v e i n t i o c h o

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Aegon tenía las manos rojas, adormiladas por el frio, su nariz apenas podía procesar el aire helado y de alguna forma cruel la triste solo hacia que fuera mucho peor el suceso, soltó un suspiro y una lagrima descendió sobre su mejilla clavandose e...

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Aegon tenía las manos rojas, adormiladas por el frio, su nariz apenas podía procesar el aire helado y de alguna forma cruel la triste solo hacia que fuera mucho peor el suceso, soltó un suspiro y una lagrima descendió sobre su mejilla clavandose en su cien tan agotadoramente que parecía haber vivido esa noche por un largo tiempo cuando apenas oscurecía, una sirvienta paso cerca suyo con una bandeja repleta de copas y una botella de vino agrio de antaño, el príncipe tallo su rostro con sus manos y tomó una copa descuidadamente haciendo que la mitad del líquido se desparramara por completo, el príncipe no dudó en tomarlo, pero su amargura hizo que hiciera un gesto de desgaste y el ardor llegó hasta su estómago provocando tos, el príncipe miró la copa y la arrojo al suelo con fuerza haciendo que se estrellara, todo estaba tan bien, todo había salido tan bien, era obvio que los dioses no dejarían que eso sucediera, porque no se merecía de ninguna forma ser feliz.

Su cuerpo comenzó a sentirse demasiado cansado, sus ojos apenas podían ver lo que realmente sucedía a su alrededor y las cosas comenzaron a parecer ante el una maraña de destellos indescriptibles que apenas sabía controlar, el príncipe sacudió su cabeza y el dolor en ella se volvió intenso, su pulso era rápido y depronto un calor abrasador lo hizo recargarse sobre una pared deseando quitarse la capa, Aegon trago saliva, apenas podía sentir su lengua y su respirar resonaba en todo el castillo como una sinfonía de lo cruel que eran sus sentimientos.

—¿Está bien principe? —una voz sedosa llegó a el haciéndo que su cabeza diera vueltas, intento descifrar quien era, pero la luz, la forma en la que sus ojos violetas titubeaban no era la correcta, estaba aturdido y culpó al extraño vino por ello. —Puedo acompañarlo.

La mujer tomó su brazo y tiró de el cuidadosamente, Aegon se dejó llevar pese a la grave idea de no saber nada con claridad de lo que sucedía y el príncipe pudo sentir que los pasos eran demasiado largos, pero un impulso lo hizo aferrarse a la desconocida con fuerza, ella lo llevó hasta los aposentos que eran suyos incluso antes de casarse con Rhaenyra, la puerta se abrió y ella entró a su ayuda intentando quitar su capa, el príncipe no la reconocía y por mucho que hacia el esfuerzo apenas entendía lo que pasaba, el principe sintió la caricia sobre su piel como un activador de deseo y su respiración incrementó haciendo que su razonamiento flaqueara y su noción se fuera a la mierda, fueron caricias o quizá besos, pero algo caliente recorrió su cuerpo como un paño húmedo y el se quedó ahí, esperando que el calor lo arropara por completo, pudo sentir la succión y la forma tan medieval en que ella tocó su cuerpo, la descarga eléctrica lo hizo sedar cada uno de sus esporádicos movimientos y luego de eso todo no fue más que un espectáculo de destellos y sonidos que apenas podía distinguir.

La noche duró poco, demasiado para ser verdad absoluta, el príncipe abrió los ojos de forma desmedida ante el sonido de la puerta y se levantó mirando a su alrededor con un dolor de cabeza inhumano, su noción se evaporo cuando vio una maraña de cabello rubio en su regazo, su corazón latio con fuerza y se quitó las sábanas de encima descubriendo que ambos estaban en completo desnudos, la culpa llegó hasta el y sus sentidos lo traicionaron con pánico.

sueño de poniente | rhaegonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora