para la lectura.
- Jungkook - llamó su madre, impaciente
Entre suspiros, se volvió y abrió la puerta. No podría esconderse eternamente. Bajó las escaleras a toda velocidad y encontró a su madre de pie junto a la puerta principal golpeteando su zapato de tacón alto contra el lustroso piso de roble.
Llevaba un traje gris oscuro, una blusa azul claro y discretos pendientes de oro. Su imagen reflejaba la realidad con absoluta fidelidad: era una ejecutiva de gran poder.
- Esta noche tengo una reunión en Los Ángeles - anunció -. En la heladera tienes ensalada de atún para la cena.
- ¿Conducirás hasta Los Ángeles de noche? - preguntó -. ¿No será un poco tarde?
- No me quedan muchas alternativas - respondió su madre sin rodeos. Como me has hecho perder el día en la corte, me retrasé en mis tareas.
- Oh. ¿Y papá? - preguntó, con interés. Si bien existía una gran tirantez en la relación con sus padres, no quería quedarse toda la noche solo en una casa vacía.
Se encogió de hombros y tomó su portafolio.
- Trabajará hasta tarde. Seguramente comerá un sándwich o algo rápido en la oficina.
El se tragó su desilusión.
- ¿A que hora crees que llegarás a casa?
- En teoría, a las nueve - contestó, mientras tanteaba en sus bolsillos buscando las llaves del auto -. ¿Por qué?
- Necesitaba hablar contigo sobre algo, eso es todo.
Su madre alzó el mentón, desafiante, y la observo con detenimiento.
- Si se trata de tu licencia de conducir, olvídalo - comenzó.
- No quería hablar de eso precisamente - exclamó -. Pero ya que sacas el tema, ¿cómo crees que llegaré mañana a ese lugar? Sin auto, estoy atado.
- Debiste haberlo pensado antes de robar en la tienda - respondió su madre con frialdad.
- No estaba robando en la tienda. Yo quise pagar ese reloj - explicó por milésima vez.
Tanta era su frustración que quería gritar. ¿Por qué su madre no le creía? ¿Por qué no le concedía el beneficio de la duda?
- Pero tú no te detuviste a pensar, ¿verdad? Estabas demasiado preocupado por el qué dirán de tus amiguitos.
- Está bien. Cometí un grave error - concedió -. Lo admito. Me equivoque. Pero, por si no te diste cuenta, estoy casi atrapado aquí. ¿Cómo supones que llegaré a ese hogar de ancianos sin auto?
- No seas ridículo. - Su madre atinó a colocar la mano en el picaporte de la puerta. - Puedes tomar el autobús.
- ¡El autobús!
- Sí, ya los conoces. Son esos vehículos grandes, pintados de azul y blanco que sirven de medio de transporte para las personas que no tienen auto.
Jungkook se quedó pasmado. En su vida había tomado un autobús.
- Pero el geriátrico está en la peor zona de la ciudad.
Abrió la puerta.
- No seas melodramático. Alla no hay barrios malos - contestó con impaciencia, ignorando las protestas de su hijo -. Reconozco que parece estar situado en el corazón del área más pobre de la ciudad, pero no está infectada de mafiosos. Mucha gente toma el autobús - dijo, indiferente, mientras se encaminaba hacia su BMW -. Te gustará.
No bien la puerta se cerró, Jungkook se dejó caer con todo el peso de su cuerpo contra ella. Esa vez, cuando las lágrimas acudieron a sus ojos, no hizo nada para contenerlas. Adiós a los entrenamientos deportivos, a las citas, y a las fiestas de quinto año. También al auto. ¡Oh, Dios! ¿Cómo haría para sobrevivir a esa tragedia? Por un minúsculo y estúpido error, su vida estaba terminada.
En la escuela fue horrendo. Jungkook apretó en el puño el folleto con los horarios del autobús y colocó la mochila en el banco de la parada.
―Por lo menos - pensó, al inspeccionar las calles y comprobar que no había nadie conocido -, logré evitar la humillación de que la mitad de la clase me vea tomando el autobús.
Ese día, si bien no había percibido actitudes groseras o desagradables hacia el, las miradas compasivas y las sonrisas sarcásticas tampoco le pasaron inadvertidas. Se acomodo en el banco y abrió el folleto azul brillante. Su madre se lo había entregado esa mañana, durante el desayuno, sin olvidarse de la lata pertinente respecto de que el trasporte público nunca había dañado a nadie y de que sin duda llegaría sano y salvo a su casa esta noche. Jungkook sintió impulsos de arrojar el maldito horario a la basura, pero sabía que, en esos días, en cuanto a la relación con sus padres concernía, estaba caminado sobre una cornisa y que habría sido una estupidez irritarlos deliberadamente. Si se comportaba, les decía que si a todo y no les causaba ningún inconveniente, tal vez recuperara su licencia de conducir.
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▪︎Nunca me olvides▪︎ [Terminada]
Romantizm•••Sinopsis••• [Actualizacion de Twitter] @JeonJungkook ¿Por qué la vida es tan difícil? Cuando me sorprendieron robando, creí que el mundo se acababa para mi. Fue una estúpida travesura, pero eso no fue lo peor: la jueza me impuso una pena de tre...