e p í l o g o

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Cinco días de celebraciones fueron nombrados en honor a la nueva reina cuando se le otorgó la corona de su padre y se sentó sobre el trono de hierro, hubo juegos y festines en su nombre a su honor

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Cinco días de celebraciones fueron nombrados en honor a la nueva reina cuando se le otorgó la corona de su padre y se sentó sobre el trono de hierro, hubo juegos y festines en su nombre a su honor. Aegon se levantó de la cama bastante tarde, la mañana se sentía más apacible luego de cinco días de celebraciones después de todo el desastre, un cálido viento azotaba la costa de Desembarco del rey y envolvía a todos en una esperanza tan agotadora que incluso parecía irreal. El príncipe se vestio decente para darle la bienvenida al último día de celebración, un atuendo real color negro con detalles de oro y cadenas de cobre que sujetaban su enorme capa de piel gruesa, en sus manos llevaba puestos enormes anillos y Rhaenyra había mandando forjar un tocado para su cabeza en color dorado semejante a una corona, aunque menos llamativa, más pequeña.

Aegon salió de la habitación que compartía con Rhaenyra y miro la soledad de los pasillos con nostalgia, pudo escuchar voces en la sala del trono y allá fue a donde se dirigió, los guardias abrieron la puerta a su paso cedenciendole el respeto que merecía al ser un consorte. Rhaenyra estaba sentada en el trono con un vestido color rojo escarlata, sus mangas eran largas y el escote era prominente, sobre su cuello había un collar de oro y en su cabeza yacia la corona de muchos de sus antepasados, Aegon pudo sentir el calor de la sala y no pudo evitar sonreír ante la fascinación de su reina, en la sala también estaba Daemon Targaryen; quien sostenía a su hija y de ser otro día, uno de esos en los que Aegon de levantaba con el pie izquierdo se la hubiera arrebatado con coraje, pero podía aceptarlo, asimilarlo por esa ocasión.

Las puertas de la sala se volvieron a abrir cediendo el paso a Jacaerys quien sostenía la mano de Baela con fuerza, detrás de el venían todos sus hermanos, incluso Aemond y Helaena entraron sin exclusividad propia. Aegon no se extraño ante su presencia, pero no ver a todos los señores de las casas prometidas lo confundía.

—Es el quinto día de celebración, ¿en donde están todos? —preguntó mirando a Rhaenyra, la reina sonrió y acomodó el cabello de su esposo cuidadosamente.

—El quinto día de celebración es para nosotros, la familia real —comentó Rhaenyra. —Los cocineros hicieron un festín que se servirá en la gran mesa de ébano en los jardines de la fortaleza roja, Lord Corlys Velaryon y la princesa Rhaenys nos están esperando.

Aegon asintió y le tendió el brazo a Rhaenyra para que pudiera sostenerse mientras caminaban por los pasillos. Helaena se acercó a Daemon quitandole el control absoluto de la pequeña Aenya y acurrucandola entre sus brazos, de alguna forma incierta a Aegon le parecía más segura su hija en los brazos de su hermana que de su tío y no eran celos en lo absoluto. Los jardines de la fortaleza roja estaban repletos de amapolas que floreaban cuando el sol lograba tocar con gentileza sus tallos, justo al centro yacía la mesa de ébano servida con un festín que probablemente nisiquiera los mismos dioses los hubieran imaginado alguna vez, Lord Corlys Velaryon y la princesa Rhaenys dieron una reverencia a Rhaenyra en cuando llegó a la mesa y la reina les devolvió una sonrisa llena de gracia.

sueño de poniente | rhaegonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora